Los miembros de la milicia coinciden con Donald Trump en el planteamiento de poner fin a las prolongadas guerras de su país. Solo se preguntan cuál es la mejor manera de retirarse de los territorios donde prevalecen las masacres y de qué ha servido el derramamiento de sangre y el sacrificio.
EL PRESIDENTE estadounidense Donald Trump desea que los soldados estadounidenses vuelvan a casa. Diecisiete años después de los ataques del 11/9, los soldados estadounidenses actualmente se encuentran en siete países siguiendo leyes anacrónicas, y el comandante en jefe ha sugerido que dos de esas prolongadas guerras podrían estar llegando a su fin.
Pasando por alto los consejos de varios funcionarios, el mes pasado declaró la victoria sobre el aún no derrotado grupo Estado Islámico (ISIS) y ordenó el retiro de 2,000 soldados estadounidenses de Siria. También redujo de manera importante el número de soldados estadounidenses en Afganistán al ordenar al Pentágono que regresara a casa a 7,000 elementos activos a principios de 2019.
De la misma forma en que George W. Bush declaró “Misión cumplida”, Trump ha afirmado que las fuerzas estadounidenses volverán a casa ondeando la bandera de la victoria. Afirmó en Twitter que, si sus predecesores hubieran traído a los soldados a casa e inutilizado a los militantes extremistas, habrían sido proclamados héroes nacionales.
El creciente cansancio del público con las guerras interminables fue un importante factor en la elección de Trump, de acuerdo con varios estudios. Los electores se sienten frustrados por las políticas de relaciones exteriores que comprometen a los soldados y al dinero de los estadounidenses, pero carecen de una definición clara de victoria; en otras palabras, no cuentan con una estrategia de salida. La senadora Elizabeth Warren, candidata para la elección presidencial de 2020 y que suele ser una feroz crítica de Trump, ha dicho a la prensa que está de acuerdo con el presidente en cuanto al retiro de tropas de Siria y Afganistán. Y los militares, ese 1 por ciento de los ciudadanos estadounidenses que soportan toda la carga, están de acuerdo. Funcionarios actuales y anteriores del Pentágono declararon a Newsweek que Trump no se equivoca al desear terminar con esas guerras, y que el presidente tiene razón al decir que algunas de las críticas que ha recibido son injustas.
Cincuenta y seis por ciento de los militares estadounidenses activos y jubilados aprueban el trabajo que Trump está haciendo, mientras que 43 por ciento de ellos lo desaprueban, de acuerdo con una reciente encuesta realizada por Associated Press en todo el país (AP encuestó a más de 4,000 militares y veteranos del ejército estadounidense). Cincuenta y uno por ciento piensa que el gobierno de Trump ha hecho que Estados Unidos esté más seguro contra el terrorismo; 35 por ciento piensa lo contrario.
Sin embargo, funcionarios militares afirman que el deseo de Trump de obtener resultados inmediatos en las estrategias de seguridad nacional a largo plazo lo está perjudicando: las guerras no terminan en momentos icónicos (con excepción, quizás, de la Segunda Guerra Mundial). Y la victoria, especialmente en Afganistán, es una ilusión.
LA DIANA SUENA, LO QUIERAS O NO
El tuit surgió un minuto después de la medianoche, hora del Este, el 1 de enero. El anuncio partió del Departamento de Defensa: Patrick Shanahan, exejecutivo de Boeing sin experiencia militar y con un año y medio en el gobierno, era ahora el secretario interino de Defensa.
La diana suena, lo quieras o no, me dijo una vez un compañero de la Marina. Traducción: sabíamos que esto iba a suceder, y así fue. El tuit dejó claro que James Mattis, el último de los generales calificados como “adultos” en el gobierno, y franco opositor al retiro de tropas de Siria, estaba fuera.
Desde que Estados Unidos intervino por primera vez en la guerra civil de Siria en 2014, la huella estadounidense ha crecido, y cuenta actualmente con cerca de 2,000 soldados. En cuanto al Estado Islámico, los cálculos sugieren que tiene actualmente entre 25,000 y 30,000 combatientes y simpatizantes integrados en la población local.
