Grupos para la defensa de la privacidad temen que el rastreo de contactos, medida adoptada para combatir los brotes del nuevo coronavirus, pueda seguir utilizándose para hacer un seguimiento de la ciudadanía una vez que haya terminado la pandemia.
La inquietud emerge a la vez que las aplicaciones (apps) desarrolladas con motivo de la crisis de la COVID-19 empiezan a ser obligatorias y hasta permanentes en ciertos países.
Por ejemplo, la ciudad china de Hangzhou, capital de la provincia de Zheijang, tiene el proyecto de volver permanente su sistema, implementado con carácter obligatorio durante la crisis del SARS-CoV-2. Según el argumento de las autoridades, la app ayudaría a crear un “firewall que fortalecerá la salud y la inmunidad de la ciudadanía” una vez superada la pandemia.
Por su parte, India ha decretado que los trabajadores utilicen una app Bluetooth para rastreo de contactos, la cual recoge datos de ubicación y también es obligatoria para quienes viajen en los trenes de todo el país.
En sus esfuerzos para contener la pandemia, naciones de todo el mundo señalan la necesidad de rastrear contactos, ya que esto permite alertar a las personas sobre la posibilidad de que hayan tenido contacto con individuos infectados.
Lee más: ¿Rastrear teléfonos para identificar a los posibles portadores de COVID-19?
Tras observar los resultados obtenidos con estas medidas en países como China, Singapur y Corea del Sur, varios países occidentales -incluidos Estados Unidos y el Reino Unido- están analizando la adopción de una estrategia similar.
De hecho, con la finalidad de contener una segunda oleada de brotes, hay propuestas para que Estados Unidos movilice hasta 100,000 trabajadores para que hagan el seguimiento de los individuos expuestos.
Ray Walsh, experto en privacidad digital para ProPrivacy -organización defensora de la libertad digital- ha expresado la inquietud de que las tácticas que han implementado países como China puedan extenderse a otras naciones.
En una declaración para Newsweek, Walsh manifestó: “No queremos que la privacidad se vea amenazada por el coronavirus o alguna pandemia posterior”.
El experto agregó que, a la vez que se analizan las distintas medidas para rastreo de contactos, las autoridades tendrán que determinar un periodo de vigencia para dichas disposiciones.
“El gobierno tendrá que precisar el momento en que la sociedad podrá regresar a la normalidad o bien, definir si habremos de mantener el seguimiento para evitar que [la infección] repunte”, precisó, añadiendo que, en su opinión, es necesario que las autoridades determinen, claramente, el periodo en que habrá de interrumpirse el rastreo de contactos.
Walsh advirtió que, si no se especifica el final de semejante vigilancia, la continuidad de las medidas de rastreo podría impactar en la manera como interactuamos, y esto impedirá que volvamos a la normalidad social.
“[El tema de la vigilancia] puede repercutir, incluso, en nuestra reputación, lo que ha dado pie a comparaciones con programas como ‘Black Mirror’”, señala el experto.
“Es evidente que [el rastreo de contactos] tiene el potencial de trastornar la estructura social que hemos conocido hasta ahora”, afirmó Walsh.
A futuro, la persistencia de este tipo de apps podría reducir las posibilidades de desplazarnos sin temor de que el gobierno conozca nuestro paradero o identifique a las personas que frecuentamos. Y esto, a su vez, repercutirá tanto en nuestra conducta como en nuestras relaciones interpersonales, previno Walsh.
Te puede interesar: ¿Se deben rastrear celulares para castigar a las personas que violen la cuarentena?
Hasta el momento, la mayor parte de los países contempla que la adopción de las aplicaciones de rastreo sea voluntaria. Sin embargo, las presiones sanitarias podrían ocasionar que algunos Estados exijan su uso para realizar viajes, de modo que las apps podrían volverse indispensables para algunas personas, concluyó el experto.
Para Gus Hosein, director ejecutivo de Privacy International, la inquietud estriba en lo que sucederá con las apps una vez que la pandemia o los brotes nacionales se consideren controlados.
“No me parece que esos sistemas sean una mala idea. No obstante, lo que me preocupa es el uso que puedan darles una vez que termine la pandemia”, cuestiona Hosein.
