El presidente de los Estados Unidos amenazó a nuestra nación en materia arancelaria por la migración multinacional que se ha venido incrementando notoriamente a través del territorio mexicano. La aceptación de dichas exigencias por parte del gobierno de López Obrador se debió a un abuso de poder de Donald Trump, quien vulneró los principios de reciprocidad diplomática. Recurrió a una ostentación de fuerza basada en su discurso populista y de apoyo a los sentimientos antimexicanos que existen en ese país. No obstante, el acuerdo se concretó en buena medida por la convicción de que ambas naciones resultarían afectadas. Ahora, el 18 de junio Trump anunciará su candidatura para reelegirse presumiendo los avances en sus promesas de campaña y del lado mexicano, el gobierno habrá capitalizado exitosamente la estrategia del nacionalismo permitiéndole reagrupar a la clase política en torno suyo e incrementando aún más su aceptación social. Aunque no se conocen todos los contenidos del acuerdo, es un hecho que nuestro país deberá modificar sus discursos y prácticas en defensa de los derechos humanos de los migrantes.
El proceso representó una política del miedo que encontró predisposición a sus mandatos derivados de la amenaza de una catástrofe económica. El colonialismo aún existe y la mejor manera de enfrentarlo es reforzando la identidad nacional. Por ello el gobierno mexicano puede obtener mayores ventajas, recordando que la nación representa a grupos de individuos con rasgos culturales, sociales y políticos que se reconocen como una colectividad vinculada a un territorio que comparte un proyecto común. El nacionalismo expresa actitudes sociales que representan valores y sentimientos, produce comportamientos de consenso y crea condiciones de estabilidad. Un sistema político perdura por la aceptación de sus ciudadanos respecto a ciertos objetivos nacionales. De este modo, cada pueblo desarrolla su nacionalismo autónoma e independientemente.
El nacionalismo es un campo de relaciones intersubjetivas integrado por posturas sustentadas en mitos, ritos y símbolos políticos. Ellas contribuyen a disminuir la percepción social de privaciones y predisponen para la movilización, permiten dar orden y sentido a la realidad, activan políticamente a los grupos, y además, producen sensación de estabilidad e integración. El nacionalismo es una ideología, que por su naturaleza adaptativa y cambiante cuenta con una extraordinaria capacidad para coexistir con diferentes doctrinas políticas. Frecuentemente se confunde a la nación con el Estado, aunque son distintos: el nacionalista acepta al Estado pero lo separa de la nación; en cambio, quien considera sinónimos a la nación y al Estado afirma que cada Estado tiene sólo una nación formada por el conjunto de sus ciudadanos. Es la conciencia de integrar una unidad social que busca perdurar como un grupo que es, al mismo tiempo, una nación.
El nacionalismo representa una realidad natural, histórica y previa a lo político, a partir de la cual se fundamentan las reivindicaciones sociales. Los nacionalistas recurren a una entidad prepolítica —y por consiguiente predemocrática— para justificar su praxis e ideología: “la nación precede al Estado”. Requerimos un pensamiento alternativo capaz de interpretar las experiencias emancipatorias que acontecen en el mundo del nacionalismo. Por lo pronto, debemos poner atención en el caso mexicano, a la urgente necesidad de que este renovado nacionalismo que ha despertado no tome cauces xenofóbicos, intolerantes y excluyentes contra quienes por lugar de nacimiento, cultura o tradiciones populares se considera que no pertenecen a nuestra nación.
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