Debido a las recientes protestas “Black Lives Matter”, China, Rusia e Irán han aprovechado la oportunidad para criticar el racismo de la sociedad estadounidense. Sin embargo, mientras se erigen en jueces de los problemas que enfrenta Estados Unidos, los tres países no dejan de perseguir a los disidentes y a las minorías de sus territorios.
“El gobierno de Estados Unidos merece el repudio mundial por hacer nada para terminar con el racismo y la brutalidad policiaca que infectan su sistema de justicia criminal”, afirmó Kenneth Roth, director ejecutivo de Human Rights Watch, en una declaración para Newsweek.
“No obstante, también podemos ver la intención distractora de quienes se han sumado a las críticas. Entre ellos, el gobierno chino, que ha detenido a un millón de uigures y otros musulmanes túrquicos para forzarlos a renunciar al Islam; o los regímenes iraní y ruso, que persiguen minorías como los bahá’i y los tártaros de Crimea”.
El domingo pasado, durante una entrevista televisiva, Maria Zakharova, portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia señaló que el “problema del racismo en la sociedad occidental” se ha “puesto de manifiesto” en Estados Unidos.
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“Es imposible disimular el alcance de esta enfermedad”, prosiguió Zakharova para la agencia noticiosa estatal TASS, acusando a Estados Unidos de hipocresía por atreverse a amonestar a otras naciones.
A decir de The New York Times, poco antes la portavoz describió la muerte de George Floyd como “una tragedia estadounidense”, y en cuanto a la controvertida intervención policiaca en las manifestaciones del país, añadió que “las autoridades no pueden violar el derecho de la ciudadanía a manifestarse de forma pacífica”.
Pese a ello, Zakharova nada dijo sobre el hecho de que la policía rusa también sofoca las protestas contra el régimen de Putin -y lo hace de una forma inmediata y brutal-, en tanto que la disidencia es duramente castigada. Es más, varios disidentes prominentes (entre ellos, activistas y reporteros) han sido asesinados sin tapujos o han muerto en circunstancias sospechosas.
Entre los incidentes más recientes se cuentan los médicos y funcionarios de salud que criticaron la actuación del gobierno durante la pandemia actual, y luego terminaron “suicidándose” al lanzarse por una ventana.
Por otra parte, Rusia mantiene relaciones muy tensas con algunas de sus minorías. Un ejemplo: los testigos de Jehová se han convertido en blanco de represalias que han conducido al encarcelamiento de decenas de creyentes, así como al cierre de numerosos templos. Y todo, con el pretexto de combatir el extremismo.
Desde la ocupación de Ucrania en 2014, los tártaros de Crimea -quienes padecieron de manera indescriptible bajo el régimen soviético- enfrentan nuevas persecuciones que el gobierno ruso también disfraza como combate del extremismo.
En una entrada reciente de su blog, el Consejo Atlántico (organización de expertos) informa que dos activistas del grupo de derechos humanos PEN International advirtieron que la Rusia de Putin está “reprimiendo brutalmente los derechos de los tártaros de Crimea y tratando de aniquilar su identidad”.
“Aun cuando afirma estar combatiendo la militancia islamista y otras formas de extremismo, Rusia ha lanzado ataques contra numerosos tártaros crimeos que se han pronunciado contra la ocupación, incluidos reporteros, fotógrafos y activistas”, escribieron los autores del blog.
China también ha aprovechado los disturbios de Estados Unidos para tocar el problema del racismo. La semana pasada, el Global Times -diario estatal que refleja las perspectivas de la elite gobernante- publicó un editorial instando al gobierno de Estados Unidos a “reflexionar sobre su discriminación social y económica”.
“Si bien la discriminación racial es un problema crónico de la sociedad estadounidense, los políticos del país han hecho la vista gorda durante mucho tiempo”, puntualiza el editorial. “Hace décadas que no hacen esfuerzos para resolver una situación que, finalmente, ha estallado con tremenda violencia…”.
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“Es verdad que la violencia es innecesaria y que no debe fomentarse, pero también es innegable que ha llegado el momento de que los estadounidenses reflexionen en la manera como habrán de superar ese problema, a fin de crear un sociedad y una economía realmente equitativas”.