“Esa es mi principal objeción”, dijo a Newsweek.
Hosein insiste en que, con objeto de que gran parte de la población descargue las apps, es indispensable que desarrolladores y autoridades “demuestren que son dignos de nuestra confianza”.
En cuanto al uso potencial de las aplicaciones en el futuro, Hosein dijo: “Es necesario que el propósito esté bien definido y que nunca se modifique”.
Si el objetivo es confuso y la utilidad se extiende más allá de lo propuesto, las apps podrían volverse una “pesadilla potencial” para la libertad de desplazamiento, en tanto que sus usos posteriores podrían resultar problemáticos. Porque, si bien es cierto que el propósito inicial de las apps es responder a la pandemia actual, después podrían utilizarse como parte de los preparativos para la próxima crisis sanitaria o incluso para investigaciones de salud más extensas.
A decir de Hosein, la recolección de datos tendría que interrumpirse tan pronto como la Organización Mundial de la Salud (OMS) declare el fin de la pandemia, momento en también habría de borrarse toda la información recogida.
Omer Tene, director de conocimientos en la organización no lucrativa International Association of Privacy Professionals (IAPP), hizo referencia al riesgo del fenómeno conocido como “function creep” [funcionalidad subrepticia], el cual consiste en utilizar una tecnología con fines ulteriores al propósito original.
“La ‘funcionalidad insidiosa’ es un problema inherente a las instituciones y a las tecnologías nuevas. Por ejemplo, a partir del 11 de septiembre se estableció una infraestructura de vigilancia que permaneció operativa muchos años después de los ataques terroristas; y sigue vigente para algunos aspectos”, explicó a Newsweek.
Tene señala que todas las apps deben hacer énfasis en la privacidad, incluso desde la etapa de diseño, y agregó: “A tal fin, hacen falta legislaciones y reglamentos, como los proyectos de ley que ya están analizando las dos bancadas del Congreso de Estados Unidos. Es necesario que cualquier [esquema de rastreo de contactos] esté sujeto a políticas de restricción una vez controlada la crisis de la COVID-19”.
Tene agregó que, aun cuando las aplicaciones sean opcionales y los usuarios puedan desactivarlas cuando quieran, es indispensable que existan legislaciones que obliguen a interrumpir la recolección de datos “una vez que finalice la emergencia de salud pública”.
Por lo pronto, el gobierno de Estados Unidos no tiene planes para implementar una aplicación en todo el país, de modo que cada entidad federal está adoptando medidas individuales. Por ejemplo, Alabama, Dakota del Norte y Carolina del Sur han anunciado colaboraciones con Apple y Google para crear apps que permitan realizar el seguimiento de contactos, en el entendido de que los sistemas de ambas compañías -denominados interfaces de programación de aplicaciones (API)- solo podrán utilizarse durante la respuesta a la crisis pandémica.
En alguna oportunidad, el presidente Donald Trump se refirió a las inquietudes ciudadanas relacionadas con la tecnología para rastreo de contactos, arguyendo que los estadounidenses tendrían “problemas constitucionales” para su adopción.
Pese a ello, muchos expertos consideran que el seguimiento de contactos es fundamental para evitar una diseminación viral masiva, y los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) han descrito esta tecnología como “una estrategia clave para prevenir una mayor propagación de la COVID-19”.
Entre tanto, el Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS, ha hecho énfasis en que, a fin de controlar la pandemia, todos “los países deben [adoptar medidas de] aislamiento, pruebas, tratamiento y rastreo”.
El pasado mes de marzo, el funcionario de sanidad dijo: “La columna vertebral de toda respuesta nacional es aislar, hacer pruebas y tratar cada caso sospechoso, así como rastrear a cada uno de los contactos”.
Todo apunta a que el rastreo de contactos se expandirá por todo el mundo. Sin embargo, dado que cada país habrá de determinar la estrategia nacional, no queda claro cuáles serán los parámetros de las distintas medidas que tendremos que adoptar.
La cifra de contagios sigue aumentando en todo el planeta. A decir de la Universidad Johns Hopkins, el SARS-CoV-2 ha infectado a más de 5.7 millones de personas desde que iniciara la pandemia.
Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek