A lo largo de los años, la manera en que los mexicanos celebran la Navidad ha cambiado constantemente.
EN MÉXICO los festejos navideños datan de hechos históricos con cientos de años de antigüedad producto de la mezcla cultural entre las comunidades indígenas y los españoles, pues mientras el señorío mexica, en la antigua Tenochtitlán, velaba por el nacimiento del dios Huitzilopochtli, los españoles que llegaron al continente americano trajeron tradiciones propias de la religión católica para recordar el nacimiento de Jesús.
El origen de esta celebración data de la época colonial, justo en el mes de diciembre, cuando los aztecas —también denominados mexicas— celebraban el nacimiento de su dios principal, Huitzilopochtli.
Los festejos comenzaban el 6 de diciembre con una duración de 20 días. En la noche del 24 de diciembre, la comunidad se reunía en los patios de los templos para esperar el solsticio de invierno. Y el 25 de diciembre la algarabía de una nueva estación llegaba a cada casa.
Sin embargo, tras la Conquista, los españoles tomaron provecho de estas festividades para evangelizar a los mexicas con la llegada del niño Jesús.
La etnohistoriadora Amparo de Jesús Rincón Pérez, jefa de la coordinación de Arte Popular de la Dirección General de Culturas Populares, Indígenas y Urbanas, menciona en una comunicación que, en México, el origen de las posadas datan de 1587, cuando fray Diego de Soria, prior del Convento de San Agustín de Acolman, en el Estado de México, le pidió permiso al papa Sixto V para celebrar las misas de aguinaldo, que tenían como propósito persuadir a todo el pueblo a participar en la celebración de la Navidad o Nacimiento de Jesús.
UNA TRADICIÓN CAMBIANTE
A lo largo de los años, la manera en que los mexicanos celebran la Navidad ha cambiado constantemente. Antes los festejos se realizaban en el atrio de las iglesias. Rezaban una novena que iniciaba con el rezo del santo rosario, para después extenderse por las casas y calles como fiestas populares.
En este sentido, para el maestro y coordinador del Seminario de Estudios sobre el Patrimonio Cultural en el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Jesús Antonio Machuca, desde el punto de vista cultural no hay que temer a los festejos importados, como la Navidad.
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“Es interesante cuando hay culturas que desaparecen de sus lugares de origen, pero persisten en los países donde estas personas emigran. Por este motivo no hay que desestimar el hecho de que sea una manifestación que nos llegó de mucho tiempo atrás y de muchos otros países, que la gente de México ha adoptado como propias y que, además, hay elementos añadidos”, explica en entrevista con Newsweek México.
De acuerdo con el especialista, siempre habrá elementos añadidos en las tradiciones, y eso es una característica. Aunque ya no se celebran como al inicio, las comunidades siempre tendrán la necesidad de conservarla, es decir, poner el pasado en el presente a través de repetir y reiterar determinados elementos.
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De acuerdo con la etnóloga Amparo de Jesús Rincón Pérez, de la Secretaría de Cultura, en el siglo XVIII se adoptó la costumbre de designar a nueve vecinos la organización de las posadas con una procesión que llega a sus casas acompañados de imágenes de la Virgen y San José mientras cantan letanías para pedir y dar posada. Peregrinos y moradores las entonan.
Otro de los elementos que la tradición mexicana retoma es la elaboración de piñatas de cartón o de barro con forma de una estrella y sus siete picos. Para la religión católica, estas piezas representan los siete pecados capitales que hay que destruir con un palo de madera y, así, terminar con las tentaciones.
Existen relatos que señalan que la tradición de la piñata se remonta a los antiguos mayas y aztecas, quienes practicaban un juego que consistía en romper una olla de barro que se balanceaba por medio de una cuerda, llevando los ojos vendados.
Otra conocida versión explica que la tradición de la piñata llegó a México en 1586, en el siglo XVI, cuando los frailes agustinos de Acolman de Nezahualcóyotl —hoy un poblado del Estado de México cercano a la zona arqueológica de Teotihuacán— recibieron la autorización del papa Sixto V para celebrar las denominadas “misas de aguinaldo” que, con el tiempo, se convertirían en las posadas.
ESFERAS NAVIDEÑAS, EL ARTE DE SOPLAR VIDRIO
Un elemento importante de la Navidad son las esferas, piezas de arte popular elaboradas a partir de la técnica del vidrio soplado. Según relatos populares en torno a ellas, en China ya las usaban desde hace más de 2,000 años. En cambio, para principios del siglo XVI, estas invaluables piezas ya se encontraban en la historia del árbol de Navidad en Alemania.
De acuerdo con la historia popular, la llegada de las esferas a México data del inicio de la celebración de la Navidad en el siglo XVII, con la preparación del árbol, la corona y los cirios de adviento.
