Unas 300,000 personas viven en el distrito de Nsanje, en el sur de Malaui, en la frontera con Mozambique. Según el gobierno local, un 12.5 por ciento de ellas —cerca de 25,000— son seropositivas, lo que supone una tasa mucho más alta que la media nacional, un 9.2 por ciento.
Así, fuera del único hospital público en el distrito, un flujo constante de personas busca atención médica. Es el caso de Austin. En octubre pasado llegó en ambulancia e ingresó en el Hospital del Distrito de Nsanje. Había perdido mucho peso y orinaba con frecuencia. Seropositivo desde 2016, Austin recibió tratamiento antirretroviral (ARV) durante tres años, excepto durante un periodo de tres meses en el que discutía con su esposa y no tomaba su medicamento.
Una decisión que tuvo consecuencias inmediatas.
“Me peleé con mi esposa. Le dije que, para mí, era mejor morir. Dejé de tomar mi medicamento durante tres meses y enseguida empeoré”, recuerda.
Situaciones como la de Austin son comunes. Desde que empezamos a trabajar en Malaui, hemos comprobado cómo muchas personas con VIH no pueden mantener sus programas de tratamiento con ARV por diversas razones.
“Algunos creen que es mejor buscar la ayuda de un curandero tradicional”, explica Brains Kamanula, trabajador psicosocial y tutor en el Hospital del Distrito de Nsanje.
La distancia y los desafíos económicos también son barreras para acceder al tratamiento. Y es que el centro de salud más cercano puede estar muy lejos y el transporte para llegar allí puede ser demasiado caro. En lugar de ir al hospital, muchos deben priorizar trabajar para sobrevivir y mantener a sus familias.
“Las personas tampoco conocen bien las señales de alerta del VIH. Aunque MSF [Médicos Sin Fronteras] tiene promotores de salud que forman sobre ellas en el seno de las comunidades, no podemos llegar a todos”, dice Kamanula tras añadir que “al final, cuando llegan al hospital, muchas personas ya están muy enfermas”.
UN NUEVO MODELO
Malaui ha luchado durante mucho tiempo con una alta prevalencia de VIH, y el VIH/sida sigue siendo la causa más común de muerte, con alrededor de 13,000 muertes anuales relacionadas con el sida. En los últimos años, el Fondo Mundial y Pepfar han invertido mucho para gestionar y reducir la cantidad de personas con VIH y alcanzar el objetivo 90-90-90 de ONUSIDA para 2020.
Este objetivo compromete a un país a garantizar que el 90 por ciento de las personas que viven con el VIH conocerán su estado de VIH; el 90 por ciento de las personas con una infección de VIH diagnosticada recibirán terapia ARV sostenida; y el 90 por ciento de las personas que recibirán terapia ARV tendrán supresión viral.
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Sin embargo, últimamente el progreso en la disminución del número de muertes relacionadas con el VIH se ha estancado. En un esfuerzo por mejorar la atención a las personas con VIH avanzado en el distrito de Nsanje, MSF y el Ministerio de Salud hemos establecido un nuevo modelo llamado “círculo de atención”.
“El modelo del círculo de atención busca reducir la mortalidad entre los pacientes con VIH gracias a una detección temprana y el fortalecimiento del sistema de referencia dentro del círculo (la comunidad, el centro de salud y el hospital, por ejemplo). Esto se logra al permitir que las comunidades identifiquen pacientes enfermos, asegurando un diagnóstico e iniciación eficientes en los centros de salud, y una evaluación en profundidad y atención de calidad en el hospital del distrito”, describe Jomah Kollie, responsable del equipo médico del proyecto Nsanje.
Cuando un paciente llega al Hospital del Distrito de Nsanje, se le lleva a la unidad de evaluación rápida donde puede ser estabilizado y evaluado rápidamente. Después, el paciente puede recibir el tratamiento adecuado e ingresar en la unidad.
