Apenas rebasada por la motora, la visual es la segunda discapacidad que más daño provoca en México. Ante ello, el Instituto de Oftalmología Conde de Valenciana realiza esfuerzos titánicos con la ambición de disminuir el mal.
Una legendaria novela de José Saramago relata cómo, de manera fulminante, una ceguera blanca se expande por la ciudad, y los ciegos, ora internados en cuarentena, ora perdidos en la calle, se enfrentan a lo más primitivo de la especie humana: la voluntad de sobrevivir sin el más valioso de los sentidos.
Si bien la obra es solo la ficción de un escritor que señala con dedo acusador a la humanidad que, viendo, no ve, pone el punto sobre las íes y atrae la atención a uno de los males que más afectan al ser humano: la discapacidad visual.
Definida como la disminución significativa de la agudeza visual, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que esta discapacidad afecta a unos 253 millones de personas en todo el mundo: 36 millones con ceguera y 217 millones con afectación visual de moderada a grave.
El organismo sentencia, además, que este mal limita a las personas en la realización de tareas cotidianas y afecta su calidad de vida y sus posibilidades de interacción con el mundo circundante.
Por esa razón, opina Jesús Arrieta, cirujano oftalmólogo y jefe del Departamento de Coordinación Médico Quirúrgica del Instituto de Oftalmología Conde de Valenciana, “la necesidad que tenemos cualquier persona, desde los niños hasta los adultos, es de hacernos una revisión oftalmológica por lo menos una vez al año”.
El especialista en medicina ocular añade que, en ese sentido, lo ideal es que los niños sean revisados oftalmológicamente antes de entrar en la primaria para conocer cuál es su estado de visión general.
Y es que, si a escala mundial las cifras son alarmantes, en México la mella no es menor. Según cálculos del INEGI, aproximadamente un millón y medio de personas padecen discapacidad visual. De esta población, 56.2 por ciento no usa lentes y 43.8 por ciento sí los utiliza. Empero, lo más grave es que más de la mitad de la población con discapacidad para ver no usa ningún tipo de ayuda, lo cual puede deberse a que la magnitud de su deficiencia no la haga candidata a usarla, o bien porque no tiene acceso a ellas, ya sea por problemas de cobertura o de distancia.
“La discapacidad visual es la segunda causa en nuestro país, solamente después de la discapacidad motora”, expone Arrieta Camacho en encuentro con Newsweek en Español. “Y la principal causa son los defectos refractivos, es decir, la necesidad de utilizar lentes. Existen muchos pacientes que tienen una discapacidad visual totalmente tratable y corregible con anteojos. Por ejemplo, hay muchos niños cuya maestra se da cuenta de su discapacidad porque no aprenden de manera adecuada o su proceso de enseñanza-aprendizaje es limitado. Ese niño es un paciente que tiene miopía, hipermetropía o astigmatismo, que son los tres principales defectos de refracción, es decir, que los hacen utilizar lentes”.
Sin embargo, añade, después de la infancia, en la adolescencia y adultez, se mantiene la prevalencia de los defectos de refracción. Además, existen otras enfermedades que pueden diagnosticarse de manera muy precisa y oportuna mediante una revisión visual.
“¿Cuál es la principal causa de ceguera en nuestro país? —se pregunta el médico especialista—. La principal es la retinopatía diabética, una lesión en la retina, secundaria al padecimiento de la diabetes mellitus. Todos los pacientes diabéticos tienen que revisarse la retina cada año desde que son diagnosticados. La realidad es que los pacientes diabéticos buscan atención cuando pierden la vista, y ahí nuestro campo de acción disminuye de manera drástica porque muchos de estos padecimientos son irreversibles”.
La crisis global que representa esta discapacidad ha llevado a la Organización Mundial de la Salud a instrumentar una iniciativa cuyo fin es disminuir en 25 por ciento las discapacidades visuales evitables para el año 2019. Aprobado por la Asamblea Mundial de la Salud en 2013, este proyecto de la OMS se rige por “Salud ocular universal: un plan de acción mundial para 2014-2019”, el cual pretende reducir la discapacidad visual evitable como problema de salud pública mundial y garantizar el acceso de las personas con discapacidad visual a servicios de rehabilitación.
El directivo del Instituto de Oftalmología Conde de Valenciana pone énfasis especial en que una de las barreras principales del desarrollo humano es perder la visión: “Por supuesto que los otros sentidos son muy importantes, el auditivo, el tacto, el gusto, el olfato, pero el visual nos permite relacionarnos con nuestro entorno. Entonces, una persona que nace sin visión es una persona aislada que no necesariamente tiene facilidad para relacionarse con su entorno”.
Además, manifiesta que una de las características más relevantes del sentido de la vista es que, debido a que se trata de un órgano muy sensible, exhibe aquellos cambios en la salud aparentemente imperceptibles:
“Dicen románticamente por ahí que son los ojos la ventana del alma. Yo aquí precisaría que son la ventana a nuestro estado de salud sistémico. Porque el oftalmólogo, con una revisión precisa, puede ver directamente el funcionamiento interno del ojo. El cardiólogo escucha tu corazón; el ortopedista siente tus articulaciones, pero el oftalmólogo ve en el interior de tu ojo. Con las herramientas que tenemos podemos ver incluso los eritrocitos, las células de la sangre que pasan a través de los vasos del ojo, y podemos ver directamente el nervio óptico, el cristalino, el iris, la retina, y obtener información muy importante en unos minutos sobre un paciente con enfermedades inmunológicas, reumáticas, con infecciones, herpes, tuberculosis, sífilis, VIH, mononucleosis infecciosa y muchísimas más que se pueden manifestar en la retina o en una inflamación en el ojo”.
Incluso, sentencia el cirujano oftalmológico, “podemos encontrar diferentes tipos de cáncer que se manifiestan en el ojo o metastásicos en el globo ocular”.
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El Instituto de Oftalmología Conde de Valenciana, en el cual atiende Jesús Arrieta, es una de las organizaciones de salud visual más relevantes no solo de México, sino de toda América Latina. Inaugurado el 24 de febrero de 1976, se trata de un centro de asistencia privada que no persigue fines de lucro. Debe su existencia al legado de Luis Ludert y Rul, un descendiente de los condes de Valenciana que vivió de 1868 a 1953 y quien, a su muerte, dejó la propiedad donde está asentado el instituto —en la calle de Chimalpopoca, en la colonia Obrera de Ciudad de México— y recursos suficientes para la construcción de un hospital que se dedicara a la atención de enfermos de los ojos, especialmente de aquellos con menores recursos.
La administración de este centro de salud visual recae en un patronato, el cual depende de una organización oficial llamada Junta de Asistencia Privada y mantiene el beneficio social de la entidad con recursos obtenidos a través de cuotas de recuperación por lo general muy bajas. Los ingresos que se obtienen por estas cuotas de recuperación se emplean en el mantenimiento de las instalaciones, en el pago al personal, en la adquisición de nueva tecnología y en apoyar, con servicios médicos y quirúrgicos a quien, por su condición económica, no puede cubrir los costos.
Además de brindar atención médico quirúrgica a los enfermos de los ojos, el Conde de Valenciana es sede de cursos de pregrado de distintas universidades y del Posgrado de Oftalmología de la Universidad Nacional Autónoma de México. Hoy en día atiende en promedio a 1,000 pacientes diariamente y realiza unos 12,000 procedimientos quirúrgicos al año.
—Jesús, ¿cuál es la filosofía y misión del Instituto de Oftalmología?
—Nuestra principal vocación asistencial es dar atención a los pacientes que tienen recursos limitados, esa es nuestra población objetivo, pacientes con ingresos económicos medio-bajo. Y la misión del hospital es proveer la más alta tecnología en atención de problemas oftalmológicos a toda la población sin importar su condición social o socioeconómica. Es tener toda la infraestructura que necesitan para la salud de los ojos.
—¿Verdaderamente atiende cualquier tipo de enfermedad de los ojos?
—Cualquier problema oftalmológico. Somos una institución que tiene sólidas bases de enseñanza. A través de la Universidad Nacional Autónoma de México tenemos residentes en entrenamiento para oftalmología, aproximadamente 18 por año; la especialidad de oftalmología dura tres años, hay 18 residentes de primer año, 18 del segundo y 18 del tercer año, y al concluir su periodo de formación en oftalmología, los residentes aplican para cursar áreas de alta especialidad en medicina en oftalmología, por ejemplo, en córnea, glaucoma, cirugía del segmento anterior del ojo, que es lo referente a la cirugía de catarata, retina, estrabismo, párpado, lagrimales, ultrasonido ocular, visión baja, genética oftálmica, entre otras. Son las principales áreas de alta especialidad, y aquí brindamos servicio en todas esas áreas con expertos específicos.
—¿Por esa razón es considerada una de las instituciones más importantes de América Latina?
—Es una de las principales instituciones de vanguardia oftalmológica. ¿Qué nos hace diferentes? Somos una institución joven y hemos tirado una línea muy importante en la investigación en oftalmología. Tenemos una unidad que tiene investigadores del Sistema Nacional de Investigadores de los tres niveles que hacen diferentes pautas en sus trabajos, como genética oftalmológica, proteómica ocular, biología molecular e inmunología. Los oftalmólogos podemos encontrar en ellos una mancuerna para hallar, por ejemplo, las bases genéticas para las enfermedades visuales.
—¿Particularmente por qué acuden los pacientes a este instituto?
—Vienen por muchas causas. Una de las primordiales es la dificultad para ver, que puede deberse a los defectos de refracción o a cualquier otra patología, como la catarata, que es una de las principales causas de ceguera. Esta es una enfermedad que afecta a los pacientes probablemente después de los 50 años, pues empiezan a tener cambios en una porción del ojo que se llama cristalino, un lente que tenemos todos de manera natural y que es transparente. A los pacientes de catarata, a través de una cirugía que conlleva mucha tecnología nueva, se les extirpa el cristalino y se coloca en su lugar un lente de un material plástico. Otra de las principales causas de consulta es el glaucoma, una enfermedad en donde sube la presión dentro del ojo y se afecta el nervio óptico; la estructura que lleva la información desde la retina hasta el cerebro es como un cable altamente especializado que tiene en su interior una gran cantidad de fibras nerviosas en donde, cuando al paciente le sube la presión intraocular, se le presiona el ojo y se lastiman esas pequeñas y delicadas fibras nerviosas. Entonces el paciente va perdiendo esas fibras desde la parte interna hasta la parte externa del nervio óptico, y eso le genera pérdida de su campo visual.
—¿Cuáles son sus recomendaciones profesionales para disminuir la discapacidad visual?
—El primer paso es el de la atención oportuna. Difundir lo más que se pueda esta información sería un primer gran paso, la revisión oftalmológica oportuna. Hay pacientes de 40 o 50 años que nunca se han revisado los ojos porque tenemos la idea de que si no nos duelen vemos bien, o el paciente puede interpretar, según su propia acepción, que ve bien. Una de las partes importantes de la revisión oftalmológica es conocer la agudeza visual de cada ojo, esa es la primera parte de la revisión cuando le decimos: ‘Tápese un ojo y dígame qué letra ve’. Muchas veces el paciente se tapa y dice: ‘No veo’. Y cuando se tapa el otro, puede leer y dice: ‘Yo nunca me había dado cuenta de que no veo con este ojo’. Esa puede ser la primera sorpresa, ser esta una condición desde su nacimiento o desde la infancia. Y especialmente importantes son los pacientes que tienen otros factores de riesgo en su familia o en su estado de salud en general u ocupación que los pone en riesgo.
—¿La salud visual en México tiene la esperanza de preservarse?
—Estamos ante un problema muy grande, un problema ante el que requerimos redoblar esfuerzos. Somos un centro de referencia nacional para problemas visuales de toda la república mexicana y las instituciones de asistencia privada seguimos siendo las principales proveedoras del servicio de la salud visual porque, tristemente, la tecnología no llega a las instituciones de salud que deberían de proveernos ese tipo de atención oftalmológica. Instituciones como el IMSS y el ISSSTE, que tienen también departamentos de oftalmología en donde también forman residentes, tienen un rezago importante en la atención a los pacientes. Tenemos un retraso, necesitamos hospitales como este que sean accesibles a la gente, a las necesidades y a la realidad de nuestro país. Además, se forman aproximadamente 110 especialistas oftalmólogos anualmente en toda la república, eso es un número bajo, tendríamos que tener más oftalmólogos y tenerlos sólidamente preparados, con valores y con sentido de ayuda y de acercarse a los pacientes.