Sevgi Akarçesme se aseguró de llegar temprano al trabajo el día en que su oficina en Estambul fue invadida por la policía antimotines. “[El presidente Recep Tayyip] Erdogan había dejado claro que iría tras nosotros,” dice la ex editora de Today’s Zaman, un periódico en inglés que había criticado duramente al presidente turco y a su gobernante Partido Justicia y Desarrollo (AKP, por sus siglas en turco). El 3 de marzo, una persona que se hace llamar “Fuat Avni,” un denunciante cada vez menos confiable activo en las redes sociales, había declarado que era inminente que se produjera una incursión en el diario Zaman, propiedad de Feza Publications, que también posee Today’s Zaman y la Agencia de Noticias Cihan. Esta vez, Avni tuvo razón.
“No pude dormir aquella noche. Sabía que era cuestión de horas,” recuerda Akarçesme. “Así que fui a la oficina antes del amanecer; mis colegas ya estaban ahí. Desayunamos juntos y comenzamos a esperar. La decisión oficial de la Corte [de tomar al grupo de medios de comunicación] se produjo a las tres de la tarde. Nos dimos cuenta de que debíamos apresurarnos para sacar una edición anticipada, sin importar que no estuviera completa, por lo que imprimimos únicamente ocho páginas”.
La portada del último número no censurado de Today’s Zaman era negra, con el siguiente encabezado en grandes letras blancas: “Un día vergonzoso para la prensa libre en Turquía”. Cuando se dieron a conocer las noticias, los lectores de Today’s Zaman y su publicación hermana Zaman, que en esa época era el diario más leído en Turquía, se reunieron por cientos afuera de las oficinas del grupo para protestar.
“Alrededor de las 10 p.m., oímos un escándalo afuera del edificio,” señala Akarçesme. “La policía había cortado las cadenas de acero de las puertas, que algunos miembros del personal habían colocado como protesta”.
Algunos empleados de Zaman comenzaron a enviar tuits en vivo de la incursión, mientras la policía los echaba de sus oficinas y disparaba balas de goma contra los manifestantes. Akarçesme trató de transmitir lo que ocurría a través de Periscope, la aplicación de video en vivo, pero un policía le arrebató su teléfono.
Akarçesme supo en ese momento que su trabajo estaba en riesgo bajo el control del consejo de administración nombrado por el gobierno para supervisar al grupo de medios de comunicación tomado, el cual fue acusado de cometer “actividades terroristas” no especificadas por el juez Fevzi Keles. “Me di cuenta de que era cuestión de tiempo antes de que [a los editores de Zaman] se les prohibiera salir del país o fueran arrestados por cargos de terrorismo”, dice.
Cuarenta y ocho horas después de la incursión policiaca, ella empacó y tomó un avión a Bruselas, donde ha solicitado su residencia. “Estoy desempleada. No me siento segura”, dice. “No sé cuándo regresaré a Turquía, o si volveré alguna vez”.
En el más reciente Índice Mundial de Libertad de Prensa, Turquía alcanzó el lugar número 151 de entre 180 países, y en un artículo reciente del Índice sobre la Censura se advirtió que el país enfrenta la “extinción” inminente de la prensa libre bajo el gobierno de Erdogan, que ha permanecido en el poder desde 2002, trabajando tres períodos como primer ministro antes de obtener 52 por ciento de los votos para convertirse en presidente en 2014. Actualmente, Turquía es el quinto país con más reporteros encarcelados.
Las crecientes medidas represivas contra los medios de comunicación, una avalancha de ataques con bombas, más recientemente en el aeropuerto Atatürk de Estambul, los cuales han producido la mayor caída en la ocupación de cuartos de hotel en toda una década, así como la retórica y las acciones cada vez más autocráticas de Erdogan han preocupado a los observadores occidentales y han hecho surgir preguntas sobre si Turquía, que es miembro de la OTAN, alguna vez estará en condiciones de unirse a la Unión Europea. (Tras el ataque al aeropuerto, ocurrido el 28 de junio y en el que murieron al menos 44 personas, las autoridades turcas impusieron la prohibición de publicar imágenes de la escena del bombardeo, y los usuarios de las redes sociales se quejaron del poco o nulo acceso a Twitter y Facebook, una situación común cuando ocurre un ataque suicida se Turquía.)
