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Lo que verdaderamente debemos observar de la COP21 en París

Publicado el 1 de diciembre, 2015
Lo que verdaderamente debemos observar de la COP21 en París

Cerca de 200 países se reunirán esta y la semana próxima en París
para alcanzar un nuevo acuerdo climático. Esto es lo que debemos observar, lo
que debemos pasar por alto y lo que vendrá después, cuando los diplomáticos
salgan de la ciudad.

EL TRABAJO MÁS DURO YA ESTÁ HECHO

La imagen popular de las conferencias sobre el cambio climático, desde
que éstas existen, es la de varios diplomáticos que se reúnen para discutir en
qué medida disminuir las emisiones de gases y cómo dividir la carga resultante.

París será diferente. Hace dos años, en la 19ª Conferencia Anual
sobre el Cambio Climático realizada en Varsovia, los países acordaron desarrollar
y presentar sus planes para la reducción de la emisión de gases de carbono antes
de la conferencia de París. Cada uno de los países con altas emisiones, entre
ellos, de manera importante, Estados Unidos y China, ya lo ha hecho.

Generalmente, la realización de esos planes requiere mucho trabajo
para averiguar aquello que resulte técnicamente viable y políticamente
práctico. China anunció que sus emisiones de gases alcanzarían el punto máximo
para 2030 y que para entonces generaría 20 por ciento de su electricidad a
partir de fuentes con cero emisiones de carbono.

Estados Unidos reveló su objetivo de disminuir sus emisiones de
gases entre 26 y 28 por ciento por debajo de los niveles de 2005 para 2025. (No
todos los emisores hicieron un anuncio tan importante: India, por ejemplo,
propuso disminuir sus emisiones de carbono a un nivel que, según la mayoría de
las personas, no requería ningún nuevo esfuerzo, y estableció metas de energía
renovable que pocos creen que podrá alcanzar.)

En muchos casos, como las regulaciones impuestas por Estados
Unidos a las centrales
hidroeléctricas, esos esfuerzos ya han puesto en marcha a la política. Estos
planes no serán revisados ni renegociados en París. Entonces, en ese sentido,
el trabajo más duro ya está hecho.

ELIMINAR LA MAYOR PARTE DEL DRAMA

Eso no quiere decir que quienes siguen las conversaciones no verán
muchas peleas durante la conferencia en París. De hecho, las luchas están
garantizadas.

Se enterarán de las luchas entre los europeos y los
estadounidenses sobre si el acuerdo de París debe ser legalmente vinculante.
Escucharán discusiones sobre cuál debería ser la meta correcta a largo plazo
para las acciones relacionadas con el clima. Escucharán debates sobre cómo
transferir la propiedad intelectual para ayudar a los países pobres a desarrollar
tecnologías con bajas emisiones de carbono.

Los observadores pueden pasar por alto casi todo esto. En algunos
casos, esto se debe a que, en última instancia, los países que plantean
objeciones no están dispuestos a asumir la responsabilidad. Por ejemplo, los pequeños
estados-isla no votarán en contra de un acuerdo por lo demás atractivo por una
disputa sobre cuál debería ser la temperatura objetivo a la que se debe aspirar.

Sin embargo, lo más importante es que muchas de estas peleas están
esencialmente arregladas. A menudo, los negociadores ya han resuelto un asunto
en privado, pero aun así, desean mostrarse defendiendo sus posturas para
satisfacer necesidades políticas en sus propios países.

Por ejemplo, cuando los líderes europeos insisten en que un acuerdo
deberá obligar legalmente a cada país a cumplir con sus recortes de emisiones
prometidos, saben que su demanda es inviable para Estados Unidos, y ellos y sus
homólogos estadounidenses saben que acabarán cediendo. Pero aun así, impulsarán
públicamente sus argumentos para satisfacer al público en casa. Muchas de las
personas que informan desde las conversaciones, buscando algún drama en esas
dos largas semanas, seguirán advirtiendo acerca de los choques inminentes.

PRESTAR ATENCIÓN AL DINERO

Sin embargo, el simple hecho de que muchas de las luchas en París
no tendrán un gran impacto no quiere decir que ninguna de ellas sea importante.
Destaca una de ellas en particular: la lucha sobre dinero.

El tema principal de la Conferencia sobre el Cambio Climático
realizada en 2009 en Copenhague fue el dinero. Incluso después de que los
países acordaron disminuir sus emisiones de gases, la cooperación en tecnología
y la forma legal del acuerdo, se mantuvo un punto muerto entre los países más
ricos y los más pobres.

Este punto muerto se rompió cuando los países más ricos
prometieron que aspirarían a recaudar 100 mil millones de dólares al año para 2020
con el objetivo de ayudar a los países más pobres a disminuir sus emisiones de
gases y adaptarse al cambio climático. En ese momento, la solidaridad de los
países en vías de desarrollo se fracturó, lo cual permitió llegar a un acuerdo.

