A sus 29 años
Alejandro Souza, podría estar a un paso o ser el gerente de cualquier empresa
poderosa mexicana, o incluso extranjera, y dedicarse a construir su brillante
futuro.
Lo está
haciendo, pero no sólo piensa en “su” futuro, sino también en el de personas de
la calle. Es director de su propia empresa en un local pequeño pero muy
codiciado y productivo donde creó un producto innovador además de delicioso,
pizza de maíz azul con ingredientes exóticos y mexicanísimos.
Pixza se ubica
en la Zona Rosa, en Liverpool 162, en la Ciudad de México y con ingredientes
como chapulines, cochinita pibil, tinga de conejo, chicharrón, chile relleno,
nopales, espinacas, flor de calabaza, enchiladas potosinas y muchos más, hacen
de esta pizza una experiencia totalmente nueva.
Los clientes,
además de darse el gusto, intrínsecamente están apoyando al proyecto ya que por
cada cinco rebanadas vendidas, la sexta se da a personas en situación de calle.
Abrió sus
puertas hace cinco meses y desde el primer momento se pensó en que fuera un
proyecto autosustentable a pesar de que personas allegadas le recomendaron que
primero recuperara su capital de inversión. Pero Alejandro estaba seguro y ya
tenía estudiado un plan estratégico de crecimiento empresarial y al mismo
tiempo incluyente.
“Supe que este
producto revolucionario sería el motor para generar este modelo de emprendimiento
social que necesitaba, y no depender de nadie económicamente que era lo
principal. Pixza es realmente una plataforma de empoderamiento social
disfrazada de pizzería y así hay que entenderlo”, comenta a Newsweek en Español.
Estudióa dministración de empresas con un enfoque en dirección
estratégica y emprendedurismo en Babson College y posteriormente una maestría en
administración pública y desarrollo social en Columbia University, tuvo la oportunidad de participar con algunas organizaciones
de asistencia social en diversas partes del mundo y tomó nota en cada uno de lo
que funcionaba y lo que no, así construyó su proyecto personal en México.
Y aunque jamás
intentó ser chef es un buen degustador de la comida mexicana, que era lo que
más extrañaba cuando estaba fuera del país. Y es que vivía en Santa Fe y cada
que tenía oportunidad se iba con sus amigos a comer a La Marquesa, sitio
turístico en el Estado de México famoso por su variedad gastronómica.
“Siempre
íbamos a comer comida deliciosa, huaraches de maíz azul, sopas, sopes,
etcétera, y con esta idea pensé ¿cómo sería un huarachote de maíz como pizza?,
pero no tenía idea si se podría”.
Pasaron tres
años donde reforzó y rediseñó todas las áreas de este proyecto, consiguió el
local y comenzó a repartir rebanadas de pizza gratuitas a personas con vulnerabilidad
social. Posteriormente se acercó al Instituto de Asistencia e Integración
Social (IASIS) y decidió entregar las rebanadas directamente en los albergues.
EL CAMBIO ESTÁ EN UNO MISMO
Convencido de
que un modelo asistencialista no tiene efectos prácticos en la vida de estas
personas, creó lo que él llama la Ruta del cambio, que consiste en un proceso
de empoderamiento social, cuya filosofía es quitar las “dependencias” y donde “todos
dan y todos reciben”.
“Aquí no se
acepta la caridad, nadie pude dejar un donativo, cuando tú estás pidiendo que
alguien te dé ya no estamos en el mismo nivel. Los clientes vienen con la idea
de darse a ellos mismos una experiencia gastronómica nueva y también la
oportunidad de apoyar porque saben que con cada rebanada están haciendo un cambio
en su entorno quieran o no. Regalar un café no ayuda realmente a hacer grandes
cambios, en todo caso refuerzan este tipo de vida”.
Y es que para
hacer un cambio verdadero en la vida de estas personas no bastaba con darles de
comer, muchos todavía estaban intoxicados y con algunos problemas emocionales
por lo que Alejandro optó repartir sus pixzas en los albergues “porque ya hay
un paso avanzado que demuestra la voluntad de querer cambiar su situación.”
Y es que
resolvió enfocarse en jóvenes de 18 a 30 años porque “es más difícil el cambio para
una persona que lleva 40 años en la calle, que alguien que lleva poco tiempo.
Tienes diversas vulnerabilidades, muchos eran niños abandonados o maltratados”.
La Ruta del
cambio se marca en una pulsera plástica que se monta en la mano y consiste en
dos períodos, en el primero se le otorga a cualquier persona cinco rebanadas a
cambio de que apoye en voluntariados de limpieza en el mismo albergue donde se
queda o área de pernocta. En la segunda etapa son acreedores de un baño, corte
de pelo, una playera, consulta médica (en algún centro del IASIS), y lo más
importante: un curso de habilidades de vida.
