Entre el dolor lacerante de quienes perdieron a seres queridos y un civismo ejemplar, acicateado por las memorias de hace un año, los mexicanos recordaron los sismos que golpearon al país el 19 de septiembre: el de 2017, con 369 muertos, y el de 1985, con más de 10.000.
Ceremonias oficiales, misas, un megasimulacro y protestas han sido algunas de las manifestaciones de este doloroso aniversario doble para la capital de México.
En el sur de la ciudad, el colegio privado Enrique Rébsamen volvió a ser epicentro de dolor e indignación.
Ahí murieron hace un año 19 niños y siete adultos después de que parte del edificio se desplomó como resultado, según peritos, del peso de un departamento que la dueña de la escuela, prófuga de la justicia, construyó sobre aulas de clase con permisos irregulares.
“Una escuela debe ser su segunda casa no su tumba. Hace un año dejé a mi hija y a mi hijo en el colegio. Recuerdo que les pedí que pusieran atención a su maestra porque iba a haber un simulacro, no sabía que iba a haber un sismo”, dijo a periodistas Alejandro Jurado, padre de Paola, de siete años, quien murió en el derrumbe.
Deudos de los fallecidos y de algunos sobrevivientes realizaron una misa privada al lado de la escuela. Jurado ha entablado junto con otros padres un proceso judicial contra la propietaria prófuga.
Durante el minuto de silencio previo al simulacro general que se realiza cada año, unas 200 personas que se encontraban al pie del colegio levantaron el puño en alto. Las primeras lágrimas de algunos se tornaron en llanto al escucharse el atronador sonido del sistema de alerta sísmica que opera en la ciudad.
También en el sur, damnificados de la unidad habitacional Tlalpan, donde de 10 edificios uno se desplomó y los otro nueve tuvieron daños diversos, la tristeza y la irritación se combinaron.
“Este simulacro no nos representa. ¡No queremos ser institucionalizados!”, gritó uno de los damnificados a través de un altavoz, mientras sonaba la alerta sísmica.
Gloria Villarreal, de 53 años y vecina del complejo, reclamó que las autoridades no entregan el dinero comprometido para apoyarlos en medio de largos trámites burocráticos.
“Un día piden una cosa, otro (día), otra. ¡Terrible!”, dijo Villarreal, parte de una de las 500 familias que quedaron sin hogar y viven en campamentos aledaños al terreno.
– Civismo renovado –
Este año, el simulacro del 19 de septiembre adquirió graves matices pues los habitantes de la ciudad aún sufren el impacto emocional que supuso el potente sismo de 2017, ocurrido solo 2 horas y 14 minutos después del simulacro.
“Mejor ya estar abajo y no que lo agarre a uno allá arriba, con todo el pánico que genera la alarma. Además, ¡capaz que tiembla de verdad!”, dijo a la AFP Josefina Sánchez, empleada de 43 años de un restaurante que opera en un moderno rascacielos.
Cientos de policías, bomberos, paramédicos y rescatistas con perros participaron del simulacro en el edificio comercial sobre la emblemática avenida Reforma.
“El trauma queda, aunque pase el tiempo, aunque sepamos que esto no es real”, dijo Ofelia Gómez, una cajera de banco de 29 años.
Pero la jornada conmemorativa empezó recordando el devastador sismo de 1985.
El primer acto, en el Zócalo (plaza central) de Ciudad de México, es una ceremonia donde se iza la bandera y participa el presidente. Se celebra desde hace tres décadas a las 07H19 (12H19 GMT), el momento justo en que en 1985 el terremoto de magnitud 8,1 grados devastó amplios sectores de la capital.
– Recuerdos del 85 –
Simultáneamente, a menos de cinco kilómetros, se ofició una misa en el sitio donde hace 33 años, un edificio de 15 pisos de alto y 288 departamentos, se desplomó convirtiéndose en tumba de sus cientos de habitantes.
“El enorme edificio comenzó a bailar, a hacerse pedazos, los vidrios se nos clavaron en el cuerpo. Ya no sentíamos dolor, ni tampoco esperanza”, relató Fernando López Padilla, sobreviviente de 67 años y sin hogar propio desde entonces.
Con la tragedia de 1985, multitudes de mexicanos se convirtieron en improvisados rescatistas ante un gobierno superado por la catástrofe. De esa epopeya cívica surgió el grupo de voluntarios conocido como Los Topos.
“Ninguno de los compañeros nos conocíamos, todos veníamos de distintos puntos de la ciudad. Aquí fue donde empezamos a trabajar”, dijo a la AFP Luis Arturo Vázquez, de 58 años e integrante del célebre grupo.
Aquella tragedia llevó también a desarrollar mecanismos de protección civil, como el megasimulacro y la alerta sísmica que se replica por más de 8.000 altavoces en la capital y da al centro del país hasta un minuto de tiempo para ponerse a salvo de terremotos con epicentro en el Pacífico.
(Con información de AFP).