En los años transcurridos, los países más ricos han dado grandes
pasos para ayudar a los más pobres a lidiar con el cambio climático. Pero el
mundo no está en vías de cumplir con el objetivo de 100 mil millones de dólares.
En un reciente informe de la OCDE se insinuó que los países desarrollados “movilizan”
actualmente 62 mil millones de dólares para ayudar a los países en vías de
desarrollo, y los flujos que midieron son, sin duda, importantes.

Pero la forma en que la OCDE mide el dinero movilizado es
básicamente diferente de lo que los diplomáticos de la mayoría de los países
tenían en mente cuando aceptaron la propuesta de Copenhague. Los líderes de los
países más pobres pueden decidir pasar por alto esto, pero esa será una
decisión política de alto nivel y si deciden no dejar que la discrepancia desaparezca,
podría haber un conflicto anunciado.

¿Qué ocurrirá si no permiten que los países más ricos se escapen? Las
negociaciones podían concentrarse en definir medidas concretas para superar la
brecha hacia el objetivo de 2020. También podrían concentrarse en movilizar
dinero más allá de 2020 para ayudar a los países en vías de desarrollo, muchos
de los cuales, después de todo, proponen reducir más sus emisiones a partir de
ese año, como parte de los acuerdos de París.

Si los países no pueden llegar a algún acuerdo en este frente,
existe la posibilidad real de que no pueda llegarse a ningún acuerdo en París.

PARÍS ES DEMASIADO GRANDE PARA FALLAR

Si no se llega a un acuerdo en París, ello podía ser desastroso,
pero no por la razón que muchas personas podrían pensar de manera intuitiva.

Los líderes seguirán tratando principalmente de perseguir sus
objetivos nacionales de reducción de emisiones de gases, incluso si la
conferencia de París es vista como un fracaso. Pero el ambiente político en el
que tratan de hacerlo será influido enormemente por el resultado de París.

La conferencia de París ha sido promovida en todo el mundo como un
momento crítico para enfrentar el cambio climático. Si el público considera a París
como un éxito, eso hará que el movimiento a favor del clima resulte más
aceptable políticamente, ya que los responsables de la política y los
empresarios que deseen reducir las emisiones de gases podrán destacar el
resultado de París como una prueba de que el desarrollo con bajas emisiones de
carbono es el futuro.

Por el contrario, si la conferencia de París es vista como un
fracaso, quienes se oponen a ir en dirección a la reducción de emisiones de
carbono la tomaran como una prueba de que simplemente están evitando un camino
insensato e impopular. En cierto sentido, entonces, el mayor indicador del
“éxito” en París es que la conferencia sea considerada un éxito, y la
señal más grande del “fracaso” es si París es vista como un fracaso.

La experiencia de la cumbre de Copenhague y la que le siguió un año
después, en Cancún, es instructiva. Ambas produjeron resultados muy similares. Pero
Copenhague fue mostrada como un desastre y Cancún como un gran avance. Después
de Copenhague, el mundo relacionado con el cambio climático perdió las
esperanzas; después de Cancún, había nueva energía.

Esto quiere decir que los medios de comunicación globales tendrán
un papel inusitadamente importante en dar forma al resultado de París. Si los
resultados de París se miden en relación a si la conferencia habrá de salvar al
mundo o si, por lo menos, abordará el problema del cambio climático de una vez
por todas, entonces inevitablemente serán juzgados como un fracaso, dado que
ninguna cumbre o acuerdo internacional puede lograr eso. Sin embargo, si se
evalúa de manera más realista, tiene una oportunidad justa y merecida de ser
calificada como un éxito.

UNA CONFERENCIA DE PARÍS EXITOSA DEBE SER UN NUEVO PRINCIPIO

Esto va al corazón de la política climática: todo desarrollo político,
sin importar su despliegue publicitario, es sólo una pieza de un rompecabezas
más grande. Hacer frente al cambio climático involucrará incontables pasos
distintos que habrán de tomarse en docenas de países e instituciones
internacionales durante décadas.

Más importantes serán las políticas nacionales en los principales
emisores de gases que cambien los incentivos para los productores y
consumidores de energía. La conferencia de París será un éxito si hace que
estos pasos sean más fáciles y más probables. (Será incluso un éxito parcial si
se limita a no estorbar, como lo han hecho supuestamente algunos acuerdos internacionales
del pasado).

Es un tanto absurdo que el mundo haya renegociado la arquitectura
fundamental de las acciones climáticas internacionales cinco veces en apenas 20
años, primero con la UNFCCC, luego Kioto, seguida por un periodo a la deriva en
la década de 2000, luego Copenhague y ahora París.

Si París puede producir una arquitectura sólida y flexible, que es
lo que sus convocantes parecen desear, que no sea reescrita otra vez dentro de cinco
años, este será un importante avance. Entonces, el mundo podrá concentrarse en
lograr realmente las reducciones en las emisiones de gases de carbono.

(Este artículo fue publicado por primera vez en el sitio del
Consejo de Relaciones Exteriores.)

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