“Todos los capitanes de las
embarcaciones del Amazonas saben que están a merced de estos bastardos”, afirma
el capitán Merinaldo Paiva, de 41 años, quien recorre la selva tropical de
Brasil desde que era adolescente.
A los piratas del río Amazonas les
gusta salir a atacar cuando cae la noche. La embarcación de Paiva fue asaltada en
abril por 15 hombres que llevaban el rostro cubierto con pasamontañas, mientras
docenas de pasajeros dormitaban en sus hamacas. De repente, los viajeros
despertaron con rifles que les apuntaban a la cabeza.
Los atacantes se llevaron efectivo,
joyas, teléfonos inteligentes, combustible, comida y obligaron a que todos se
tendieran boca abajo en la cubierta. Después se marcharon en lanchas de carrera
por un río tan vasto que en las regiones fronterizas de Brasil es llamado el
“río mar”.
La piratería ha sido desde hace
mucho tiempo un hecho cotidiano de los ríos de la jungla brasileña. Las fuerzas
de seguridad luchan por combatir las bandas delictivas responsables de los ataques
que han aterrorizado a las tripulaciones de las embarcaciones y a sus
pasajeros.
En octubre, cuatro piratas
enmascarados y armados con rifles tomaron un barco de combustible en el río
Solimões (como se le conoce a la parte superior del Amazonas) y robaron más de
2 mil 600 galones de diesel, junto con efectivo, relojes y ropa de la
tripulación. En septiembre, diez hombres enmascarados asaltaron un barco de
pasajeros cerca de la ciudad de Belém y les robaron a 260 pasajeros. Los
atacantes usaron a una mujer que iba a bordo como escudo humano durante el
asalto.
La creciente alarma frente a la
piratería se entreteje con los rápidos cambios que se viven en la región; el
Amazonas brasileño alberga a cerca de 25 millones de personas, de esta cifra
unos 2 millones se encuentran en Manaos. La población de la zona creció un 22
por ciento entre el 2000 y 2010, según los datos que aparecen en los censos,
eso es casi el doble de la tasa total del país.
Sin embargo, el Amazonas también es
una de las regiones más pobres de Brasil y el crimen organizado se ha
expandido, lo que hace que se incremente la sensación de que la vasta cuenca
del río es un territorio sin ley.
Las autoridades, por su parte, aseguran
que se están esforzando; en Macapá, en el norte de Brasil, una brigada especial
del Batallón Ambiental, conformada por agentes de policía, hace operativos
regulares de patrullaje por el río en busca de piratas.
En un caso de este año, la policía
de Amazonas capturó a José Conceiҫào de Souza, un pirata que confesó
haber matado a dos narcotraficantes colombianos a quienes robó 123 kilos de
cocaína que llevaban en bote a Manaos.
“Atrapar a los piratas es como pelear
contra la guerrilla”, cuenta el capitán Lúcio Lima, jefe de la unidad de
operaciones especiales de la fuerza policiaca de Amapá que persigue a los
bandidos río abajo. “Son tipos escurridizos que aprovechan bien su conocimiento
de las corrientes del río, la geografía y la topografía”.