En noviembre pasado, el partido AKP obtuvo 49.5 por ciento de los votos en las elecciones generales, pero una misión de observación organizada por el Consejo de Europa describió el proceso como “injusto” y caracterizado por “la violencia y el miedo”. A finales de mayo, el primer ministro Ahmet Davutoglu fue reemplazado sin ninguna aplicación inicial por el antiguo ministro de transporte Binali Yildirim, un entusiasta partidario de los planes de Erdogan para realizar una nueva constitución, lo cual ha provocado el temor entre los críticos de que expandiría en gran medida los poderes del presidente.
Desde el inicio de la presidencia de Erdogan, los fiscales del Estado han presentado 1845 demandas contra ciudadanos turcos, muchos de ellos periodistas, por insultar al presidente de Turquía, lo cual está prohibido por el Artículo 299 del código penal turco. Uno de los casos más notorios fue el del doctor Rifat Çetin, que en 2014 compartió un meme en Facebook en el que se comparaba a Erdogan con Gollum, el personaje de las películas de El Señor de los Anillos. En junio, Çetin recibió una sentencia suspendida de un año en prisión por insultar al presidente, además de ser privado de sus derechos de custodia paterna.
Los arrestos y persecución de periodistas están al alza: en el reciente proyecto de Mapeo de la Libertad de los Medios, realizado por el Índice sobre la Censura se afirma que, en el primer trimestre de 2016, se prohibió a 33 periodistas que informaran sobre los sucesos en Turquía. Según un informe sobre la libertad de prensa publicado por la Asociación de Periodistas de Turquía, 994 periodistas perdieron su empleo en ese periodo. Erol Önderoglu, representante turco de Reporteros sin Fronteras, el organismo de vigilancia de la libertad de prensa, fue detenido durante 10 días en junio bajo cargos de difundir propaganda terrorista.
Celil Sagir, antiguo director editorial de Today’s Zaman, dijo que fue convocado por el Consejo de Administración nombrado por el gobierno poco después de la incursión policiaca, y que se le ordenó evitar toda mención de asuntos controvertidos que iba desde los kurdos (que han luchado durante décadas en una guerra insurgente contra Turquía) hasta todo lo relacionado con los derechos de los gays. “Eliminaron una noticia sobre Elton John de la edición de ese día debido a que él es gay,” señaló Sagir. Tres semanas después, fue despedido por “actuar inmoralmente” como editor.
Uno de los pocos empleados de Today’s Zaman que pudo conservar su empleo después de la incursión habló con Newsweek desde el anonimato y dijo que la policía ocupó todo el edificio, incluidos los sanitarios, y registró a los empleados cuando entraban en busca de computadoras portátiles personales. “No podemos imprimir nada negativo acerca de Turquía”, dijo antes de ser despedido en mayo. “El periódico ha sido reducido a tan sólo ocho páginas. Es un mal chiste.”
“UN DÍA DE VERGÜENZA PARA LA PRENSA LIBRE”: Policías antimotines montan guardia en las oficinas del periódico Zaman un día después de tomar el control del grupo de medios, que había criticado al gobierno de AKP. FOTO: OZAN KOSE/AFP/GETTY
UN SINIESTRO ESTADO EN LAS SOMBRAS
Mientras que los periodistas de Zaman atraen simpatías en Occidente, muchos turcos se oponen a la lucha del gobierno para ocultar su júbilo por las desventuras del diario. ¿Confuso? Esto se debe a que el entorno de los medios de comunicación en Turquía es bastante turbio.
