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A menudo el desierto es imaginado como estéril, pero sus limitaciones productivas son causadas por las pocas precipitaciones pluviales y la velocidad con que las escasas se escurren.
Más de la mitad del territorio nacional es zona árida y Baja California en su totalidad es semidesértica.
Casi el 50% de la población del país vive donde la constante son los climas extremos, las sequías y el aumento de tierras erosionadas y desertificadas por la sobreexplotación.
En Baja California, el acceso al agua es cada vez más complicado, y el 80% del recurso depende de las importaciones de los escurrimientos de la cuenca del Río Colorado.
Y la cuestión es que no hay más agua disponible para el consumo humano.
Al no existir más fuentes naturales de agua dulce, la creciente demanda pública e industrial se abastece comprando derechos agrícolas desertificando más la tierra en el delta del Colorado.
Pero hay un plan en Baja California para aprovechar las bondades del desierto y solucionar la escasez de agua de forma sustentable.
El Plan Nacional Zonárida (PNZ), es un proyecto estratégico de la Agenda de Innovación de Baja California creado por investigadores, políticos y economistas para desarrollar las zonas áridas en México.
Aunque el PNZ fue nombrado en 2015 como estratégico, prioritario y mitigador de riesgos a la seguridad nacional por el Senado de la República, aún no ha sido aprobado plenamente por el ejecutivo.
La solicitud fue dictaminada por la Comisión de Medio Ambiente y Recursos Naturales, presidida por la senadora Ninfa Salinas y se emitió un punto de acuerdo pidiendo la aprobación del presidente Enrique Peña Nieto y de su gabinete económico.
Lo mismo sucede con el apoyo del gobierno estatal, instado por la cámara de diputados por una minuta promovida por el entonces diputado Marco Antonio Novelo.
Este acuerdo del poder legislativo del estado al gobernador Francisco Vega de Lamadrid Francisco Vega de Lamadrid para que incluyera el PNZ en el presupuesto de egresos de Baja California.
Un objetivo de este plan es implementar sistemas de producción primaria mediante vitro-invernaderos que destilan el agua salada.
Con ello se lograría un establecimiento a gran escala de sistemas de producción primaria de alta tecnología protegidos por vitro-invernaderos, que con un sistema de Ventilacion Calefaccion y Aire Acondicionado (VCAA) destilan suficiente agua salada para mantener la producción.
Como el acceso al agua es una urgencia para la sustentabilidad de la región, los vitro-invernaderos convierten de forma pasiva el agua salada en dulce.
El creador del PNZ es el ingeniero Eduardo Oviedo, director general del centro de Ingeniería Líder en Energía y Diseño Sustentable Sostenible (LEDSS).
“La maravilla del sistema VCAA que nombramos Zonárida, trabaja para mantener las condiciones climáticas durante el día, y en la noche cuando se descarga el calor que se acumuló, se genera la cantidad de agua dulce”, explica Oviedo.
El modelo permite proteger además granjas multimodales: acuícola, pecuaria y agrícola.
El invernadero albergará hectáreas de hortalizas, frutas, plantas de ornato de alto valor agregado y especies animales que formen ecosistemas artificiales automatizados e hidro sustentables.
Una de las aportaciones a la sustentabilidad de la región es que el vidrio está elaborado con la misma arena del desierto que captura gases de efecto invernadero (CO2) para utilizarlos como fertilizante carbónico.
Otra de las aportaciones a la sustentabilidad de la región es que sistema también controla el ciclo del carbón capturando los gases de efecto invernadero de la fabricación de los propios materiales de construcción de los vitro-invernaderos, aprovechándolos como fertilizante carbónico.
Oviedo considera que la implementación del sistema podrá capturar y usar las emisiones de CO2 de plantas termoeléctricas, fábricas de cemento, vidrio, hormigón y cal que contribuyen al calentamiento global.
Además de controlar el ciclo del agua y del carbono, el sistema permite que las especies como plantas, ganado y peces que habitan el invernadero se nutran unas a otras.
“Esa cadena trófica puede crear un sistema que va a revolucionar la producción primaria, la sustentabilidad y va a mitigar los efectos del calentamiento global. Ese es el poder del descubrimiento del vitro-invernadero”, dice Oviedo.
El ingeniero Oviedo dice que el desierto de Baja California tiene una posición privilegiada al estar cerca del mercado más importante del mundo. Por eso propuso el Plan Nacional Zonárida.
Para el senador Ernesto Ruffo Appel, proponer planes que detonen la economía y el desarrollo de las zonas áridas, podría mitigar daños al medio ambiente y ganar la batalla por la sustentabilidad.
Ruffo Appel, junto a Salvador López Brito, senador por Sinaloa, fueron otros aliados del PNZ.
Ruffo dice que alcanzar la sustentabilidad es un reto que cada vez se vuelve más urgente en términos ambientales, pero también demográficos.
