La escuela Al Wehdah, cerca de la ciudad de Taiz (suroeste de Yemen), recibe a sus alumnos al inicio del año escolar con paredes pulverizadas por los bombardeos, techos destrozados y vigas que se tambalean, en un país devastado tras seis años de guerra.
No hay puertas, ni ventanas, ni mesas. Los niños se conforman con viejos cuadernos para asistir a las clases que valientes maestros dictan bajo techos de hormigón que corren el riesgo de derrumbarse en cualquier momento.
Ali Sultan, padre de un alumno, muestra a la AFP una pared en la que se lee en color rojo “peligro de minas”. Esta escuela, destruida en parte por un bombardeo en 2016, se encuentra en medio de un campo minado que ha sido limpiado para permitir el regreso de los alumnos de manera gradual.
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“Tuvimos que tomar una decisión difícil: o los dejábamos en casa o tomábamos el riesgo de hacerlos estudiar bajo los escombros”, asegura Sultan.
“Pasamos momentos muy difíciles”, remarca el padre del alumno haciendo referencia a los combates que tuvieron lugar en esta gran ciudad entre las fuerzas oficialistas y los rebeldes hutíes, que no dudan en disparar contra cualquier objetivo para responder a los ataques.
Según el director de Educación de toda la provincia de Taiz, Abdel Wasseh Chaddad, solamente en la capital homónima “al menos 47 escuelas fueron destruidas totalmente en los combates”.
“Peligro de derrumbe”
Chaddad se refiere también a la difícil decisión que debió tomar.
Asegura haber sido obligado a cerrar las escuelas destruidas y a dirigir a los estudiantes hacia los lugares donde pudieran recibirlos, incluso si eso implicaba que algunos de ellos tuvieran que hacer varios kilómetros para llegar allí.
Sin tener un pizarrón, Jamila al Wafi escribe el tema de la clase en lápiz sobre una viga de soporte. Los alumnos, sentados en el suelo, escuchan con atención y escriben en sus cuadernos.
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Terminada la lección, bajan del aula, ubicada en el primer piso, utilizando un techo colapsado que hace las veces de escalera.
“Tenemos 500 alumnos”, asegura a la AFP Wafi, vestida de negro con el rostro cubierto por un niqab, aclarando que niños y niñas asisten a clases por separado.
“Pedimos al mundo entero y a los empresarios que salven esta escuela que puede derrumbarse en cualquier momento”, implora.
En el patio, los niños y las niñas se alinean en silencio mientras esperan para ingresar a las aulas o hacer deporte.
“¿Una generación perdida?”
En todo Yemen, más de 2,500 escuelas quedaron sin funcionamiento en 2019 según la ONU, de las cuales dos tercios fueron dañadas por los ataques, un 27% cerradas y un 7% son utilizadas por el ejército o como refugios para personas sin hogar.
Dos de los siete millones de niños yemeníes en edad escolar no están escolarizados, según la misma fuente.
La guerra en Yemen enfrenta a los rebeldes hutíes, cercanos a Irán –que controlan Saná– y gran parte del norte del país- con el gobierno, apoyado militarmente por una coalición liderada por Arabia Saudí.
El conflicto se ha cobrado decenas de miles de vidas, en su mayoría civiles, según ONG internacionales y ha provocado lo que la ONU ha descrito como la peor crisis humanitaria del mundo.
Alrededor de 3,3 millones de personas han tenido que partir y más de 24 millones –más del 80% de la población– necesitan asistencia, según la ONU.