Sin duda la Internet ha realizado grandes modificaciones a las rutas de acceso a la información. Los usuarios de las tecnologías de la información y la comunicación tienen en sus ordenadores o en el cuenco de sus manos ciencias aplicadas con una cantidad inconmensurable de contenidos, regalados además. Nichos, programas, aplicaciones, redes sociales…, son grandes avenidas de interacción de sujetos comunicadores, contenidos y consumidores. El ciberespacio ha creado otros mundos no imaginados por la ciencia ficción. El espacio público se enriqueció y con ello posibilita la creatividad, la imaginación, el intercambio de opiniones y discursos que impulsan la acción social colectiva, se trata de nueva comunidades.
Partamos de la facilidad tecnológica con cimiente en la “nano tecnología”, así todo usuario es un productor en potencia, quizá, superior a Don Epigmenio Ibarra cuya creatividad se agotó en la ideología que, en su derecho, le entalla. La comunicación, la sincronización de audio y vídeo de manera espectacular son los ya famosos “YouTubers”, líderes de opinión en los que la diferencia entre productor y consumidor es imperceptible. Asistimos a una nueva época, que sepulta la temporada dorada de medios masificadores. Las mases se convirtieron en públicos, estratificados e identificados, por mercados, culturas, ideologías, conveniencias…, siguen consumiendo, compartiendo, desvelando, sus imágenes con audios está siempre en espera de ser electo por un “clic”, un exploratorio comunicativo e informativo con variedades infinitas de mensajes, comparten significados de construcción colectiva. El consumidor de contenidos propone el propio diseño de los productos, incluso.
Lo paradójico es que en política, el poder sigue sometiendo, en primer término al saber, luego a la voluntad, a la cultura, al carácter de las personas; el mensaje deforma las interpretaciones, manipula las decisiones, subsume la dignidad social… En política se alumbra la idea, se desarrolla la narrativa, se adereza con malos entendidos, confusiones, apreciaciones parciales, rencores y venganzas se saturan de falsedades en clave de escándalo y se apela al viejo truco de maniobrar las emociones. Recuerdan la película “Cuando los hijos se van”, pareciera que solo muestra la realidad de una sociedad ensimismada y recoleta de la generación adulta frente a la joven, el drama y las lágrimas no tardan en aparecer en escena, pero también muestra con toda amplitud que la generación de adultos culturalmente estaba cerrando un ciclo, se cancelaba ese modelo cultural.
Hoy en 2020 las plataformas como “YouTube”, por citar solo una, son teatros con marquesinas creadoras de audiencias. Las redes sociales con actividad, insisto, por sí mismas, diseñan, crean, producen, distribuyen y debaten entre las audiencias, sin necesidad de acudir a los medios convencionales. Los políticos, en medio de sus profundos límites culturales, acuden a asesorías, consultorías, despachos de monitoreo, que les construyan la narrativa y den seguimiento a contenidos de, activistas, opositores, participantes, que producen y comparten sus mensajes poniendo en evidencia las ineficiencias del político, la “Kriptonita” que les afecta son, incultura, corrupción, ineficacia…, mostrada en pantallas, vídeos y audios que muestra situaciones desagradables que controlan por vía del escándalo. La producción de contenidos en el marco de anomia y en libertad amplia no tiene control; por ello, la guerra de vídeos que padecemos en estos días es en este marco. Cada vídeo merecerá otro video, en clave de ley termodinámica, “… a toda acción corresponderá otra igual pero en sentido opuesto…”. Un espiral lleno de comedia, cinismo, violencia, desagradables contenidos ideológicos, muestran su estado de ancianidad, contenidos anémicos, juicios bulímicos, relatos sin contenidos en vídeos-políticos, vídeo-escándalos, de pleitos entre caprichudos. Lamentablemente los auditorios aceptan y prefieren estos bullicios, lo que se traduce en una carencia del interés de la sociedad por los asuntos políticos.
La guerra de vídeos modificará nuestros hábitos de consumo, intentan sofocar el interés colectivo por la política, en el fondo protegen las haciendas públicas que son su único interés, desde luego, el escándalo que inhiba el interés por el conocimiento, las riquezas naturales, que por cierto, merman en marcos silentes. Una prueba, los vídeos re-producen ediciones y se anexan voces incógnitas, con ello se muestra discrepancia con lo que está ocurriendo pues la mayoría de las recepciones de la narrativa no está en el ámbito político sino del entretenimiento y el escándalo.
La presencia de info-entretenimiento en estos vídeo contienen el protagonismo de los líderes políticos en asuntos públicos con marcado interés personal, atractivo muy superior al interés social, lo que afecta a la real información política, sin duda, son imágenes deficientes y de mala calidad informativa, en el terreno del Derecho no hacen prueba plena, son impulsores de incomodidades morales, que atienden asuntos de interés público en clave de comedia. Son un reto para el periodismo profesional, la verificación de datos para mostrar solo los fiables, para procesarlos con pedagogía pública, para que tengan un impacto adecuado en sociedad.