“A la región la caracterizan limitaciones sobre todo de carácter hídrico, pero también medioambiental. El reto de la sustentabilidad es muy grande y la población sigue creciendo”, dice Ruffo, ex gobernador panista de Baja California.
A la escasez del agua se le suma la falta de desarrollo industrial, pero uno no se tiene sin el otro.
El investigador Ismael Plascencia López, académico de UABC y presidente del clúster de Bioeconomía de Baja California, considera que en el estado no se ha desarrollado un crecimiento endógeno —capital, innovación y conocimientos internos— porque falta una política industrial nacional.
Es decir, que aquí se haga desde la explotación de la materia prima, hasta la creación del producto final con valor agregado.
Planes como el Zonárida podrían abonar a desarrollarla. Sobre todo el modelo de vitro-invernadero.
“Esto que plantea el ingeniero Oviedo es una muy buena idea para reactivar la política de desarrollo regional”, dice el investigador Plascencia.
“La arena del desierto que ya tenemos aquí, la conviertes en vidrio y con ese haces los vitro invernaderos. Y en esos metes horticultura. En vez de estar sembrando maíz, frijol, trigo y algodón, plantas hortalizas de alto valor agregado como calabacita estrella, tomate cherry, fresas, moras. Ahí le estás dando valor agregado”, explica.
Plascencia dice que los países más avanzados en desarrollo agronómico son Israel y Holanda. Y el proyecto Zonárida podría entrar a la tendencia, porque propone una infraestructura intensiva en capital y tecnología de sistemas de goteo y vitro-invernaderos, que puedan convertir el agua de mar en agua dulce.
Pero la investigadora del medio ambiente de El Colegio de la Frontera Norte, Gabriela Muñoz, lo observa con más cautela.
“Una zona árida o un desierto no es una tierra degradada. Es un ecosistema con su productividad. Hay que tener cuidado de no alterarlo”, dice la académica.
La empresa LEDSS logró reunir con el apoyo del Programa de Estímulos a la Innovación 2017 del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) y de la Corporación para el Desarrollo Científico y Tecnológico (Codecyt BC), 6 millones de pesos.
Con esto se está construyendo la planta piloto demostrativa de 2 mil 500 metros cuadrados de vitro-invernadero para demostrar una productividad de 80 metros cúbicos de agua destilada por hectárea al día.
Se solicitó formalmente al programa de innovación de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa) la cantidad de 24 millones para completar la hectárea de vitro-invernadero en abril de 2016.
“Le solicitamos a la Sagarpa que nos ayudará con 24 millones de pesos. Y aunque aprobó el proyecto no hemos podido concretar el apoyo, a lo mejor la promoción por parte del gobernador serviría”, dice Oviedo.
Por lo pronto, los planes para Zonárida no cesan.
Oviedo explica que ya se hizo la solicitud a la Secretaría de Energía para el apoyo con tres locaciones para construir ahí las plantas piloto demostrativas para los vitro-invernaderos y sus respectivas granjas multimodales.
Una de estas sería “La Roca”, en el Golfo de California, otro en la planta termoeléctrica “La Jovita”, en Ensenada, y la última, en la planta termoeléctrica de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), en Cerro Prieto, Mexicali.
La idea es que al mismo tiempo que se genera el agua, se logre la captura de gases de efecto invernadero que estas termoeléctricas producen.
“Mataríamos dos pájaros de un tiro”, dice Oviedo.
“Haríamos la demostración de producción primaria protegida, produciendo el agua, y haríamos la demostración del CO2, le daríamos una factibilidad a la utilización de los fertilizantes fósiles en tecnologías de transición que tanto necesita el mundo”.
Además, falta cooperación del gobierno mexicano.
“Cuando estás hablando de un proyecto muy grande, que tengas el apoyo del gobierno y el apoyo de todos los niveles de gobierno y de la comunidad, es el objetivo”, dice Oviedo.
Considera que además de ser un proyecto prioritario para la región, es la mejor manera de repartir la riqueza nacional.
Ernesto Ruffo opina que aún hay camino por recorrer.
Dice que mantiene conversación con gobernantes de Baja California para mantener el tema del Plan Nacional Zonárida como prioridad, pero en el plano nacional se complica.
“Hemos tenido un gran problema político y es que los gobiernos nacionales, en este caso la Ciudad de México y Washington, le dan prioridad a la nación pero se olvidan de los problemas regionales”, dice.
Concretar planes de alto calado no es, desde luego, una tarea sencilla.
“Se necesitan tener asegurados los recursos naturales, el desarrollo tecnológico para explotarlos de forma limpia y sustentable, se necesita tener el capital emprendedor para arriesgarlo y se necesita el apoyo de la comunidad”, dice Eduardo Oviedo.
Pero solo así, los oasis dejarán de ser espejismos.