EL JEFE del ejército de Birmania calificó este martes de “inevitable” el golpe de Estado, pese a las condenas internacionales y la amenaza de sanciones de Estados Unidos.
“Este camino era inevitable para el país y por eso tuvimos que elegirlo” dijo, según la página oficial del ejército en Facebook, el general Min Aung Hlaing, que concentra ahora la mayor parte del poder.
Sus declaraciones se divulgaron poco antes de una reunión del Consejo de Seguridad de la ONU y después de que el partido de Aung San Suu Kyi, liderera de facto del gobierno depuesto, pidiera su “liberación” inmediata.
Estados Unidos, tras definir la situación como un “golpe de Estado”, advirtió que reducirá su ayuda a Birmania. La ONU y la Unión Europea (UE) también condenaron el golpe unánimemente.
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China en cambio se ha negado a criticar a nadie y solo se limitó a pedir a todas las partes que “solucionen sus diferendos”.
El golpe se llevó a cabo el lunes sin violencia. Un día después, los soldados seguían desplegados en la capital, Naipyidó, donde Aung San Suu Kyi, de 75 años, y otros líderes de su partido, la Liga Nacional para la Democracia (LND), fueron detenidos.
Los soldados también rodearon los edificios donde viven los parlamentarios, y una diputada de la LND lo describió a la AFP como un “centro de detención al aire libre”. Algunos parlamentarios indicaron que se les autorizó a salir en la noche del martes.
Según la diputada, Aung San Suu Kyi y el presidente de la República, Win Myint, están “bajo arresto domiciliario” en la capital. Un portavoz de su partido indicó que no pudieron contactar con ella, pero algunos vecinos la vieron pasear en el jardín de su residencia
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“Ella camina para que la gente sepa que está en buen estado de salud”, declaró a la AFP Kyi Toe sobre la Premio Nobel de la Paz de 1991.
El ejército debe “reconocer el resultado” de las elecciones de noviembre, urgió la LND en Facebook, y denunció a su vez una “mancha en la historia del Estado y del Tatmadaw” del ejército birmano.
Los militares, que niegan la validez de esas elecciones ganadas por la LND, declararon el lunes el estado de emergencia durante un año, con lo que de forma abrupta pusieron fin a una década de proceso democrático.
50 AÑOS DE YUGO MILITAR
Veinticuatro horas después del golpe, la gente todavía tenía miedo a hablar por temor a represalias en un país que ha vivido bajo el yugo de la dictadura militar durante casi 50 años desde su independencia, en 1948.
“La gente tiene miedo de criticar abiertamente, aunque no nos gusta lo que está pasando”, dijo Maung Zaw, que atiende un pequeño puesto de carne, mientras un taxista confesó estar “preocupado y asustado”.
Sin embargo, el martes por la noche, en el barrio comercial de Rangún, los habitantes hicieron sonar sus bocinas y golpearon ollas y sartenes para protestar contra el golpe. Algunos gritaron “Viva la madre Suu”.
En la capital económica, de más de 5 millones de personas, no había señales de una presencia militar significativa, lo que demuestra la confianza de los militares en su control del país, según los observadores.
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Las conexiones telefónicas y el acceso a internet volvieron a funcionar, los bancos reabrieron, pero el aeropuerto internacional siguió cerrado.
Los mercados y las calles, que en general estaban animados a pesar de la pandemia de coronavirus, estaban en cambio más tranquilos que de costumbre.
Como si presintiera los acontecimientos, Aung San Suu Kyi había preparado un mensaje, antes de ser detenida, en el que insta a los birmanos a “no aceptar el golpe”.
Jóvenes birmanos anunciaron en las redes sociales una campaña de “desobediencia civil”, aunque todavía no se materializó en la calle.
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Pero el golpe de Estado también tiene apoyos. Cientos de partidarios del ejército se congregaron cerca de la pagoda de Shwedagon, agitando la bandera del país.
El ejército prometió celebrar nuevas elecciones “libres y justas” una vez que se levante el estado de emergencia de un año, pero los birmanos se mostraron pesimistas.
El jefe del ejército, Min Aung Hlaing, está considerado un paria en los países occidentales por la sangrienta represión de los militares contra la minoría musulmana de los rohinyás.
Esta tragedia ha llevado a Birmania a ser acusada de “genocidio” ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ), el máximo tribunal de la ONU.
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Aung San Suu Kyi, muy criticada internacionalmente por su pasividad en esta crisis que llevó a cientos de miles de rohinyás a refugiarse en Bangladés, sigue sin embargo siendo idolatrada su país.
La “Dama de Rangún” estuvo años en el exilio y regresó a Birmania en 1988, convirtiéndose en la principal figura de la oposición a la dictadura militar. Pasó 15 años en arresto domiciliario antes de ser liberada por el ejército en 2010. N