Hay quienes relacionan la palabra divorcio con fracaso, sin importar los motivos de la separación hay presente un halo sombrío al momento de mencionar que una separación es inminente, irreparable. Para muchos es como si se aplicara la voluntad anticipada al tema del amor; o bueno mejor dicho con el matrimonio, que no siempre está relacionado con el sentimiento.
Contrario a la opinión de María, Orlando creía en agotar todas las opciones y posibilidades antes de decir adiós, que no hacerlo era darse por vencido, rendirse antes de entrar al campo de batalla; fracasar. Ella sentía que el amor que había entre ambos no era suficiente para mantenerse viviendo bajo el mismo techo, a pesar de que las diferencias no eran irreconciliables.
María y Orlando llevaban juntos un par de meses cuando decidieron terminar su relación, fue hasta años más tarde en un funeral que se reencontraron y decidieron darse una nueva oportunidad, esta vez más formal, sin medias tintas, ambos le apostaron al todo o nada sin tomar en cuenta que pocas veces se trata de blanco o negro; que es justo en las escalas de gris donde solemos pasar más tiempo.
Casarse, tener hijos, envejecer juntos, tomarse de la mano con la piel cada vez más arrugada y delgadita; suenan los obvios siguientes pasos después de dar el sí, pero hay en ocasiones hay que tomar distintos caminos a los pensados para obtener aquello que tanto anhelamos. En este caso no fue hasta semanas después de firmar los papeles de divorció que María comenzó a darse cuenta de que Orlando no era el problema, que las actividades y tareas en casa continuaban como siempre, solo que ahora no estaba él para platicar sobre lo que pasó en el día mientras limpiaban la cocina en la noche. Notó que, de cualquier forma todas las pequeñas cosas que tenía que hacer antes seguían formándose en la línea de las responsabilidades a cumplir antes del fin del día, del final del mes, pero de todo, lo que más la sorprendía era el inmenso hueco entre su pecho el estómago que sentía cada vez que no estaba cerca de él, vaya ironía; el divorcio la había vuelto a enamorar de Orlando pero para él la historia era distinta.
Nunca quiso divorciarse, casi a regañadientes lo llevó la mañana del divorcio, con cara de genuina sorpresa rechazó la invitación a desayunar que María le hizo al salir con su nueva acta entre los dedos. Tardaría varios meses en sentirse y verse mejor, su físico había desmejorado y contrario a ella, él estaba pasando un muy mal rato. Algo era seguro para él, no habría más bodas, ni segundas oportunidades ni nada, una vez fuera se acababa de una vez por todas, o eso se repetía hasta quedarse dormido como un mantra.
Pasó un tiempo antes de que se vieran de nuevo, Orlando estaba distinto. Le brillaban los ojos, estaba repuesto y con mejor humor, ya no estaba triste o al menos si lo estaba lo ocultaba muy bien. María tenía ganas de romper el acta de divorcio, mudarse de regreso, sin hacer ruido sacar las maletas y acomodar en su lado del closet todo, hacer de cuenta que nada había pasado, pero ya era tarde, Orlando había seguido adelante.
No iba a ser fácil, reconquistar a su ex esposo era una tarea complicada, más cuando él parecía estar mejor que nunca antes. Pero en la práctica no siempre nos va como lo planeamos. Después de un par de encuentro tomaron distancia de nuevo, María no quería presionarlo pero estaba clara en algo, se había divorciado del amor de su vida y no quería perderlo de nuevo.
El plan reconquista no era exactamente muy elaborado, él ya no la llamaba diario a ver qué necesitaba, tampoco le llevaba cafés sorpresa a media mañana, no podía hacerle piojito hasta que se quedara dormido, había que volver a empezar porque todo aquello que daba por sentado antes hoy parecía lejos de poder volver a pasar. Hasta que pasó.
Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde, o en este caso hasta que casi lo ha perdido. María entendió que, estar casada era mucho más sencillo que estar sin él hasta que ya no tuvo otra opción, mientras que Orlando aun la deja creer que tiene que reconquistarlo solo por diversión porque aunque firmó los papeles sigue llevando su anillo.