LA MÚSICA estaba presente en la vida de María Katzarava desde antes de nacer. Sus padres son violinistas profesionales y ella comenzó su formación musical a los tres años al estudiar piano y violín. Influenciada fuertemente por el grupo español Mecano, del cual era seguidor, a los 15 años empezó a dedicarse profesionalmente al canto y quedó enamorada de la ópera, aunque en ese momento su sueño era convertirse en cantante de pop rock, según cuenta a Newsweek en Español.
Al descubrir el alcance de su voz se adentró cada vez más en el mundo de la ópera, hasta que a los 17 años ingresó en la Escuela Superior de Música. Fue ahí donde dejó de lado el violín y sus sueños de hacer pop y se enfocó de lleno en el canto operístico. Actualmente, a los 33 años, ha conseguido fama internacional después de ganar el primer lugar en la competencia Operalia en Canadá en las categorías de ópera y zarzuela.
La música le ha permitido a la soprano mexicana conjuntar el canto y la actuación. Aunque al principio de su carrera María Katzarava empezó como una soprano lírica ligera, desde hace años interpreta roles totalmente líricos que le han abierto las puertas en los escenarios más prestigiosos del mundo. Ha viajado por el mundo representando a México, emprendiendo algo que ella misma denomina como “locura maravillosa”.
María busca eliminar los clichés que rondan la ópera —de ser música para gente grande o aburrida—, pues, desde su perspectiva, el público joven también está interesado en este género, que ahora apuesta por puestas en escena modernas, experimentales y frescas. “Es conjuntar dos mundos: el de la ópera y el del pop. Quiero que la gente me escuche como una cantante de cabaret y disfrute de una mezcla del pop y electrojazz”.
Los próximos 10, 11, 12 y 13 de agosto, en el Lunario de la CDMX, la ganadora de la competencia Operalia 2008 interpretará temas que se volvieron inmortales en voz de la leyenda de la chanson francesa, Edith Piaf, así como composiciones de Jacques Brel, Jacques Prévert, Joseph Kosma y canciones contemporáneas.
LA MÚSICA le ha permitido a la soprano mexicana conjuntar el canto y la actuación. FOTO: ESPECIAL
—María, ¿a qué se enfrentan los artistas mexicanos de esta área en otros países?
—En México hay mucho talento musical y cultural, lo que hace falta es apoyo para estas artes. En el Palacio de Bellas Artes, los conciertos de ópera siempre están abarrotados, las voces mexicanas son de las más aplaudidas a escala mundial por su belleza y capacidad. Los tenores bajos y sopranos han dado al país importantes reconocimientos para la música. No creo que el público esté alejado de este género, lo que hace falta es perderle el miedo y hacerle más publicidad por parte de las instituciones de cultura. Siempre hay gente que, aunque no sepa de este género, le interesa, pero pareciera que le tienen miedo a este mundo. Mas una vez que entran, les fascina.
—¿A qué crees que se deba este miedo?
—A veces creen que es muy elitista la ópera, pero no lo es, la ópera es para todo el mundo, dura lo mismo que una película en el cine y hay veces que cuesta lo mismo. Es una cuestión de falta de publicidad de las instituciones de cultura en México que no le dan la suficiente importancia a este género. Pero una vez que nosotros como artistas llevamos a la gente (…) le pierden el miedo, y sí que se vuelven fans de la ópera, eso me ha pasado muchas veces.
—¿Qué significa para ti representar a México en este ámbito?
—Me llena muchísimo de orgullo ser mexicana y por llevar mi carrera a todos los países y continentes en los que he tenido oportunidad de cantar. Además de poder dar conciertos al lado de artistas como Andrea Bocelli y Plácido Domingo, que son iconos en la música. Para mí es importante llevar el nombre de México desde el ámbito cultural y las artes, porque muchas veces en Europa u otros países piensan que este país es solo drogas, violencia o inseguridad y obviamente no es así, también hay buenas noticias.
—¿Cuál fue la última vez que fuiste a un concierto?
—Hace mucho que yo no voy a un concierto porque no me da el tiempo, pero el último fue uno de Silvio Rodríguez en el Auditorio Nacional, hace siete años.
—¿Cuál es el último lugar que te conmovió?
—Me conmovió muchísimo la India, porque la gente ahí es de una nobleza de la que deberíamos de aprender todos, de una humildad y educación que yo no he visto en otro lado.
—¿Cuál es tu último recuerdo feliz de México?
—En mayo pasado estuve en México cantando “Turandot”, tenía poco más de un año de no volver, y ver al público mexicano siempre tan amoroso me hace muy feliz, porque es muy cálido.