Una fuente de alto rango del Departamento de Defensa declaró a Newsweek, tres días antes de la salida de Mattis, que ningún general estadounidense estaba feliz con la decisión de retirar a los soldados estadounidenses de Siria. La retirada podría provocar un resurgimiento de ISIS, similar al aumento de la influencia y la conquista de territorios lograda por los talibanes en Afganistán. El tiempo dedicado a establecer alianzas en la región y a entrenar a las Fuerzas Democráticas Sirias parece un desperdicio, señala el oficial. ¿Para qué el derramamiento de sangre y el sacrificio si, al final, Estados Unidos iba a dejar a los kurdos expuestos a una masacre? Esto sin mencionar los costos para las personas y las naciones.
“Ahora mismo, los generales trabajan para asegurarse de que el retiro sea ordenado, seguro y con el menor riesgo para operaciones actuales y futuras, así como para las relaciones con nuestros socios locales”, señala la fuente, que tiene conocimiento de los planes en Siria. “¿La decisión [de Trump] tomó por sorpresa [a los líderes militares]? Sí. Pero el presidente ordenó algo, y su trabajo es proporcionarle la mejor manera de obtenerlo. Ellos no hacen política”.
La decisión del retiro tomada por el presidente no se comunicó a través de los canales adecuados antes de que él la tuiteara, señala la fuente. En la conversación previa a una decisión, normalmente interviene el secretario de Defensa, el jefe del Estado Mayor Conjunto, el Consejo de Seguridad Nacional y el Departamento de Estado. Eso no ocurrió, lo que provocó preocupación entre los altos mandos militares (y los aliados estadounidenses) sobre las muchas interrogantes y el voluble presidente.
Funcionarios estadounidenses declararon a Newsweek que el repentino retiro del ejército debilitaría las alianzas de Estados Unidos con sus aliados regionales, le daría a Rusia e Irán la libertad de restablecer una presencia militar plena y una base sólida en el Mediterráneo, y haría que los combatientes kurdos, respaldados por Estados Unidos, quedaran vulnerables ante una campaña de ataques aéreos turcos que acabaría diezmándolos. Una retirada completa significaría renunciar a una valiosa posición regional ante fuerzas que amenazan los intereses de Estados Unidos en esa zona, además de los intereses de aliados como Israel y, en cierta medida, Jordania.
“Se requiere tiempo para garantizar que se cuenta con los mecanismos adecuados de verificación y equilibrio cuando se decide retirar la presencia militar de esa manera. Las alianzas, pasadas, presentes y futuras, podrían quedar en riesgo permanente. La estrategia y las prioridades podrían cambiar, pero necesitamos ocuparnos de los efectos de cualquier decisión”, señala la fuente de alto rango del Departamento de Defensa.
El senador Lindsey Graham, de Carolina del Sur, persuadió al frustrado presidente de ralentizar la retirada de Siria y expandir el plazo de 30 días a cuatro meses, confirmó Newsweek. La noticia fue divulgada primero por The New York Times. Graham describió las condiciones que el presidente cumpliría antes de retirar a las fuerzas estadounidenses. Entre ellas, se encuentra la destrucción permanente del Estado Islámico, la disuasión de las operaciones iraníes y la protección de los combatientes kurdos. Los funcionarios del Pentágono se sentían incómodos con el plazo tan corto y los objetivos tentativos. El asesor de seguridad nacional John Bolton señaló que las fuerzas estadounidenses se quedarían en Siria hasta que ISIS fuera derrotado y Turquía garantizara no atacar a los kurdos. En pocas palabras, se trata de una obra en proceso.
Estas salvedades se omitieron en el anuncio original del presidente, emitido el 19 de diciembre, y que tomó al Pentágono por sorpresa, lo que provocó la salida de Mattis. El 5 de enero, Kevin Sweeney, jefe de gabinete del Departamento de Defensa, renunció.
LA DE AFGANISTÁN ES UNA GUERRA FALLIDA
Los soldados estadounidenses han estado en Siria por tan solo unos cuatro años. Sin embargo, han permanecido en Afganistán durante 17, por lo que su retirada de la guerra más prolongada de Estados Unidos es mucho más complicada.