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En el país hay dos pueblos mágicos considerados pioneros en la producción de esferas. Por un lado, está la comunidad de Tlalpujahua, en Michoacán, y por otro, Chignahuapan, en Puebla.
El poblado de Chignahuapan produce decenas de millones de esferas al año, con más de 200 fábricas y talleres donde familias artesanas dedican toda su creatividad para llenar de colorido cada delicada pieza.
Daniel Doctor y su socio Andrés Mejía emprendieron este año el proyecto denominado Regala Esferas Chignahuapan, dedicado al comercio de esferas de esta región, a través de plataformas digitales como Facebook, con el objetivo de apoyar a diversas familias artesanas y, así, permitirles ampliar las fronteras de su distribución, especialmente durante la pandemia por COVID-19 que les detuvo las ventas y el turismo.
Tras resultar una forma atractiva de vender estas piezas de arte popular, Daniel y Andrés notaron que el proyecto que emprendieron permitió que recibieran pedidos de distintos estados del país, de tal modo que han llevado las esferas de varias familias poblanas a distintas partes de México.
“Algo que nos gusta es que podemos acercar al mundo la belleza de estas artesanías, el trabajo de los artistas mexicanos. Mucho de lo que buscamos con este proyecto es que logren colocar sus piezas en México y en el mundo”, cuenta Daniel Doctor en entrevista con Newsweek México.
Otro de los aprendizajes que ambos se llevaron en este proceso es la elaboración de las esferas, ya que, aunque la temporada fuerte son las fiestas decembrinas, los artesanos realizan este trabajo casi todo el año con temas diferentes, como arreglos florales y calaveras sopladas en vidrio para los altares de muertos.
“Todo es diferente cuando te sientas con ellos y ves cómo hacen el doblez al soplar, pero también te das cuenta de los problemas de salud que derivan de su trabajo. Ellos enferman mucho de los pulmones tras desgastarse [con el tiempo] en hacer estas artesanías que llevan un poquito del aire de estas personas”, añade.
Daniel cuenta que las esferas que en Chignahuapan realizan son de tamaños y formas diversas, como las que tienen forma de flor de nochebuena, campanas y manzanas. Son adornadas con técnicas que van desde pintura a mano que asemejan vitrales hasta el tradicional arte de talavera poblana.
“Entre más conoces a la gente más te enamoras de Chignahuapan. Llevamos tres años viajando hacia allá y, para nosotros, esta es una forma de ayudar y devolverles un poco la alegría con este proyecto en línea ante un mundo que avanza rápido. No puedes sacrificar la tradición por la modernidad”, añade.
CENA Y FLORES DE FUEGO
En México, la comida y las flores también son parte de esta tradición con la simbólica flor de nochebuena. Relatos populares cuentan que esta planta se usó por primera vez en las fiestas navideñas del siglo XVII, en Taxco, Guerrero, donde un grupo de monjes franciscanos recolectó flores de nochebuena en los campos cercanos para una procesión conmemorativa de la Natividad.
Otro relato señala que, en la época colonial, la sociedad novohispana usó estas plantas en sus nacimientos y guirnaldas decorativas. A partir de entonces, la cuetlaxóchitl, como se denomina por la lengua náhuatl, es que está ligada a las festividades navideñas en México.
Entre los estados con mayor producción de nochebuena están Morelos, Michoacán, Ciudad de México, Puebla, Jalisco y Estado de México. Incluso, se le conoce como flor de pascua, estrella de navidad, santa catalina y flor de fuego.
Finalmente, no hay festejo sin la tradicional cena navideña que, de acuerdo con el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), es un ritual culinario que data de la Roma antigua, Inglaterra y la Colonia con la preparación de buñuelos, ponche y la colación en la mesa.
Entre los componentes litúrgicos de la cena navideña destaca el hecho de que durante la Nochebuena era obligatorio —en la época colonial— guardar vigilia, por lo que el tradicional guajolote se reservaba para el 25 de diciembre. Con el tiempo se incorporaron otros alimentos como pescados y hierbas que dan origen a platillos como el bacalao y los romeritos para estos festejos.
El maestro Antonio Machuca, coordinador del Seminario del Patrimonio Cultural del INAH, explica que el anhelo por la llegada de las fechas decembrinas es un factor, hasta ahora, poco estudiado, pero la idea de que haya una expectativa social denota ilusión y esperanza.
Esto implica que, a lo que se denomina “espíritu navideño” en cualquier manifestación cultural, la tradición está viva, y si esa expectativa existe quiere decir hay una fuerza de identidad.
“Hay identidades que tienen menos fuerza que otras. Esto tiene que ver con poder identificar dónde se está reforzando esa identidad. En este sentido, en México la comida refuerza mucho el factor identitario, incluso para toda la cultura nacional. En el tema navideño encontramos que lo culinario se vuelve un momento de convivialidad y de reunión en las familias”, concluye. N