Christopher Plummer habla de interpretar a Yago, y yo me distraigo con un mono.
Perdónenme: hay una pintura magnífica en la sala de Plummer, un retrato del siglo XVIII de un mono travieso montado en un frutero, y está en la pared justo encima de su hombro. El actor debe estar acostumbrado a que sus invitados se distraigan, porque mi mirada extraviada produce una risita benevolente.
La casa de Plummer —un ex granero extenso y de un siglo de antigüedad oculto en los bosques frondosos del suroeste de Connecticut— es un altar al reino animal, con creaturas pintadas en las paredes, bordadas en cojines y atrapados dentro de marcos. Los perros dominan claramente. “En verdad me gustan más que las personas”, confesa Plummer. “También, me encanta que me amen. Lo necesito. Y los perros pueden darte eso en dos segundos”.
Los humanos tal vez no lo den tan rápido, pero hay mucha adoración rondando por aquí, gracias a un renacimiento tardío en su carrera que hace parecer al estrellato de Plummer, hoy de 88 años, por La novicia rebelde como un preludio de otro siglo (que sí lo fue, pensándolo bien).
Su película más reciente, la comedia familiar disfuncional Boundaries, es protagonizada por Vera Farmiga como una madre soltera con un hijo atribulado. Cuando su padre negligente, impresionante y comerciante de mota (Plummer) es expulsado de su asilo, el trío hace un viaje a través del país.
Los personajes carismáticos, ingeniosos y endiabladamente atractivos son su punto óptimo, tal vez porque esta es la energía que irradia Plummer. Cuando sale de la casa para recibirme, se ve inmaculadamente elegante con su pantalón de vestir gris y un bléiser sencillo. El actor ha vivido aquí con su tercera esposa, la actriz británica Elaine Taylor, desde principios de la década de 1980. (Tiene una hija, la actriz Amanda Plummer, de su primer matrimonio con la difunta Tammy Grimes).
Su personaje en Boundaries está basado en el padre de la guionista-directora Shana Feste, un tahúr y comerciante de drogas. “Él tenía un gusto verdadero por violar la ley”, dice Feste. “Mi universidad se pagó con sobres de dinero”. Cuando un director de reparto sugirió a Plummer, ella pensó: Para nada. “Christopher es un maestro de Shakespeare y tan refinado, y mi padre, ya sabes, entraba y salía de prisión y estaba cubierto de tatuajes, y fumó yerba toda mi vida”.
Pero a Plummer le intrigó el guion —“Pensé: ‘Me encantaría interpretar a este viejo temible que nunca puede hallar una cama donde acostarse”— y le da una elegancia irresistiblemente desagradable al papel. “Con algunos de los actores más talentosos del mundo, puedes desviar la vista de la pantalla”, dice Feste. “No puedes desviar la vista de Christopher, incluso cuando no hace nada”.
Plummer halló inspiración en su propio pasado libertino, cuando era un actor de Broadway en la década de 1950 con un gusto por la bebida y las mujeres. “Solía haber una regla”, me dice él, “que no eras un hombre hasta que podías pasar por una matiné de Hamlet orinado y con resaca. ¡Cosa que hicimos!”
Por entonces, el actor nacido en Toronto era un maestro de los clásicos —Enrique V, Hamlet, Cyrano de Bergerac, Macbeth— y su amigo de bares era Jason Robards. “Entiendo que eras un poco bebedor”, le digo con sutileza cortés. “Todos lo eran a principios de la década de 1950”, contesta Plummer. “¡No me mires con tu cabellera manchada de sangre! Todo ese grupo, Dios, nunca estaban sin un vodka. Fue muy divertido”.
Se suponía que Plummer hablaría de Boundaries. El problema es: “Se me olvidó la trama. Se me olvidó qué diablos hace mi personaje”. Se filmó hace dos años; mucho ha pasado desde entonces.
A principios de noviembre, recibió una llamada inusual. Ridley Scott necesitaba un remplazo urgente del deshonrado Kevin Spacey, quien había interpretado al multimillonario J. Paul Getty en su thriller histórico ya filmado Todo el dinero del mundo. Scott viajó desde Londres para convencer a Plummer, su elección original para interpretar al tacaño magnate petrolero; su talento para captar personajes históricos es indiscutible, y tenía la edad adecuada. (El estudio presionó para poner un nombre más de moda: un Spacey de 57 años que requirió de capas de maquillaje envejecedor.) Pero Plummer estaba receloso. Parecía una tarea imposible, dado que la película se estrenaría en diciembre. “Pensé: ‘Jesús. Esto suena… Oh, Dios’,” dice él. “Y luego pensé: ‘Espera un momento. Esto es más o menos excitante’.”
El actor también tiene talento para los hombres desagradables, así como una teoría sobre cómo interpretarlos. “Cuando tienes un personaje ruin —como Yago, quien es el mal arquetípico de todos los personajes en la literatura—, tienes que hallar una manera de hacerlo tan encantador como sea posible”, dice el actor, quien interpretó a Yago en oposición al Moro de James Earl Jones en la producción de Broadway de Otelo en 1982, por la cual Plummer recibió una nominación al Tony (ha sido nominado siete veces y ganado dos veces). “Es lo mismo con esa creatura poco atractiva que es Getty”.
Para abreviar, Plummer estaba frente a las cámaras pocas semanas después de su plática con Scott, para nueve días de frenéticas tomas de último minuto que costaron $10 millones de dólares. Todo el dinero del mundo se estrenó pocas semanas después, en medio del circo mediático por la eliminación de Spacey. Poco después, Plummer se enteró de que recibió los máximos galardones por su actuación. “Nueve días de trabajo, ¡Y obtengo una nominación al Oscar! ¡[Una nominación al] Globo de Oro! O sea, ¿qué?!
Entonces, ¿fue una sorpresa? “Oh, Dios, sí”, comenta el actor. “Pensé: ‘¡Gracias a Dios que me acordé de mi parlamento!”
Él conoció a Spacey con el paso de los años, pero “Oooh” —un estremecimiento audible— “no sabía nada con respecto a eso”, dice él, aludiendo cautelosamente a las acusaciones de que Spacey explotó o atacó sexualmente a numerosos hombres menores de edad.
Plummer es, por decirlo francamente, el raro hombre famoso cuya carrera se ha beneficiado del “efecto Weinstein”. También apoya entusiastamente el ajuste de cuentas público que se ha dado. “Pienso que es bueno, claro que sí”, comenta el actor. “Las personas quienes [perpetraron el acoso] simplemente son repugnantes. No soy un mojigato de ninguna manera, pero ellos deben ser tan inseguros. Por ejemplo, ¿por qué un hombre atractivo como Charlie Rose, por qué él tuvo que hacer todo eso para ser un amante exitoso, por amor de Dios? Pienso que es fantástico que las muchachas ahora se sientan libres de dar un paso al frente”.
Habiendo trabajado en el entretenimiento más tiempo del que Spacey tiene de vida, Plummer acepta que se benefició del viejo sistema de exclusión, en especial en el escenario. “Interpreté todos los grandes papales en el teatro”, comenta él. “Ahora, las mujeres van a interpretar todos los papeles masculinos, por ejemplo, en Shakespeare”. Se ríe. “¡Me alegra que ya los interpreté, antes de que las mujeres llegaran a la ciudad!”
Plummer expresa molestia solo una vez durante nuestra mañana juntos. “¡Dios, toda esta chingada entrevista va a tratarse de La novicia rebelde!” (Luego se ríe lo bastante bajo para asegurarme de que no me expulsarán a los bosques de Connecticut.)
Tal vez me excedí un poco allí. Plummer interpretó al Capitán Von Trapp en el amado musical de 1965. El papel sigue siendo su más famoso, aunque está lejos de ser su mejor trabajo. Se sabe que él se ha referido a ella como “El sonido del moco” o “S&M”.
“Es solo que… persiste”, comenta Plummer a manera de explicación. “En cuanto me dieron esa imagen de Von Trapp, luego todos los guiones me llegaban con el mismo tipo de hijos de puta estirados, y eran tan sosos y aburridos. ¡No podía esperar a ser un actor de carácter! Tan aburrido, ser un actor principal, Dios”.