Como Estado comunista -y por tanto, unipartidista-, las autoridades chinas no toleran crítica alguna del régimen, por lo que el gobierno emprende operativos regulares para censurar la Internet y los medios con objeto de eliminar la disidencia o cualquier contenido que disguste a los dirigentes del país.
Uno de los temas suprimidos es la persecución de los musulmanes uigur del país, más de un millón de los cuales se encuentran encerrados en campamentos de “reeducación”; también en su caso, bajo la pantalla de combatir el extremismo y el terrorismo. No conforme con esto, el gobierno ha ordenado la demolición de mezquitas y demás santuarios islámicos, algunos de ellos muy antiguos.
En 2017, las autoridades de la Región Autónoma Uigur de Sinkiang (RAUX; en el lejano oeste de China) adoptaron “Reglamentos para la des-extremificación”, dirigidos contra las prácticas culturales de los ochos millones de musulmanes de dicha área, a los que han puesto bajo estrecha vigilancia.
“Según la nueva reglamentación, toda manifestación religiosa y cultural, ya sea pública o privada -desde el crecimiento de una barba ‘anormal’, el uso de velo o hiyab, las oraciones a horas regulares, el ayuno y la abstinencia de alcohol, hasta la posesión de libros o artículos sobre el Islam o la cultura uigur- podrá considerarse una manifestación de ‘extremismo’”, alerta un informe de Amnistía Internacional.
“Otros motivos de sospecha incluyen tener contacto con extranjeros y viajar al extranjero por motivos de trabajo o educación, sobre todo si el destino es un país de mayoría musulmana. Hombres y mujeres; jóvenes y viejos; residentes urbanos y rurales… todos corren el riesgo de ser detenidos”.
“Los controles de seguridad, tan omnipresentes que se han vuelto parte de la vida cotidiana de los habitantes de RAUX, brindan muchas oportunidades para decomisar teléfonos celulares y buscar contenidos sospechosos, o para verificar la identidad de las personas con software para reconocimiento facial”.
La presidencia Trump ha adoptado una postura tan agresiva frente a Irán que, en enero pasado, después que las fuerzas de Estados Unidos asesinaran al prominente general iraní, Qassem Soleimani, el mundo se vio ensombrecido por la amenaza de una guerra entre las dos potencias.
Ambos países se lanzan airadas acusaciones con cierta regularidad, por lo que Irán parece haber decidido que las protestas “Black Lives Matter” son un buen momento para fustigar al gobierno de Estados Unidos por el tema de las relaciones raciales. Y así, a fines de mayo, Reuters dio a conocer una declaración en la que el Ministerio del Exterior iraní condena “el trágico asesinato de personas negras y la mortífera discriminación racial de Estados Unidos. Las voces de los manifestantes deben ser escuchadas”.
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Ahora bien, la República Islámica de Irán está sometida a un régimen religioso de línea dura que combate la oposición deteniendo a los críticos, reprimiendo con violencia las protestas antigubernamentales, y condenando a muerte a los homosexuales.
Hace poco, Human Rights Watch publicó un informe sobre la situación en Irán y destacó el trance por el que están pasando los bahá’i, un grupo religioso de minoría que ha sido objeto de una grave persecución desde 1979, tras el triunfo de la Revolución Islámica. “La ley iraní ha proscrito el bahaísmo y discrimina a sus seguidores”, revela el documento.
“Las autoridades acostumbran formular acusaciones confusas, argumentando la seguridad nacional, para seguir arrestando y enjuiciando a los bahá`i, y para negar o retirar las licencias de los negocios propiedad del grupo. Y también debido a sus creencias religiosas, los funcionarios iraníes se niegan, sistemáticamente, a permitir que los bahá’i se matriculen en las universidades públicas”.
“Sin embargo, el gobierno iraní también discrimina a otras minorías religiosas -entre ellas, los musulmanes sunitas- y restringe las actividades tanto culturales como políticas de las minorías étnicas azerí, kurda, árabe y baluchi”.
Estalladas en todo el territorio de Estados Unidos en respuesta a la muerte de George Floyd, las protestas “Black Lives Matter” se han extendido por buena parte del mundo, con manifestaciones organizadas en el Reino Unido, Francia, Alemania, Australia, Corea del Sur, Japón y muchos otros países.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek