Los abortos clandestinos e inseguros se han disparado en Nigeria desde que comenzara el conflicto con el grupo yihadista Boko Haram en 2009, según han denunciado este lunes trabajadores sanitarios del país.
En Nigeria, uno de los países que tienen una legislación más restrictiva en cuanto al aborto del mundo y que sólo lo permite para salvar la vida de la madre, se producen 2,7 millones de abortos al año, la mayoría de ellos practicados en secreto y en condiciones peligrosas, según la Universidad Johns Hopkins.
Son las mujeres pobres y las que no han tenido oportunidad de educación las que más riesgo corren en este sentido.
Además, al menos 40 mujeres y niñas acuden para recibir asistencia médica tras un aborto al mes, ha contado a Thomson Reuters Foundation Aminu, una enfermera de una clínica gestionada por el gobierno nigeriano situada en el estado de Yobe. Hace una década, eran entre 10 y 15 mujeres las que precisaban atención médica tras un aborto.
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Nigeria tiene la cuarta tasa de mortalidad materna más alta del mundo: unas 100 mujeres y niñas mueren por esta causa al día, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
En este contexto, las tasas en el noreste del país, donde las clínicas y los hospitales han sido destruidos por grupos armados para crear un califato islámico, son las peores en Nigeria, según muestran datos gubernamentales.
Según Aminu, las mujeres acuden a farmacias, a vendedores locales de fármacos o a mujeres ancianas para abortar y usan fármacos, hierbas o herramientas, como barras, para hacerlo.
“No mueren si las admitimos en el hospital”, según la enfermera. “Pero hay muchos más casos en los que las mujeres y las niñas toman hierbas solas, no van al hospital y mueren porque no quieren exponerse”, ha lamentado Aminu.
Sexo por comida
Naciones Unidas ha registrado miles de casos de violencia sexual y de intercambio de sexo por comida, particularmente en mujeres y niñas que carecen de ésta, cobijo o dinero.
“Mucha gente que está desplazada vive con anfitriones que se aprovechan de ellos”, ha explicado la directora de la Fundación Juventud Africana para el Desarrollo y el Empoderamiento de la Paz, Maryam Aje.
Kellu, una adolescente que perdió a su familia después de que miembros de Boko Haram atacaran su aldea hace dos años, se quedó embarazada después de que un soldado le ofreciera comida y amparo a cambio de sexo. No quiere tener el bebé.
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Después de mudarse a un campo de refugiados del estado de Borno, quiso practicarse un aborto, pero no sabía dónde acudir para ello, como un número creciente de mujeres desde que comenzara la insurgencia islamista.
“Si continúo con este embarazo, arruinaré mi vida”, ha explicado Kellu, que cree que está embarazada de dos meses. “Todo el mundo sabe lo que hice. Me estigmatizarán por tener un bebé sin estar casada”, ha lamentado.
“Además, no tengo dinero para encargarme de mí misma. ¿Cómo se supone que voy a cuidar de un niño?”, se ha preguntado Kellu, que ha declinado proporcionar su nombre real.
Por su parte, las autoridades nigerianas insisten en defender la legislación actual. “Sin importar las circunstancias, el aborto está prohibido excepto por razones médicas”, ha recordado el subdirector de respuesta médica de emergencia del Ministerio de Salud de Borno, Ali Grema. “No está permitido para razones sociales”, ha zanjado.
Tabú
La educación sobre planificación familiar se focaliza en Nigeria en las mujeres que están casadas por las actitudes conservadoras propias del país, ha recordado una enfermera del campo de Maiduguri, Hadiza.
Por su parte, Lucy Dlama, una miembro de Mujeres en la Nueva Nigeria, que proporciona apoyo a las supervivientes de violación a través de la atención sanitaria, ha asegurado que muchas mujeres ni siquiera saben que el sexo puede dejarlas embarazadas.
“Nuestra cultura establece que es un tabú para los padres proporcionar educación sexual a sus hijas”, ha afirmado Dlama, que ha animado a las madres a enseñar a sus hijas sobre sus cuerpos.
Por otra parte, el embarazo fuera del matrimonio también es un tabú, incluso cuando es el resultado de una violación por parte de soldados, milicias o funcionarios de campos de desplazados.