En el corto plazo, los funcionarios de Washington temen que una retirada completa eche por tierra las actuales negociaciones políticas con el objetivo de reconciliar las diferencias entre Kabul, el Talibán y Estados Unidos, al tiempo que se reforzaría la visión de que la palabra de Estados Unidos no es algo en lo que se pueda confiar.
Sin embargo, las guerras posteriores al 11/9 han durado más de dos periodos presidenciales, y la opinión mayoritaria en los círculos militares y de veteranos de Estados Unidos, a pesar de las declaraciones recientes de que existen avances, es que Afganistán es una guerra fallida que se ha prolongado más de la cuenta y ha acumulado inútiles políticas de relaciones exteriores, además de costarle la vida a muchos estadounidenses y grandes cantidades de dinero a los contribuyentes. Algunos veteranos de la guerra de Afganistán afirman que les alegraría ver que la guerra terminara, pero muchos se han preguntado por qué murieron sus camaradas, ¿acaso fue por nada? Esta es una pregunta que los persigue. De hecho, quienes pelearon al principio de la guerra han visto cómo el Talibán recupera territorios en los que se derramó sangre estadounidense.
“Estoy de acuerdo con quienes piensan que es una acción acertada”, dice Lucas Dyer, exsargento del Estado Mayor de la Infantería de Marina de Estados Unidos y veterano con 13 años de servicio en la infantería y en Afganistán. “Pero la pregunta es, ¿para qué fue todo esto? Sé para qué sirvió mi parte, sé por qué murieron mis infantes de marina. Es difícil cerrar un capítulo de esta guerra, o de cualquier otra”.
Matthew Moores, exsargento de la Infantería de Marina de Estados Unidos, comandante de tanque retirado por motivos médicos y veterano en Afganistán, declaró a Newsweek que él culpa a los arquitectos de la guerra, no a los soldados. “Estos eran profesionales que murieron haciendo su trabajo. No murieron por nada; murieron para proteger y apoyar a los hombres y mujeres a su izquierda y a su derecha”, dice Moores. “Hay nobleza en ello, y nada puede quitársela. Sin embargo, lo que me enoja es que esas personas murieron confiando en que había un plan mejor que ‘yo no sé, arréglenselas por ahí durante unos años’, pero no lo había”.
“Arreglárselas” se refiere a los comentarios hechos el mes pasado por el general jubilado del ejército estadounidense Stanley McChrystal, excomandante de las fuerzas de la OTAN en Afganistán. Le dijo al secretario de Estado, Mike Pompeo, que su “mejor sugerencia” era que un pequeño número de fuerzas estadounidenses se quedaran en Afganistán y “se las arreglaran por ahí”, de acuerdo con un audio filtrado, obtenido por Task & Purpose, un sitio de noticias en línea que cubre a las comunidades militar y de veteranos.
Mientras tanto, no es posible ver en el terreno ningún cambio en la participación de Estados Unidos. “No ocurre nada en Afganistán ahora mismo”, señala el oficial de alto rango del Departamento de Defensa. “Pienso que el gobierno no previó el aluvión de ataques lanzados por los líderes del Partido Republicano en relación con la retirada”.
Desde que el presidente anunció que la presencia de soldados en Afganistán se reduciría a la mitad, lo cual fue considerado por muchas personas como el preludio de una retirada completa en un momento dado, Graham ha promovido el argumento del Pentágono que los reporteros de la fuente militar comenzaron a escuchar hace meses. “Las condiciones en Afganistán, en el momento presente, hacen que el retiro de los soldados estadounidenses sea una estrategia de alto riesgo”, escribió Graham en Twitter. “Si continuamos en nuestro curso actual, pondríamos en marcha la pérdida de todas nuestras ganancias y prepararíamos el camino para un segundo 11/9”.
Muchos militares activos y jubilados de Estados Unidos piensan que el Departamento de Defensa ha encontrado una nueva línea para justificar el mantenimiento de la llamada “guerra eterna”, reemplazando argumentos como “estamos pasando el punto crítico” y “estamos logrando avances”.
Escuché por primera vez el lenguaje de Graham en septiembre de 2018 a través del brigadier general de la Infantería de Marina de Estados Unidos, Roger Turner, excomandante de las Fuerzas Especiales del Suroeste en Afganistán. “Estamos evitando que se repitan las condiciones previas al 11/9”, señaló Turner. Varios infantes de marina que sirvieron con el general de una estrella en 2017 me dicen que, en el terreno, esa afirmación se traduce como “hacer que una situación jodida esté menos jodida”. Turner encabezó el primer despliegue de infantes de marina de regreso a la provincia sureña de Helmand desde 2014, como parte de la nueva estrategia de Trump.
“Cuanto más fuertes se vuelvan las fuerzas de seguridad afganas, tanto menos tendremos que hacer”, dijo Trump al describir la política de su gobierno en agosto de 2017. “Los afganos asegurarán y construirán su propia nación, y definirá su propio futuro. Queremos que tengan éxito”.
En ese momento, Trump dijo que comprendía la insatisfacción de los estadounidenses: “También comparto su frustración por una política exterior que ha gastado demasiado tiempo, energía, dinero y, de manera más importante, vidas humanas, en tratar de reconstruir países a nuestra imagen y semejanza, en lugar de favorecer nuestros intereses de seguridad por encima de cualesquier otras consideraciones”.
La retórica de campaña de Trump con frecuencia se centró en tener éxito en aquello en lo que sus predecesores habían fracasado, asegurando que él podía poner fin rápidamente a los grupos terroristas y a los errores de política exterior heredados. Trump no prometió explícitamente salir de Afganistán, escribió Aaron Blake, de The Washington Post, sin embargo, al insistir en su oposición a la guerra de Irak, parecía mostrarse a favor de la no intervención.
Trump ha dicho que las guerras de los presidentes George W. Bush y Barack Obama han sido un desperdicio de dinero. Y aunque su gobierno ha utilizado la misma legislación del Congreso que puso en marcha las guerras en Irak y Afganistán para expandir o revitalizar conflictos armados en Yemen, Somalia, Libia, Iraq y Níger, es difícil afirmar que se equivoca.
En agosto de 2017, Trump pareció comprender lo que Obama, su predecesor, aprendió cuando trató de poner fin a la guerra en Irak. “Un retiro apresurado crearía un vacío que los terroristas, entre ellos ISIS y Al-Qaeda, llenarían instantáneamente, justo como ocurrió antes del 11 de septiembre”. Sin embargo, en abril asumió un tono distinto en un mitin realizado en Michigan. “Hemos gastado 7 billones de dólares, billones, con b, 7 billones de dólares en Oriente Medio”, dijo, mencionando un cálculo inflado. “¿Saben qué hemos obtenido a cambio? Nada. Nada”.
Un liderazgo fuerte y una estrategia son más importantes que nunca, si Estados Unidos planea retirarse. “Un retiro completo de Afganistán dejaría a esa quisquillosa nación a merced de un Irán teocrático, una China en crecimiento y, especialmente, de la Rusia de Vladimir Putin, sin mencionar a Pakistán e India, en una repetición más del ‘Gran Juego’ para influir en la región”, escribió en septiembre Jeff Stein de Newsweek.
“La salida de Mattis es un gran golpe”, declaró a Newsweek otro funcionario del Departamento de Defensa. “Cada vez es más difícil defender a Trump, incluso entre los trumpistas del Pentágono. Somos profesionales y nos adaptamos a la situación, pero nos preocupa estar en el caos ahora que Caos se ha ido”, haciendo un juego de palabras con la señal de llamada militar de Mattis.
Shanahan y su comandante en jefe enfrentan un enorme reto. Estados Unidos no ha ganado ninguna guerra importante en 30 años, pero el país ha estado en guerra, en un lugar u otro, durante casi el mismo periodo. Los soldados nunca desean huir. ¿Pero qué es mejor: esperar la victoria o, simplemente, declararla y volver a casa?
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek