Sin intención ni mucho menos he alimentado el pesar de mi madre con el nulo interés que desde niña he manofestado hacía la maternidad o el matrimonio, hace mucho que ambas nos resignamos a que sería así, a qué soy así.
Hace algunos años reunió algo de esperanza cuando le presenté a Jorge , duró poco, terminamos después de que tuviera que rechazar el anillo de compromiso que se empeñó en darme frente a toda la familia en el cumpleaños de mi tía – no entiendo la necesidad de querer a toda costa complicarnos la vida si así nos llevábamos bien, ni las razones por las cuales lo hizo así en público, casi como si con eso la respuesta fuera a ser otra- él “quería más” pero nunca entendí más de que, si siempre he sido clara al momento de iniciar mis relaciones, creo que hay algo de necedad disfrazada de romance cuando se empeñan en insistir en algo que desde el inicio se les ha negado.
Poco después llegó Lorenzo y a mamá le brillaban los ojos como si acabara de bostezar cada que lo veía entrar a la habitación, era el tipo “ideal” que buscan las casaderas, ese espaldón, alto y guapo que le encanta a todas; amigas, mamás , abuelas, si, a todas menos a mi. Parte de su encanto fue lo que me desencantó, parecía que cada cita era la recreación de una escena de comedia romántica de televisión; menos orgánica que un árbol plástico de navidad.
Por un tiempo decidí quedarme soltera, aunque seguía viéndome con amigos especiales, sostenía a veces tórridos romances de fin de semana , algunas de mis conquistas eran prácticamente noviazgos informales sin tanta formalidad pero con responsabilidad afectiva, es decir; éramos honestos, claros y compartíamos apapachos de a deveras. Hubiera podido seguir así sin problema, si no fuera por mi afecto a la comedia improvisada, al famoso stand up, o quizá deba confesar que es más bien mi gusto por reírme de los infortunios ajenos lo que me llevó a mi situación actual.
Una noche que salí con Alba , mi amiga, fuimos a un bar famoso por el open mic una vez por semana , cualquiera podía anotarse como en karaoke para pedir su derecho al micrófono y por algo así como 5 minutos usarlo a sus anchas y adueñarse del escenario, la mayoría daba un tímido monólogo, se echaba un palomazo, contaba alguna anécdota de su día o intentaba hacer un chiste , de cualquier manera era agradable estar ahí y romper la rutina de vez en cuando para no seguir con los maratones del streaming (ahora inevitables y casi obligados).
Íbamos en el segundo trago cuando la vi; subía al frente una chica alta de piernas tan delgadas y largas que me recordó a Oliva la de Popeye, traía el pelo recogido en una trenza de lado y unos lentes de aumento que se le veían tan bien que parecían de utileria.
Su monólogo o bueno, más bien show iba acerca de las relaciones , hablaba de cómo era vivir con su novio, un tal Rogelio que sonaba tan encantador como narcisista (conceptos que normalmente van de la mano). Sus peripecias empezaban con la última visita de su suegra la semana pasada hasta la primera vez que tuvo que preparar algo de comer para él. Las anécdotas de cómo eran tan distintos y a la vez cómo eso era justo el pegamento que los mantenía juntos, mientras nosotras no encontrábamos espacio para dejar de reír y tomarle a la cerveza , y es que, escucharla y verla era igual de refrescante que darle un trago al tarro helado, al terminar sus 5 minutos la invitaron a extenderse otros 10, sobra decir que se robó la noche.
Los aplausos aún sonaban cuando no se de donde saque el valor y fui hacia ella para presentarme, quería ser su amiga o algo, no podía ignorar el imán en mi pecho que me jalaba con fuerza hacia ella. Gracias , soy Samantha me dijo después de que la felicité por su valor y talento , sonrió y me invitó a anotarme en la lista, idea que descarte de inmediato, jamás me ha gustado hablar en público. Pude darme cuenta a los pocos minutos de que Samantha era la dueña del bar, eso explicaba que se desenvolviera con desbordante confianza y causara tanto furor.
Estábamos en medio de la introducción cuando un hombre de barba desde detrás de la barra se acercó con un par de tragos para nosotras y se unió a la conversación, acompañó la repartición de las copas con una mirada cómplice y un saludo leve mientras sonreía, lo supe enseguida, debía ser Rogelio. Nos invitaron a sentarnos en su mesa el resto de la noche, Alba estaba encantada con ellos, yo también, tanto que nos estuvimos ahí hasta poco después de que tuvieran que cerrar, la plática fluía como si nos conociéramos de toda la vida , quedamos de vernos al día siguiente para comer en una fonda que recomendaban por el ramen casero que era la especialidad.
Al llegar a casa no podía dormir de lo emocionada que me sentía ¿qué rayos me estaba pasando? ¿A mi edad emocionada como adolescente por ir a comer con una amiga nueva? Entonces ya sospechaba que sería mucho más que eso, pero tampoco quería adelantarme.
Continuará…