La “pandemia” de la contaminación del aire ocasiona más muertes prematuras que el tabaquismo, el paludismo [malaria] y el VIH/SIDA. Al menos, eso afirman los autores de una investigación reciente, quienes utilizaron un nuevo modelo de análisis de riesgo con el que pudieron demostrar que la contaminación del aire resta un promedio de casi tres años a la vida humana, lo que se tradujo en 8.8 millones de defunciones prematuras durante 2015.
Los investigadores hallaron que, en comparación con la contaminación del aire, el tabaquismo reduce la expectativa de vida en 2.2 años, mientras que la pérdida debida al VIH/SIDA promedia alrededor de 0.7 años. Además, establecieron que las enfermedades parasitarias, como el paludismo, resultan en una disminución de 0.6 años, en tanto que la violencia -incluida la guerra- recorta la expectativa de vida en 0.3 años.
Este martes 3 de marzo, el equipo dirigido por los doctores Jos Lelieveld y Thomas Münzel (del Instituto de Química Max Planck y el Centro Médico Universitario de Maguncia, Alemania, respectivamente) publicó sus resultados en la revista Cardiovascular Research.
Con base en la premisa de que la exposición prolongada a la contaminación del aire aumenta el riesgo de enfermedades respiratorias y cardiacas, los científicos tomaron el paradigma Global Exposure Mortality Model (GEMM; Modelo de Mortalidad por Exposición Global) e incorporaron los datos obtenidos de otras investigaciones que han estudiado el impacto de la contaminación del aire. A continuación, corrieron el modelo con las tasas de mortalidad que podrían atribuirse a la contaminación del aire, y compararon esos resultados con los de otros factores que acortan la expectativa de vida. GEMM también les permitió analizar los efectos de las distintas fuentes de contaminación (desde combustibles fósiles hasta incendios forestales) y su impacto en las tasas de mortalidad.
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Los científicos hallaron que, en 2015, la contaminación del aire impactó de manera importante en las tasas de mortalidad de Asia oriental y Europa (con 196 y 133 muertes anuales por cada 100,000 habitantes, respectivamente). El modelo GEMM permitió determinar que la mayor parte de esas muertes se debió a las emisiones derivadas de los combustibles fósiles, y los resultados apuntaron a que la expectativa de vida podría aumentar entre 1.1 y 1.7 años si fuera posible eliminar todas las emisiones antropogénicas.
En cuanto a Estados Unidos, el modelo reveló que la contaminación del aire ha acortado la expectativa de vida en 1.4 años, situación que podría corregirse casi por completo con la eliminación gradual de los combustibles fósiles. Por todo lo anterior, los investigadores opinan que la contaminación del aire podría calificarse de “pandemia”, debido a la rapidez de su diseminación y a sus consecuencias para la salud.
En una declaración para Newsweek, Lelieveld se dijo muy sorprendido con los hallazgos: “No imaginábamos que la mortalidad por contaminación del aire sería más prominente que otros factores de riesgo bien conocidos, como el tabaquismo”, explicó. “Lo más revelador para nosotros fue la comparación con la violencia, que se considera un factor de riesgo de menor magnitud”.
Lelieveld agregó que, como parte de la investigación, analizaron los estados de la Unión Americana más afectados por la contaminación del aire, y hallaron que las entidades federativas de la región oriental del país han registrado la mayor pérdida en la esperanza de vida.
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“Alrededor de 85 por ciento de la contaminación del aire en Estados Unidos es evitable [es decir, no natural], ya que es secundaria a los combustibles fósiles”, prosiguió el científico. “Es evidente que cualquier medida para reducir su uso serviría de mucho, pero lo que hace falta es una eliminación progresiva [de dichos combustibles] para evitar ese 85 por ciento”.
Otro aspecto del estudio consistió en determinar el impacto de la contaminación del aire en las tasas de mortalidad de seis categorías de enfermedad, las cuales incluyeron: cáncer pulmonar; enfermedad cardiaca; enfermedad cerebrovascular; enfermedad pulmonar obstructiva crónica; infección del tracto respiratorio inferior; y enfermedades no transmisibles, como diabetes e hipertensión [presión arterial elevada].
Tras analizar esos resultados, los científicos descubrieron que la enfermedad cardiaca y la enfermedad cerebrovascular representaron hasta 43 por ciento de la disminución en la expectativa de vida secundaria a la contaminación del aire.
Cabe aclarar que la investigación conlleva varias limitaciones. Una de ellas es que los hallazgos se fundamentan en cálculos, por lo que suponen cierto grado de incertidumbre. A pesar de ello, los investigadores insisten en que cualquier incertidumbre sobre las muertes por contaminación del aire también aplica a los demás factores de riesgo. En cuanto a su modelo GEMM, el equipo reconoce que es susceptible de mejoría; entre otras cosas, porque la toxicidad de la contaminación del aire depende mucho de la composición química de cada fuente contaminante.
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Aun así, los autores concluyen que su estudio es prueba de que la contaminación del aire conduce a una disminución de la expectativa de vida.
En un comunicado, Münzel agregó: “Ya que la contaminación del aire tiene un impacto mayor que el esperado en la salud pública general, y dado que ocurre en la escala mundial, consideramos que nuestros hallazgos demuestran que enfrentamos un problema ‘pandémico’ de contaminación del aire”, declaró Münzel. “Los políticos y la comunidad médica deben prestar mucha más atención a este asunto”.
Si bien no intervino en la investigación, el Dr. Samuel Yutong Cai, epidemiólogo sénior de George Institute for Global Health [Instituto George para la Salud Global] en la Universidad de Oxford, Reino Unido, dijo a Newsweek que los hallazgos proporcionan un cálculo actualizado sobre la tasas de mortalidad por contaminación del aire. “Este estudio demuestra, una vez más, que la contaminación del aire es un factor de riesgo para la salud del mundo entero”, sentenció en su comunicado.
“Es bien sabido que la contaminación del aire es el ‘nuevo tabaco’, de modo que las implicaciones para la salud pública son muy claras: las autoridades tienen que actuar, de inmediato y de manera integral, para adoptar políticas fundamentadas en la ciencia y proteger a sus ciudadanos. Por su parte, las comunidades de atención de la salud deben ser plenamente conscientes de esta situación y actuar en consecuencia para asesorar y proteger a los grupos más vulnerables. Concuerdo en que estamos ante una ‘pandemia’; término muy pertinente, ya que 9 de cada 10 personas en todo el mundo se ven afectadas por niveles perniciosos de contaminación del aire. Si consideramos que la contaminación del aire es causa indirecta de millones de muertes, y nos ceñimos a la definición de la OMS para este término, entonces me parece que la palabra ‘pandemia’ es de lo más apropiada”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek