Un pequeño
pedazo de ‘tierra de nadie’ entre Serbia y Croacia, se llama Liberland, mide sólo 7 kilómetros cuadrados de
un pantano deshabitado, pero en la mente de Vit Jedlicka, su primer presidente,
es el cumplimiento del sueño libertario:
una tierra sin impuestos obligatorios, sin control de armas, y con Bitcoins
como moneda oficial.
Alguna vez fue de Serbia, pero
cuando las fronteras fueron rediseñadas al final de la guerra de los Balcanes,
que separó la ex Yugoslavia en la década de 1990, el territorio terminó en los
mapas dentro de los límites croatas. Croacia
no lo quiso. Quedó entonces como un
territorio no reclamado por ningún estado.
Foto: liberland.org
La historia de Vit comenzó en 2015, cuando él, su novia y un par de amigos plantaron una bandera
allí. Los otros tres eligieron a Vit de presidente. Desde entonces, ha aprobado a cerca
de medio millón de ciudadanos
potenciales en línea y nombrado un gabinete y embajadores en todo el mundo.
Liberland cuenta con recursos conseguidos mediante crowdfunding –red de financiación colectiva, normalmente online– y ricos donantes libertarios. Lo
malo es que a este paraíso le aqueja un grave problema, sólo uno: ni el
presidente, ni los fundadores, no los diplomáticos, ni los libertarios regados
por el mundo pueden entrar en él.
Aunque Croacia desprecia el territorio, no quiere
decir que le interesa una utopía
libertaria en su frontera, así que ordenó detener y multar a cualquiera
que intentara entrar, por tierra o por agua. El propio presidente de Liberland
fue arrestado y multado cuando lo intentó. Y hace unos meses incluso se le
impidió ingresar a Croacia.
Vit no se da por vencido. Siguió con una intensa
agenda internacional, en conferencias libertarias, nombrando una lista de
ministros y representantes extranjeros y manteniendo Liberland vivo, por lo
menos en redes sociales. Hasta dirigió un concurso de arquitectura para Liberland, en el que participaron
algunos de los más importantes estudios de arquitectura de todo el mundo. Por
ahora, todo es desde fuera.
De no lograr el permiso de Croacia para ingresar al
territorio, Jedlicka tiene un plan B: si de plano no puede establecerse en el
terreno semi sólido de Liberland, va a construir un asentamiento temporal en casas flotantes en el Danubio, junto su
utopía.
Los botes servirán como lugares de reunión y
alojamiento diplomático. “Queremos demostrar que somos personas reales, capaces
de hacer cosas reales, pero de una manera romántica”, dice Vit. Y no habla en
broma, para comenzar compró una destartalada embarcación por la que pagó 30 mil
euros (32 mil 300 dólares). Ya comenzó.