“NO VOLVERÁ A SUCEDER”
Lita, de 25 años, está sentada con sus padres a la sombra, fuera de la sala de mujeres del Hospital del Distrito de Nsanje. Para ella, todo comenzó cuando no se sentía bien, a principios de año. Su familia la llevó al hospital donde dio positivo por VIH. Se le aconsejó que comenzara a tomar medicamentos ARV. Pero después, tras ser dada de alta, dejó de tomar su medicamento y enfermó de nuevo. Lita fue readmitida en el Hospital del Distrito de Nsanje en octubre con fiebre e hinchazón en el estómago y las piernas. Esta vez, su padre quiere estar seguro de que su hija sigue el tratamiento.
“No volverá a suceder, ya que estaré cerca”, confiesa su padre, Gerrald. “Me aseguraré de que, cuando se despierte, yo esté allí y tome sus medicamentos. Lo mismo con la dosis de la tarde: antes de irse a dormir, los tomará también”.
No hace muchos días, Lita no podía caminar sin apoyo. Ahora se siente mejor, pero echa de menos la comida en casa y a su hija de tres años. El siguiente paso para Gerrald es lograr que también su nieta se haga la prueba: “Quiero traerla aquí para la prueba, para que podamos conocer su estado, si es VIH positiva o negativa”.
TRABAJO COMUNITARIO
El “círculo de atención” comienza a escala comunitaria. Aquí, nuestros trabajadores de salud comunitarios trabajan con las autoridades tradicionales, grupos de pacientes y asociaciones locales para reforzar las estructuras comunitarias existentes e identificar a aquellos que están enfermos y necesitan más atención, mientras crean conciencia en la comunidad sobre los síntomas y los signos de peligro.
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“Antes, la mayoría de las actividades de VIH/TB (tuberculosis) se realizaban en los establecimientos de salud y no tanto en el seno de las comunidades. Como resultado, las personas que incumplieron no tuvieron un seguimiento adecuado”, explica Moses Luhanga, gerente de información y educación.
Cuando alguien requiere de tratamiento adicional, se le deriva a un centro de salud cercano. Aquí, en colaboración con el Ministerio de Salud, hemos instituido un paquete de atención que comienza con una evaluación muy rápida y algunas pruebas —CrAG para meningitis criptocócica, recuento de CD4 y una prueba de niveles de azúcar en sangre y orina—. Cuando se estipula que el paciente tiene una condición que necesita una gestión avanzada, se le deriva al hospital del distrito.
Y, AL FIN, EL ALTA
De vuelta en el hospital, Austin espera a recibir el alta. Su esposa y él recogen con mimo sus pertenencias en “chitenjes”, unas telas tradicionales de Malaui. Tras 12 días en el hospital, están felices de volver a casa. Le han diagnosticado diabetes. Al igual que ser positivo, debe lidiar con ello el resto de su vida.
Con el fin de asegurar que tanto Austin como todos los demás pacientes seropositivos dados de alta se adhieran a nuestros programas de tratamiento y no vuelvan a caer en estados avanzados del virus, contamos con un procedimiento posterior al alta en el que reciben visitas de nuestros promotores.
Y es que, aunque el distrito de Nsanje está cerca de cumplir el objetivo 90-90-90, el próximo reto es asegurar que las personas que toman medicamentos contra el VIH sigan su tratamiento y reciban atención de calidad cuando enferman.
Hasta entonces, lograr que las personas conozcan su estado y comiencen el tratamiento es un paso en la dirección correcta. Antes de implementar el “círculo de atención” en el distrito, las estadísticas del hospital local indicaban que el 27 por ciento de las personas que ingresaban con VIH avanzado fallecían. A partir de su puesta en marcha, la tasa de mortalidad ha ido disminuyendo poco a poco y ahora es ya inferior al 15 por ciento.
Para personas como Austin, contar con la atención que necesita no solo le hizo sentir bien, sino que también le empujó a ayudar a que otras personas seropositivas conozcan su estado, empiecen —y sigan— con el tratamiento que les salvará la vida.
“Quiero ser la voz del cambio en mi comunidad. Quiero encontrar personas que sufren de VIH y cambiar esta comunidad, que esté libre de enfermedades. Tras ser atendido, no puedo quedarme aquí parado mientras alguien sufre”.
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Médicos Sin Fronteras (MSF) es una organización médico-humanitaria de carácter internacional que aporta su ayuda a poblaciones en situación precaria y a víctimas de catástrofes de origen natural o humano y de conflictos armados, sin ninguna discriminación por raza, religión o ideología política.