Consideremos el caso de Can Dündar, editor del popular periódico de izquierda Cumhuriyet. El 6 de mayo, apenas pudo escapar de un intento de asesinato fuera de la Corte donde debía ser sentenciado a cinco años de cárcel por espionaje. El crimen de Dündar fue haber publicado un supuesto video del gobierno turco transportando armas a los rebeldes islamistas en Siria. En noviembre pasado, Dündar fue encarcelado durante tres meses en espera de juicio en el área política de la famosa prisión de máxima seguridad “estilo F” en Silivri. Su solicitud de liberación fue denegada por Keles, el mismo juez que ordenó la toma de Feza Publications, lo cual, para muchos observadores, indica que existe un programa político detrás de ambos casos.
Sin embargo, Dündar y el grupo de medios de comunicación Feza representan facetas muy diferentes de los medios de Turquía. Dündar siente muy poca solidaridad hacia los periodistas de Zaman. “No son tan inocentes, hicieron cosas terribles”, declaró, hablando desde una oficina de Estambul antes de su próxima audiencia en el tribunal. “Es difícil perdonarlos.”
En la parte medular de este cisma se encuentra Fethullah Gülen, un misterioso clérigo islámico con una extensa red de negocios y empresas de medios de comunicación en Turquía, entre ellas, el grupo de medios Feza. Gülen vive en Estados Unidos y es buscado en Turquía por dirigir a un “grupo terrorista armado”, aun cuando disfrutaba de una estrecha amistad con el entonces primer ministro Erdogan durante los primeros años del gobierno de AKP. En esa época, la línea editorial de Zaman y sus publicaciones hermanas era abrumadoramente positiva hacia Erdogan.
Aunque la relación entre Erdogan y Gülen nunca fue completamente clara para el público, los rumores sobre su empeoramiento comenzaron a surgir hace cerca de tres años. En diciembre de 2013, conversaciones telefónicas grabadas en secreto en las que presuntamente Erdogan y varios de sus ministros de alto rango hablaban de sobornos fueron reveladas al público en lo que parecía ser una campaña orquestada. Se presume que las cuentas anónimas en las redes sociales que fueron responsables de dichas filtraciones pertenecían a los seguidores de Gülen en los servicios de inteligencia, siendo el principal de ellos el misterioso Fuat Avni, quien pronosticó correctamente la incursión en Zaman.
Aunque la decisión del Estado de tomar Zaman no fue explicada plenamente en ese momento, un funcionario gubernamental declaró a Newsweek que la acción fue “parte de una investigación sobre los lazos de la empresa con el Estado en las sombras de Fethullah Gülen.”
Erdogan ha acusado a Gülen de dirigir un “Estado paralelo”, controlando abogados, políticos y a varios sectores de la policía, y ha dicho que las intervenciones telefónicas fueron realizadas ilegalmente a instancias de Gülen como parte de una campaña en su contra.
“Durante la cruzada ilegal de Gülen contra sus rivales, el diario Zaman sirvió como portavoz de la organización para avergonzar a los acusados ante la vista del público”, declaró oficialmente que el gobierno.
El escándalo de corrupción de 2013 pudo haber provocado la muerte de un gobierno menos robusto, pero el AKP respondió con una fuerza veloz y furiosa, cerrando temporalmente el acceso a YouTube y Twitter para limitar la circulación de las grabaciones, capturando y expulsando de la policía y del sistema judicial a miles de supuestos simpatizantes de Gülen y bloqueando toda investigación acerca de la supuesta corrupción. Uno de los jueces que bloqueó una investigación fue Keles, que ordenó la toma de Zaman y rechazó la solicitud de libertad de Dündar.
Dündar es muy consciente de la ironía del destino de Zaman. Como antigua víctima de su periodismo (el diario lo acusó de ser parte de una conspiración política antes de hacer campaña para su defensa el año pasado), dice que le complació descubrir a varios miembros del movimiento de Gülen en el corredor de la prisión. “No les tengo ninguna simpatía pero, por supuesto, ahora se acercan a nosotros porque también fueron víctimas”, afirma. “Estábamos en la misma prisión en Silivri. El fiscal que ordenó intervenir mi teléfono celular, el juez Süleyman Karaçöl, estaba en el mismo corredor que yo. Se encontraba en la primera celda y yo en la quinta; podía ver sus ojos a través de la reja.”
