Tengo para mí que la sociedad, a propósito de la pandemia y de las crisis profundas, tiene dos grande alamedas por donde transita su democracia, lo podamos entender o no, cuenta con un proyecto completo y firme; otra avenida adecua un pensamiento abierto, múltiples rutas, pluralidad de caminos temáticos. Con ello la posibilidad de muchas interpretaciones. Una voluntad política mostrada procedimental y jurisdiccionalmente, es decir, la decisión individual para otorgar el mando democrático debe procesarse con reglas aceptadas y claras, eso aconteció en 2018, no lo perdamos de vista. Parece que se nos olvida preguntar por nuestro, ser social nacional, sentido e identidad, nuestra realidad construida desde las urnas. Debemos preguntar las cosas cuando decimos que son. Se trata de conocer el modo como se da la democracia en nuestra cotidianidad.
Es en el ámbito de la vivencia cotidiana donde está la facticidad para plantearnos cuestionamientos de fondo sobre el ser democrático. No debemos pervertir a ese ser político perdiéndolo en laberintos ideológicos que lo velan, esconden, minimizan… ¡En efecto, somos comunicación!, pero ésta comparte significados si quiere ser auténtica, si no lo hace no hay comunicación; de ese formato comunicativo los políticos se aprovechan y la sustituyen por el modo como este se nos presenta, solo como imágenes. El gobernante releva sus obligaciones constitucionales y se embelesa con el espejo de Narciso, mandan al baúl de los trastos viejos la información, se cuelgan como Tarzán de las lianas de la propaganda y la publicidad, la ideologización de sus postulados y el mercado de sus productos; son discursos que no resisten la prueba de coherencia ni de correspondencia con la realidad. Imágenes de políticos surgidas de estudios profesionales, con y sin barba, con sombrero y sin él, con corbata y sin ella…, un activo que “no descansa por el bien de los pobres”.
La relación con el mundo social engendra nuestras preocupaciones solo en relación a la discusión provocada por la propaganda y la publicidad, con ello inhiben la posibilidad que las y los ciudadanos piensen en su ser, y en su desarrollo cotidiano. Este interesante fenómeno comunicativo abrió el extravío político. Veámoslo en las redes sociales, la mayor parte de las interlocuciones son pleitos ideológicos con argumentos violentos, groseros, llenos de posverdad, solo evaluemos el “tema los niños con cáncer”, es una pérdida del sentido social y político de nuestra sociedad. El cuerpo social es sometido intencionalmente a la desorientación, sometido a regresar a las urnas con su voluntad, nada importa su miseria, enfermedades, educación… la ciudadanía en el rol de sociedad trata de buscarse pero lo que encuentra es lo otro que lo distrae, las voces imperativas de políticos forrados de publicidad y propaganda; las y los ciudadanos no se percatan que el valor de la existencia reside en el encuentro mismo con su condición ontológica, su tiempo se satura con el engaño de lo inauténtico, fórmula de la clase política para que no se dé el milagro democrático del descubrimiento de la capacidad del ser humano para mostrar desde la oscuridad la luz de la verdad en el sentido más originario.
Veámoslo así, la ciudadanía en la medida que pierde sus lazos con lo fundamental, queda secuestrado entre los políticos en calidad de entes intermedios y alcahuetes. El mundo que los políticos permiten es solo el mundo mediático, en el que la información no tiene cabida, por tanto lo sujeta a una existencia social siempre provisional que aleja a la ciudadanía de sí misma, la aleja del poder político, del ser político, de construir una sociedad política. La existencia política es presa de distracciones constantes y de contradicciones inconmensurables como las justificaciones ideologías, sus maneras erráticas de sus propias ideas, la sociedad en calidad de electores se ocupa de cuidarse de otras presencias, en lugar de construir juntos la cordialidad de la democracia en la que los mejores argumentos deben atender las discusiones. Lo que le queda al cuerpo electoral es ser un objeto obediente, una estadística de preferencia electoral a disposición y uso de gobernantes y partidos políticos.
La realidad que hoy vivimos es de electores y electoras siempre disponibles y a la mano, instaladas para utilización y remplazo. Empero, la realidad, no le demos vuelta se padece, lo que pende depende, de la realidad penden nuevas presencias. 2021, es la hora de elegir con lucidez, elegir es un acto de alta responsabilidad política, es muy simple, al gobernante y sus partidos se le debe otorgar el beneficio de la duda, pero decidir con autenticidad, con coherencia política para la reivindicación de su papel de soberano de las representaciones políticas; decirle NO a la explotación publicitaria de sentimientos por parte de los políticos. Decirle SI a la libertad y autonomía ciudadana para votar. Escoger y elegir un mejor futuro.