HOY EN DÍA es difícil encontrar dispositivos electrónicos que no se conecten a internet para recopilar información de sus usuarios. Incluso, electrodomésticos como detectores de humo, termostatos o refrigeradores también están almacenando datos de quienes los utilizan para monitorear sus hábitos, en muchos casos, sin su conocimiento.
Esta práctica es conocida como “vigilancia sensorial” y consiste en rastrear, almacenar, procesar y vender información del comportamiento de los consumidores, a partir de datos extraídos de sus propios sentidos (vista, audio, olfato, gusto, tacto). Esta no es una práctica nueva en la industria tecnológica. De hecho, muchas y reconocidas organizaciones tienen modelos de ingresos que se basan en vender esos datos personales y privados.
Estas son algunas de las formas en que estas compañías de tecnología recolectan información para rastrear aquello que “sienten” las personas que utilizan sus dispositivos.
Vista: el incremento en el uso de cámaras para hogares inteligentes permite a las empresas de vigilancia ver aquello que los consumidores están viendo. Con ellas pueden saber a qué hora llegamos a casa, si tenemos una mascota o cuándo nos entregan el correo, entre otros datos que alojan en la nube. Los avances en la detección de rostros y el reconocimiento facial, además, permiten a las empresas conocer otra información inmediata como, por ejemplo, quiénes nos visitan.
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Audio: hoy en día, la mayoría de dispositivos electrónicos integra algún asistente inteligente para que las personas los usen mediante comandos de voz. Sin embargo, existe un escenario tenebroso cuando los usuarios no son conscientes de que algunos dispositivos traen micrófonos y los “escuchan” en todo momento.
Mediante esta violación a la seguridad —que puede producirse en televisores o altavoces inteligentes—, estas organizaciones aumentan masivamente los datos que utilizan para entrenar sus motores de inteligencia artificial. Además, al igual que con el reconocimiento facial, pueden llegar a detectar la voz específica de un individuo (como si fueran “huellas dactilares”).
Olfato: seguramente no lo sabías, pero los detectores de humo y de monóxido de carbono conectados a internet cuentan con sensores que permiten que las compañías de tecnología creen bases de datos con olores. Si bien esto sirve para determinar variaciones en el ambiente y alertar en caso de encontrar sustancias peligrosas en el aire, también podría usarse para determinar el tipo de productos que se consumen o las rutinas al interior de los hogares: un activo totalmente monetizable.
Gusto y sabores: cada vez que gestiona sus compras desde su refrigerador inteligente, no solo le entrega su información bancaria y de su tarjeta de crédito, sino además le está contando a la empresa de tecnología cuáles son sus gustos, los sabores que prefiere y los productos que consume con regularidad. Estos equipos también cuentan con cámaras y micrófonos que podrían usarse para extractar datos de sus rutinas.
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Estado de ánimo: las películas y los programas que vemos, al igual que la música que escuchamos, ofrecen a las compañías tecnológicas una imagen bastante clara del estado de ánimo en el que nos encontramos. En múltiples casos, las empresas pueden saber cómo nos sentimos, lo que representa una oportunidad de oro para anunciantes y comerciantes.
Con el avance de los dispositivos inteligentes, los usuarios son cada vez menos conscientes de la información que están entregando a las grandes corporaciones tecnológicas ni de la forma como podría ser vendida y utilizada por terceros. Aunque la mayoría de estos equipos permite desactivar la posibilidad de compartir datos privados, las personas desconocen cómo acceder a ellos o simplemente confían en las opciones predeterminadas.
En todo caso, lo mejor es educarse como consumidores para conocer los riesgos de estos dispositivos, al tiempo que se adopta una postura firme sobre la privacidad. N
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Raju Vegesna es jefe evangelista de Zoho. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.