Otro vecino de celda era un antiguo reportero de Zaman que había escrito un artículo donde fustigaba a Dündar por criticar a Erdogan. “Me dijo [en ese entonces], ‘Eres un traidor, debes tener cuidado con lo que escribes sobre Erdogan.’ Fue un artículo muy duro. Y él también fue encarcelado con nosotros. Mi corredor de la prisión era un resumen de lo que habíamos pasado”.
CONDENADO POR ESPIONAJE: Dündar, periodista de Cumhuriyet, escapó por poco a un intento de asesinato fuera de la corte donde debía ser sentenciado a cinco años en prisión por una nota que escribió. FOTO: OZAN KOSE/AFP/GETTY
NO BROMEES SOBRE EL LÍDER SUPREMO
Andrew Finkel, un escritor estadounidense que ha vivido en Estambul durante los últimos 20 años, fue despedido de Today’s Zaman en 2011 tras enviar una columna en la que criticaba a sus editores por no hablar acerca de la persecución a periodistas. En respuesta, fundó P24, una plataforma de periodismo independiente.
Hablando desde Nueva York, Finkel describe a los medios “colectivos” de Turquía, llamados así porque un grupo de socios de AKP invirtieron colectivamente para comprar Turkuvaz Media Group, propietario de varios importantes medios, como los populares diarios progubernamentales Sabah y Takvim, “claros instrumentos de propaganda. Le dan muy poco valor a su propia integridad, a la precisión”, señala Finkel acerca de esos medios.
Berat Albayrak, yerno de Erdogan y ministro de energía, es director ejecutivo de Çalik Holding, propietario del Turkuvaz Media Group. Sus diarios publican periódicamente notas que reafirman la función de “oscuros poderes extranjeros” en los problemas locales de Turquía y utilizan lo que Finkel denomina “realidad de Photoshop,” en la que las fotografías se manipulan para coincidir con la narrativa oficial de los sucesos noticiosos.
Los periódicos que no están bajo el control del gobierno o de sus aliados enfrentan distintas tácticas de intimidación. Aunque las organizaciones noticiosas afiliadas a Gülen, como los diarios Zaman, han sido amordazadas, una manera más común de ejercer presión contra los medios críticos de Turquía adquiere la forma de la inanición financiera: los periódicos críticos ven cómo el número de anunciantes se reduce debido a que las empresas se separan del medio por temor a la controversia. Posteriormente, los editores cambian su línea en consecuencia, o se arriesgan a que la empresa sea tomada. Por ejemplo, en marzo, el sitio liberal de noticias Radikal fue cerrado, dos años después de que su edición impresa se vino abajo debido a la falta de ingresos por publicidad.
Emre Deliveli es un economista educado en Harvard que fue despedido dos veces en el espacio de cuatro meses por escribir dos columnas. La primera fue su columna semanal para el Hürriyet Daily News, la versión en inglés del popular periódico Hürriyet, propiedad de Dogan Holding. En 2009, este conglomerado familiar recibió una multa por casi 2.5 mil millones de dólares, oficialmente por irregularidades fiscales, aunque muchas personas piensan que fue castigado por su cobertura crítica del gobierno.
Deliveli fue despedido del Hürriyet Daily News en noviembre pasado tras enviar una columna en la que cuestionaba si las elecciones nacionales, que se realizaron una semana antes, habían estado amañadas. Deliveli está convencido de que el Consejo editorial de Hürriyet decidió atenuar el contenido crítico para hacer frente a cuatro años más del régimen de AKP. “Estoy 100 por ciento seguro, aunque nunca lo podré probar, de que si AKP hubiera obtenido 40 por ciento de los votos en la elección, como pronosticaban las encuestas, en lugar de 49.5 por ciento, yo aún tendría mi trabajo”.
