Los aceites esenciales son extractos de plantas, frutas o tejidos vegetales puros y concentrados. Su alto contenido de compuestos químicos naturales sirve como remedio para muchos padecimientos. Lo único que tenemos que hacer es ser constantes y aplicarlos de la manera correcta. Basta de medicinas y suplementos: la verdadera fuente de vitaminas y minerales está en los alimentos.
Nuestros ancestros usaban plantas para curar ciertas enfermedades. Hoy, con la urbanización y el crecimiento de la tecnología, hemos llegado a perder ese tacto con la naturaleza y con las plantas. Los aceites esenciales son una manera increíble para regresar a las raíces de la medicina y los suplementos.
Algunos creen que producen solo un efecto placebo o que simplemente no funcionan, pero la realidad de los aceites es que no nos dan una cura inmediata o algo milagrosa.
LEE TAMBIÉN: Que tu alimento sea tu medicina
El proceso de enfermedad toma su tiempo, por lo que también lo hace el sanar. Debemos de detener el uso de medicamentos y curas que nos hacen sentir bien de un minuto a otro. La mayoría de los medicamentos que nos autorrecetamos solo curan nuestros síntomas, pero no el verdadero problema. Hay que buscar el origen del padecimiento y curarlo de raíz para no caer en un ciclo de efectos secundarios o más medicamentos.
El uso de estos aceites puede variar dependiendo de cada uno de ellos y su manera de aplicación, ya que puede ser vía oral, respiratoria o tópica.
Ejemplos de usos de aceites:
Melaleuca: acné, alergias, cortadas, infección.
Lavanda: alergias, ansiedad, depresión, insomnio.
Incienso: artritis, tos, mejorar la visión, asma.
Canela: diabetes, bacterias en el aire, infecciones vitales, diverticulitis.
Limón: contaminación del aire, resfriados, digestión, fiebre, gripe.
Orégano: parásitos intestinales, cándida, pie de atleta, aftas bucales.