Los científicos tomaron las calles en abril del año pasado. Este año, se dirigen a las urnas.
Como catedrática de biología en Yale, Valerie Horsley atrae la atención de sus alumnos en las salas de conferencias. Pero el 22 de abril de 2017 habló ante una multitud mucho mayor (3,000 personas) como una de las organizadoras de la Marcha por la Ciencia en New Haven. “Esa ha sido, quizá, la marcha más silenciosa en la que he participado”, dice. “No sé si los científicos simplemente no están acostumbrados a gritar en las calles”.
Aún si los científicos no hicieron ruido durante el más reciente Día de la Tierra, sí que lo harán en ciudades y capitales estatales de todo Estados Unidos en noviembre próximo. Horsley es una de los más de 50 candidatos que participan en contiendas estatales y locales, apoyados por el comité de acción política de orientación científica denominado 314 Action Fund. Durante el año pasado, la organización recaudó 2 millones de dólares, de acuerdo con documentos presentados ante la Comisión Federal Electoral de Estados Unidos. Su objetivo: lograr la elección de más candidatos con acreditación en ciencias.
Desde luego, los políticos tradicionales son perfectamente capaces de apoyar las políticas a favor de la ciencia. Sin embargo, Shaughnessy Naughton, fundadora de 314 Action, piensa que los conocimientos de los científicos se adaptan perfectamente a la legislatura. “Esencialmente, son personas que se dedican a resolver problemas”, dice. “Y si miramos al Congreso o a muchas de las legislaturas estatales, ciertamente nos sería más útil tener menos ideólogos y más personas que resuelvan problemas”.
Esta necesidad es particularmente grave en los asuntos relacionados con la salud, donde los gobiernos estatales pueden generar un cambio real. Ellos dirigen Medicaid y los programas para dejar de fumar; pueden implementar políticas de permisos pagados por motivos familiares más allá de los requerimientos federales (lo cual será una prioridad para Horsley si resulta electa), además de influir en los precios de los medicamentos y en las políticas de energía. Por ejemplo, el año pasado, la legislatura de Connecticut aprobó un proyecto de ley que podría ahorrar dinero a los consumidores en las farmacias: anteriormente, los intermediarios farmacéuticos podían tratar de impedir que los farmacéuticos informaran a los consumidores cuando el pago en efectivo de un medicamento podría ser menor si pagaban en efectivo que si lo hacían en copago; ahora, esta práctica es ilegal. Connecticut también participa en una iniciativa regional de limitación y comercio de emisiones para reducir la contaminación por gases de efecto invernadero.
“Durante varias décadas, el gobierno nacional se ha caracterizado por su letargo, su inmovilidad y su parálisis”, afirma Adam Myers, especialista en ciencia política de la Universidad de Providence. “Mientras tanto, en el ámbito estatal hemos visto un gran dinamismo político”. Esto se suma a la capacidad de desafiar al partido en el poder. Por ejemplo, California ha fortalecido sus leyes de ciudades santuario mientras que el presidente Donald Trump sigue defendiendo la construcción de un muro a lo largo de la frontera con México.
Al menos dos demócratas más se han postulado para competir contra Horsley en la elección primaria estatal, a realizarse el 14 de agosto, pero “voy a ganar”, dice ella sin dudarlo. El trabajo gubernamental es de media jornada, pero aun así, tendrá que renunciar a algunas de sus responsabilidades en el campus. Horsley deberá hacer las paces con eso. “Hubo un momento durante la marcha de la ciencia en el que tomé el micrófono y pude influir en miles de personas”, dice. “Podría seguir siendo catedrática. Podría seguir dirigiendo mi organización activista. O bien, podría tomar el micrófono”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation whit Newsweek