Deliveli describe, con la precisión de un economista, la autocensura que ha aumentado constantemente durante sus siete años en el Hürriyet Daily News. “Comencé a escribir para el diario en noviembre de 2008. Durante los primeros años, fui censurado una vez, o quizás dos. Después de las elecciones generales de 2011, fui censurado unas dos veces al año. En 2014, tras las elecciones municipales de marzo [que fueron, en gran medida, una victoria para el AKP] y de la elección de Erdogan como presidente en agosto, comencé a ser censurado más o menos cada tres meses”. Afirma que resultaba muy claro de dónde venían las órdenes para modificar el contenido de su columna.
“Mis editores me dijeron que el palacio [presidencial] les llamaba y les decía que no estaban contentos con lo que yo escribía. Durante un tiempo, me permitieron escribir con cierto humorismo en las columnas; por ejemplo, yo escribía ‘Líder Supremo’ para referirme a Erdogan. Sin embargo [después de agosto de 2014], comenzaron a decirme, ‘Por favor, no escriba Líder Supremo’. Cualquier chiste acerca del presidente estaba terminantemente prohibido”.
Cuando se le pidió un comentario acerca de las afirmaciones de Deliveli, un funcionario gubernamental señaló que “los editores publican lo que consideran adecuado” y niega que la oficina del presidente ejerciera una presión indebida. “La relación entre el gobierno y los medios [en Turquía] no es nada distinta de la forma en que funcionan las comunicaciones de la Casa Blanca. Uno presenta sus argumentos tan sólidamente como puede, mantiene activo el diálogo y ruega por que ocurra lo mejor”.
De cualquier manera, las críticas de Hürriyet acerca del gobierno del AKP se han vuelto notablemente más suaves desde noviembre, y ha contratado a varios columnistas prominentes que solían trabajar para periódicos progubernamentales notablemente partidistas.
Dündar se compadece de los diarios como Hürriyet, pero señala que su diario, Cumhuriyet, no ha sido doblegado por la presión del gobierno debido a que es propiedad de la Fundación Cumhuriyet, que es un organismo independiente. Sin embargo, esto no resuelve sus problemas financieros. “Por desgracia, no tenemos ingresos por publicidad, pero tratamos de mantenerlos a flote con el apoyo de nuestros lectores”, afirma. “Este periódico es más antiguo que la República, por lo que somos fuertes. No es fácil cerrar Cumhuriyet”.
Cumhuriyet recibe tantas amenazas del público que hay guardias de seguridad apostados permanentemente en sus oficinas de Estambul. Las amenazas alcanzaron un punto máximo en enero de 2015 cuando el diario reimprimió una edición especial de Charlie Hebdo, “en solidaridad” después de que el semanario satírico parisino fue atacado por militantes islamistas a principios de aquel mes. Las oficinas de Cumhuriyet fueron allanadas por la policía turca y la distribución de los números de Charlie Hebdo fue detenida hasta que la policía determinó que los periódicos no contenían caricaturas del Profeta Mahoma.
TOMA ESO: Un oficial de policía vestido de civil patea a un manifestante mientras la policía antimotines trata de dispersar a los partidarios del grupo de medios de comunicación Zaman. FOTO: OZAN KOSE/AFP/GETTY
La intimidación de los medios en Turquía puede ser muy personal. Arzu Yildiz, que fue condenado junto con Dündar, ha sido despojado de la patria potestad sobre sus dos hijos cuando la corte invocó un artículo pocas veces usado del código penal turco. Celil Sagir fue privado de su derecho a reclamar prestaciones de desempleo y servicios nacionales de salud cuando fue expulsado por el Consejo de Administración de Today’s Zaman.
También ha habido violencia. En octubre del año pasado, Ahmet Hakan, periodista de Hürriyet y CNN Türk, fue seguido hasta su casa, golpeado por cuatro hombres y hospitalizado con varias fracturas, apenas tres semanas después de que las oficinas de Hürriyet habían sido atacadas por hombres armados. El único sospechoso bajo custodia fue liberado en abril.
Las campañas de difamación con frecuencia tienen como blanco a las mujeres periodistas de medios internacionales como The Economist, The New York Times y la BBC. Amberin Zaman, una periodista turca-bangladeshí nacida en Nueva York que trabajó para The Economist durante más de 15 años, experimentó lo que denomina un “linchamiento público” en las redes sociales tras informar acerca de los ataques a Charlie Hebdo en 2015. En 2014, el entonces primer ministro Erdogan la calificó como una “mujer desvergonzada” que debería “saber cuál es su lugar”.
En 2014, Ceylan Yeginsu, una reportera británica-turca que trabajaba para The New York Times, se vio obligada a salir temporalmente de Turquía tras una serie de amenazas de muerte por informar acerca de reclutamiento en suburbios turcos por parte del grupo militante Estado Islámico. Selin Girit, una reportera turca de la BBC, con frecuencia es acusada de ser una espía británica por los periodistas afines al gobierno y por el alcalde de Ankara por AKP, Melih Gökçek, que en junio de 2013 intentó poner en marcha un hashtag en Twitter cuya traducción era “No espíes para el Reino Unido, Selin Girit”.
Han surgido muchos sitios en inglés para contradecir o “corregir” artículos que critican a Turquía en los medios occidentales, notablemente Fact-Checking Turkey, que también tiene una cuenta en árabe, y el sitio semisatírico The Kebab and Camel, que periódicamente acusa de sesgo a los periodistas occidentales. Más extrañas son las afirmaciones de A9, un canal de televisión propiedad de Adnan Oktar, líder de un culto islámico, que produjo recientemente un corto para avergonzar al periodista estadounidense David Lepeska, a quien se le prohibió la entrada a Turquía en abril por escribir un artículo para The Guardian acerca de los planes del gobierno para aburguesar Sur, un distrito kurdo de la ciudad de Diyarbakir. En el video de A9, ilustrado con fotografías de Lepeska vistiendo atuendos llamativos, las cuales fueron tomadas de su página de Facebook, se le acusaba de promover el darwinismo y de considerar “la actividad sexual entre varones como algo normal”, junto con “escritos prejuiciados acerca de Turquía”.
Erdogan incluso ha tratado de imponer su mordaza a los periodistas extranjeros. En abril, la canciller alemana Angela Merkel accedió a una solicitud de Turquía de enjuiciar al comediante Jan Böhmermann por leer un poema ofensivo acerca de Erdogan en la televisión estatal alemana. La decisión de Merkel provocó acusaciones de que se estaba doblegando ante el chantaje político relacionado con el controvertido acuerdo de migración establecido en marzo entre Turquía y la Unión Europea.
Según dicho acuerdo, a cambio de aumentar los patrullajes fronterizos y recibir a los refugiados deportados de Europa, a Turquía se le prometieron 6000 millones de euros (a través de organizaciones no gubernamentales) para ayudar a dar asilo a cerca de 3 millones de refugiados, además de renovar las negociaciones para su incorporación a la Unión Europea y el derecho a realizar viajes sin necesidad de visa en la denominada zona Schengen dentro de la Unión Europea, aunque dicha cláusula parece cada vez más difícil de cumplir, ya que Turquía no ha podido satisfacer los 72 criterios necesarios antes de que todo esto le sea concedido. La libertad de prensa es una de las áreas que preocupan a la Unión Europea.
Para muchos ciudadanos y observadores de Turquía, el futuro del país luce sombrío. Sin embargo, algunas personas tienen esperanzas. Cuando se le preguntó si Turquía podía salvarse, Dündar respondió, “Claro que sí. Nos estamos acercando al fin, espero. El mundo ha visto que ya no es posible trabajar con Erdogan. Erdogan se ha quedado mucho más solo en su gobierno. En realidad, ha sido envenenado por su poder. Está conduciendo su automóvil hacia un muro. Sin embargo, por desgracia, todos vamos en el mismo auto, lo cual da miedo”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek