La adopción de una dieta vegana (libre de productos animales, como los lácteos, huevos y carnes) es la mejor manera de proteger al planeta, de acuerdo con un nuevo estudio a gran escala.
Tras realizar el estudio más amplio hasta la fecha sobre el impacto ambiental de la producción de alimentos, los investigadores descubrieron que ni siquiera la compra de carne o lácteos de fuentes sustentables supera los beneficios de una dieta totalmente vegetal. Y a menos que se produzca un cambio importante en la forma en que se obtienen y elaboran los productos animales, en el futuro cercano, el consumo de una dieta vegana será mejor para el planeta que los pequeños ajustes que los granjeros realicen a sus métodos.
En Estados Unidos, donde el consumo de carne per cápita es tres veces mayor que el promedio mundial, la adopción de dietas vegetales podría reducir las emisiones relacionadas con la producción de alimentos entre 61 y 73 por ciento. Y la adopción en todo el mundo de una dieta vegana reduciría la superficie agrícola mundial en alrededor de 3.1 mil millones de hectáreas, es decir, casi tres cuartas partes.
“Actualmente, es mejor cambiar lo que consumimos en lugar de tratar de adquirir productos animales sostenibles. Por ello, las dietas vegetales son la mejor forma de reducir el impacto de la producción de alimentos”, declaró a Newsweek Joseph Poore del Departamento de Zoología de la Escuela de Geografía y Medio Ambiente de la Universidad de Oxford y coautor del estudio, publicado en la revista Science. También señaló que la producción de alimentos no solo es un problema de emisión de gases de efecto invernadero, sino que provoca casi todos los problemas ambientales más importantes del mundo.
“Como persona, tú puedes tener un impacto ahora mismo, y no dentro de 20, 50 o 100 años, cuando podría ser demasiado tarde”, dijo.
En el estudio se muestra que incluso un pequeño cambio en lo que comemos podría tener un gran impacto en el ambiente. En lugar de seguir una dieta vegana, si el consumo de productos animales se reduce a la mitad en todo el mundo y se elimina la compra a productores de alto impacto, se alcanzaría 73 por ciento de la reducción de emisiones que se lograría con una alimentación totalmente vegetal, de acuerdo con los investigadores. Y la reducción de una quinta parte en el consumo de aceites, azúcar refinada, estimulantes y alcohol disminuiría 43 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero generadas por esos productos.
Si los consumidores abandonaran los productos cárnicos y lácteos de mayor impacto en favor de alimentos vegetales, el ambiente obtendría beneficios que equivaldrían a dos tercios de los que se obtendrían al eliminar por completo la producción de carne y lácteos. El uso de etiquetas más claras e incentivos fiscales podría contribuir a que los consumidores tomen decisiones más informadas, sugieren los autores.
En el estudio también se descubrieron grandes diferencias en el impacto ambiental producido por los mismos tipos de alimentos. Por ejemplo, la carne de res de alto impacto produjo 12 veces más gases equivalentes al CO2 y utilizó 50 veces más tierras por cada 100 g de proteína que la carne de bajo impacto. Sin embargo, comparados con los cultivadores de chícharos, los granjeros de bajo impacto utilizaron 36 veces más tierras y emitieron seis veces más emisiones. Por su parte, el arroz de alto impacto generó 500 por ciento más emisiones de gases de efecto invernadero que las variantes de bajo impacto, y una taza de café puede generar entre 80 g y 1.3 kg, de CO2, dependiendo de sus métodos de producción.
Las prácticas de acuicultura, en las que se mantienen animales acuáticos en estanques o redes a los se les suele alimentar con cosechas o subproductos, y que son consideradas por muchas personas como más amigables con el ambiente que la cría de animales en tierra, producen más metano y gases de efecto invernadero que las reses por kilogramo de peso vivo.
Un pequeño número de productores fueron responsables de la mayor parte del impacto ambiental. Por ejemplo, 15 por ciento de la producción de carne de res utiliza alrededor de 950 millones de hectáreas de tierra en todo el mundo y produce alrededor de 1.3 mil millones de toneladas de gases equivalentes a CO2. La carne de res puede generar emisiones de gases de efecto invernadero 25,000 por ciento más altas y usar 11,000 por ciento más tierra que las leguminosas, se muestra en el estudio.
Los productores pueden reducir su impacto mediante la adopción de nuevas tecnologías, pero esto solo tendría un impacto limitado, afirman los investigadores. Por ejemplo, un litro de leche de vaca de bajo impacto produce el doble de emisiones y utiliza casi dos veces más tierra que la misma cantidad de leche de soya.
Para comprender el impacto ambiental de los productos alimenticios específicos y de la industria agropecuaria mundial, Poore y Thomas Nemecek de Agroscope, el Instituto de investigación agropecuaria de Suiza, analizaron 570 estudios que dan seguimiento a 40 alimentos distintos desde el campo hasta la mesa del consumidor. En el estudio, se utilizaron datos de más de 38,000 granjas y 16,00 procesadores, tipos de empaques y minoristas de 123 países.
Los investigadores analizaron el uso de tierra y agua, emisiones de gases de efecto invernadero, así como la acidificación y eutrofización provocadas por los 40 distritos productos. Observaron que actualmente hay más de 570 millones de granjas que producen cosechas en todo el mundo.
“Dos cosas que se ven iguales en las tiendas podrían tener impactos muy distintos en el planeta”, afirmó Joseph Poore en una declaración.
“La producción de alimentos genera enormes cargas ambientales, pero estas no son necesariamente una consecuencia de nuestras necesidades. Pueden reducirse en forma importante si cambiamos nuestros métodos de producción y aquello que consumimos”.
El Dr. Peter Alexander, profesor de Seguridad Alimentaria Mundial de la Universidad de Edimburgo, y que no participó en el estudio, declaró a Newsweek que los hallazgos son “extremadamente amplios” y “muy impresionantes”.
En el estudio no se toman en cuenta los beneficios ambientales del pastoreo gestionado ni los beneficios culturales y sociales de la producción y el consumo de ganado, afirmó.
“No debemos interpretar estos resultados como una necesidad de volvernos veganos, sino de moderar nuestro consumo y buscar una distribución más equitativa de los alimentos que produzca una alimentación más sana para todos”, dijo.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek