La “Espada de Damocles” es una metáfora utilizada comúnmente para referirse a un peligro inminente y cercano al que se tienen que enfrentar todas aquellas personas que tengan una posición de poder, pensando en el recién estrenado sistema de justicia penal acusatorio y que ya están distorsionando los malandros que dominan el sistema político, buscando aprovechar el nuevo sistema metiendo vino viejo en odres nuevos, con el ya conocido y simbólico “Quinazo”, “Elba Esther”, etc., agarrar un pez gordo y mandar una señal clara de la voluntad gubernamental para acabar con la corrupción y de paso servirse el plato de venganza política, un plato que se sirve frio. Para el caso de esta metáfora, también la espada está pendiendo de un hilo sobre algunos de los más prominentes políticos y figuras de poder y de camarillas sacrificables, lamentablemente la justicia sigue siendo selectiva y a la carta, mientras dentro del sistema político sigue incólume e intocable toda una caterva de especímenes corruptos confesos y famosos, de ayer y hoy, que por azares del voluntarismo han sido purificados por el halo del tlatoani, quien decide ¿quién es cizaña y quién es el trigo? Increíble que nadie dentro de sus huestes, sazonadas en el populismo rampante, que se vive con la jocosa irresponsabilidad y falsa esperanza que generará un cambio mágico, no se cuestionen estos menesteres.
Hoy se sigue recorriendo desde del ideal, pero tortuoso camino del “Estado de Derecho”, que requieren las empresas e inversiones en México para aterrizar y desarrollarse en la realidad, al Vía Crucis de tener que caminar sus estaciones, que son más que un proceso que lleva de una etapa a otra, a una carrera de obstáculos donde los moches, miedo, fragilidad, inestabilidad, incongruencia, vulnerabilidad y finalmente terminar por asimilar y adaptarse a un sistema corrupto y corruptor, pudriendo y destruyendo todo a su paso. Las decisiones de inversiones directas internacionales y nacionales se están frenando de manera gradual y están expectantes del derrotero que tomen los hechos en México, ya que nadie quiere vulnerarse ante una altísima incertidumbre jurídica, un frágil, inexistente o ignorado estado de derecho (a conveniencia se acepta, se ejerce o se exenta), donde leyes como la extinción de dominio o la ley garrote, no sólo vulneran la propiedad privada, sino la presunción de inocencia y sofocan la protesta social, mientras en Ciudad de México se exenta de investigación y castigo a grupos afines a los gobiernos imperantes, a destruir lo que a su paso encuentren, el carrusel de leyes que golpean instituciones y sociedad en su conjunto, se presentan a diario y se votan a favor del proyecto gubernamental mayoritario, no es una señal que genere confianza, más aún que le tenemos que agregar la recesión mundial y la que México empieza a sufrir.
La corrupción es una consecuencia de un débil estado de derecho y lamentablemente no vemos señales claras, ni contundentes de planeación, organización, asepsia, diagnóstico, investigación, ubicación, señalamiento, denuncia, ataque legal frontal, juzgar, condenar, castigar y controlar el sistema, echando el largo brazo de la ley a todos los culpables, sobre todos los más criminales, quienes desde posiciones de poder han corrompido al sistema y a millones de personas. Mas al contrario, ya desde el sexenio pasado, fue un camino empinado y estrecho hacia la anticorrupción, en este sexenio simplemente, se han abocado a desmantelar todos los trabajos que con tanto esfuerzo realizamos miles desde la sociedad civil organizada y todavía, contra el desinterés y resistencia del gobierno federal y casi todos los gobiernos estatales/municipales, de todos los colores, claro en distintas intensidades, hoy, el gobierno federal trabaja en la palabra y en la acción desde la presidencia de la república por debilitar, desmantelar y desaparecer todo órgano autónomo y se hace esfuerzos particulares para desprestigiar y de forma maniquea se descalifiquen a los líderes de distintas organizaciones civiles, empresariales, informativas, prensa, comunicación, académicas y se les desprestigia sin pruebas.
La corrupción es un asunto cultural y obligatorio en casi todos los medios políticos y empresariales de cierto nivel y envergadura, ya habituados a obtener beneficios de forma fácil y costosa para su entorno, de forma que distorsionan los sistemas económicos y sociales, pudriendo todo a su paso. La sociedad no lo aceptamos como algo normal, cultural o mal necesario, lo repudiamos.
Quisiera creer, que la corrupción está iniciando su camino a la muerte o al menos a su contención, pero de lengua se echan un taco, dos más dos, son cuatro y en el discurso político dos más dos da tres o uno, lo que el ánimo diga o convenga en su momento, se dice pues una cosa y en la acción se hace otra, difícilmente, sino imposible encontraremos resultados eficientes en lo que a anticorrupción se refiere. Hagamos lo que a nuestro alcance podamos seguir haciendo, repudiando y actuando dentro del marco de la ley, educando en la ética y honradez, trabajemos, porque las leyes sean verdaderamente justas y promuevan el cien común.