Él y su coestrella Julie Andrews (con quien mantiene una amistad cercana) no tenían idea de que la película se haría tan monolítica como lo hizo, y admite que se portó mal en el plató en Austria. “Era tan arrogante. Era joven. Simplemente odié [el papel] Von Trapp. [El director] Bob Wise, no sé cómo me soportó, excepto que él siempre dijo que yo le daba la impresión de no ser demasiado sentimental”.
Aun así, La novicia le trajo más películas. Tenía 35 años por entonces, y era un amo de Broadway inicialmente incómodo frente a la cámara. Diez años después, recibió el consejo de dirección más memorable de su carrera, de John Huston, quien dirigió El hombre que sería rey en 1975. Plummer interpretaba al escritor Rudyard Kipling, el narrador de la película. En cierto momento, descubre la cabeza cercenada de un personaje (interpretado por Sean Connery). “Le hablo a la cabeza”, comenta el actor, “y tengo una fase. Estaba pleno de emoción. No podía decirla bien”. Huston, a quien ahora imita con un graznido áspero, dijo: “¡Chris! ¡Solo quítale… la música… a tu voz!”
Fue un momento importantísimo, enseñarle a Plummer a evitar el exagerar hasta el empalagamiento, y desde entonces él ha restringido lo más posible todo papel que le han dado. Dada su voz engolada, su apariencia real y modales atemporales, ello significó un par de décadas interpretando a muchísimos muertos históricos: Kipling, Franklin D. Roosevelt y Arthur Wellesley, el primer Duque de Wellington. La filmografía de Plummer se convirtió en un curso introductorio de representar historia.
Y luego, poco antes de su 70º cumpleaños, comenzó el renacimiento. Fue el año que contribuyó con una actuación deslumbrante como el periodista Mike Wallace en el drama de soplones El informante de Michael Mann. Papeles en Una mente brillante y El plan perfecto de Spike Lee, entre otras películas, le siguieron. Recibió su primera nominación al Oscar en 2010 por interpretar a León Tolstói en La última estación.
A cualquier artista tribulado que se sienta un fracasado a los 30 años, le conviene considerar esta confirmación: la juventud está sobrevalorada. O tal vez la juventud sea eterna, si puedes reunir la vitalidad y los medios y la perversidad desconocida para mantenerte creativamente vibrante a los 88 años. “No me siento viejo, para empezar”, señala Plummer. “Más o menos te etiquetan de viejo súbitamente”.
Por ejemplo, fue desorientador cuando, a los 82 años, se convirtió en el actor más viejo en ganar el Premio de la Academia como mejor actor de reparto. “Pensé: ‘Oh, Dios. ¡Mejor me porto bien!”
Ese premio fue por Beginners (2011), un romance creativo coprotagonizado por Ewan McGregor. Plummer interpreta a su envejecido padre gay, quien decide salir del clóset —y hallar un novio— tras la muerte de su esposa. La actuación de Plummer es el negativo fotográfico de su irascible J. Paul Getty, tan lleno de ternura y entusiasmo y —sí— sexualidad sin extinguirse. Y aun cuando nunca tuvo la oportunidad de interpretar en pantalla un romance homosexual, “me sentí extremadamente natural en él”, menciona el actor. “No había angustia ni nervios ni nada”.
No tiene planes de retirarse. “Cuando estás en una buena edad —y todos siguen recordándome cuán viejo soy—, es lo más sano que puedes hacer. Tienes que seguir trabajando”, comenta él. “Algunos de mis amigos [se han retirado], y están absolutamente arruinados como personas. Horrible”. Plummer añade después: “Voy a caer muerto en el escenario, espero”.
De una manera extraña, Beginners es la película que mejor representa esta fase en la carrera de Plummer: aun cuando su personaje tiene cáncer, también se trata de renovarse uno mismo a una edad avanzada. Jugar tenis y tocar piano lo mantiene joven, dice el actor, quien tiene una actuación por venir con la Sinfónica de Toronto, llamada Christopher Plummer’s Symphonic Shakespeare (él recita). Y está en conversaciones para interpretar a otro “hombre real famoso”. (Demasiado pronto para decir quién.)
Cada década parece traer un resurgimiento de Plummer. “Es una nueva carrera. ¡Es grandioso!”, y se ríe. “¡Tal vez [en mis] 90 años me convierta en mujer e interprete de nuevo todos los grandes papeles!”
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation whit Newsweek