“Dentro de
este sistema de empoderamiento el mensaje no es ‘tú eres una víctima y te ayudo
porque tú no puedes’ sino ‘tú tienes identidad y puedes hacer el cambio, tienes que dar de ti y apoyar también a tu comunidad’. El mantra del programa
es ‘tú llegas tan lejos como quieras’ nosotros acompañamos ese progreso”.
Para esta
segunda etapa ellos tienen que comprometerse porque así como hay beneficios
también hay responsabilidades, hay terapia psicológica, alimento, techo y coaching, de igual forma se hace
antidoping mensual y tienen que cumplir con sus voluntariados “si no lo hacen
están fuera del programa y no hay segundas oportunidades”.
El objetivo de
estas etapas es “rehumanizar y redignificar a la persona. Nadie se va a sentir
listo para hacer un cambio en sus vidas sino se sienten cómodos en su
cuerpo. A mí no me interesa darles de comer porque no sirve de nada, sino
darles las herramientas para que ellos lleguen tan lejos como quieran, y qué
mejor que con un trabajo que te da un propósito, un significado de vida,
oportunidades de crecer. Se combate el rezago educativo, les ayudamos en el establecimiento
de metas personales y laborales, se trabaja en terapias y programas de
desintoxicación”.
El éxito de
este sistema ya está probado, dos jóvenes rehabilitados están empleados como meseros y uno como ayudante de cocina, en poco tiempo podrán rentar un departamento, y siguen construyendo su
proyecto de vida.
SUMANDO VOLUNTADES
Además de la
Ruta del cambio hay otro programa llamado Horno social, en el cual después de
aceptada la viabilidad del proyecto, se prepara una pizza conmemorativa durante
un mes y las ganancias se otorgan al proyecto que como requisito tienen que
emplear de alguna forma a personas vulnerables.
Ya se han
sumado La Cana, asociación de apoyo a mujeres reclusas y Mi Valedor una revista
que emplea como voceadores a personas en esta situación.
“Con Horno
social se trata inspirar y contagiar mes con mes a gente para hacer un cambio
social que yo sólo no puedo hacer. No deben de depender de financiamiento
externo sino que debe estar bien cimentado el plan estratégico de
autofinancimiento. Soy muy estricto en eso, los capacito y literal los llevamos
a la cocina para que sugieran un tipo de pizza diferente, se les ofrece espacio
para exponer su proyecto al final de mes se les da su recaudación”.
SE BUSCAN
EMPRESAS QUE CONTRATEN A GENTE CAPACITADA
Para expandir
el movimiento Souza también imparte cursos y asesorías de emprendimiento social
a empresas:
“Yo lo que le
prometo a las compañías es que los candidatos ya llevan una especie de sello de
aprobación, ya llevan un camino iniciado por IASIS y nosotros. No hay que
tratarlos como especiales para donar caridad, se les instruye y da directrices
de cómo tienen que acompañar este proceso. Sólo deben ser conscientes de
ciertas necesidades que pudieran llegar a tener, porque son jóvenes. Cualquier empresa
puede acompañar este empoderamiento y crear oportunidades, tener a personas a
quien se les da una segunda oportunidad de vida, la lealtad y el esfuerzo que
generarán será doble, de verdad trabajan de maravilla”.
Algo que comúnmente
nos preguntamos es ¿por qué es tan difícil que las empresas se interesen en
crear este tipo de programas?
“La razón
fácil podría ser que no les interesa, pero yo sé bien que si las personas y
empresas ven la oportunidad de poder ayudar a alguien más lo harían, además el
altruismo sana. Tenemos la naturaleza innata de querer hacer algo por el
prójimo, el problema está en las oportunidades, yo no creo que la gente esté
educada para involucrarse en un cambio, todo a tu alrededor con lo que haces,
piensas o dices, puede generarlo”.
Y es que, además, no se nos ha creado una cultura de apoyo sostenible, “creo que no se ha
entendido del todo que para apoyar no necesitas quitarte la camiseta
y dársela a alguien. Hay organizaciones que han hecho cosas increíbles y han
mejorado este mundo. Pero lo que los empresarios no han entendido es, primero,
que pueden, segundo identificar la mejor forma de hacerlo. Y tercero, que si
destinas un poquito de tu ingreso no estás sacrificando, sino estás generando una
mejor sociedad, te va a ir mejor a ti y al otro, y se puede hacer de forma
sostenible”.