En marzo 5 de 2007, el día más sombrío de
la guerra civil iraquí, un auto bomba estalló en la calle al-Mutanabbi, cerca
del barrio judío de Bagdad, cobrando por lo menos 30 vidas y dejando más de 100
heridos.
Esos instrumentos del terror eran
frecuentes en aquellos días, pero el ataque a la calle al-Mutanabbi, sinuosa
vía bordeada de viejos quioscos que ofrecían DVDs piratas, revistas médicas,
copias del Corán, polvorientas ediciones de National Geographic y rimeros de
libros, fue un golpe devastador.
Designado en homenaje a Abu at-Tayyib Ahmad
ibn al-Husayn al-Mutanabbi al-Kindi –venerado poeta del siglo X, considerado
uno de los más grandes bardos de la lengua árabe- aquel sitio prosperó aun
durante el represivo régimen de Saddam Hussein.
Pese a la censura y la vigilante mirada de
la policía secreta, esa calle era el corazón de la comunidad literaria bagdadí,
un monumento a la escritura árabe; tan importante como el Café Riche del Viejo
Cairo celebrado en la trilogía cairota de Naguib Mahfouz.
Cada viernes, al dar inicio el fin de
semana musulmán, la gente se congregaba en al-Mutanabbi para compartir
anécdotas y comprar o intercambiar libros. La mayoría terminaba la mañana
tomando el té y fumando una shisha (pipa de agua) en el Café Shabandar, al
final de la calle: lugar siempre lleno de humo y ruido, fecundo semillero de
poetas, estudiantes, disidentes, informantes y radicales. Rincón donde, aun con
la cercanía de la temida policía secreta de Saddam, información y libros
cambiaban de manos; guarida donde se reunían los disidentes del régimen para
distribuir panfletos sobre sus levantamientos.
El bombazo de 2007 no fue el primero en el
área, mas sí un terrible golpe para la moral de la ciudad. Con todo, no sofocó
el espíritu intelectual ni el orgullo iraquí. “Literatura y arte son el alma
que anima esta ciudad”, declaró Mohammed Sadek, poeta, escritor, erudito y rector
de la Universidad Imam Jafar al-Sadiq de Bagdad quien, el año pasado, emprendió
el esfuerzo para lograr que UNESCO otorgue a la capital Iraquí el
reconocimiento “Ciudad de la Literatura”.
Mientras tomamos el café, una lluviosa
mañana de viernes, Sadek –quien regresó a Irak en 2007 luego de un periodo de
exilio en India- explicó que el programa conjunta comunidades de escritores
para inspirar proyectos compartidos, publicaciones y libros. Otras ciudades
UNESCO incluyen Granada, España; Cracovia, Polonia; Dublín, Irlanda; Praga,
República Checa; Melbourne, Australia; Iowa City, Iowa, Estados Unidos.
“Entonces, ¿por qué no Bagdad?”, cuestionó
Sadek. Se sintió alentado en su tarea durante un paréntesis sabático, a
principios de año, en el Programa Internacional de Escritores de la Universidad
de Iowa, el más antiguo y prestigioso de Estados Unidos. Entre maizales, ese
estado ha ofrecido refugio a escritores de la talla de Tennessee Williams, Kurt
Vonnegut, John Irving y Flannery O’Connor, y Sadek desea crear una comunidad
semejante para autores iraquíes.
Irak ha padecido muchas pérdidas y penurias
desde la invasión estadounidense, pero la calle al-Mutanabbi ha sido una
constante. Los iraquíes se enorgullecen de que la antigua Babilonia fuera cuna
del primer sistema de escritura y de que la poesía sea parte fundamental de su
quehacer literario. Mas el surgimiento del Estado Islámico, también llamado
ISIS, ha sembrado temor entre los intelectuales del país. Tras la conquista de
Mosul, en junio, militantes extremistas destruyeron estatuas de poetas y todo
monumento considerado idolátrico, desatando la violencia y profundizando las
divisiones sectarias.
La inquietud de Sadek es que los
escritores, de por sí distanciados de la comunidad literaria internacional, se vean
completamente aislados a causa de ISIS. “Cincuenta por ciento de nuestra
población cuenta menos de 20 años de edad”, reveló. “No podemos enajenarnos del
resto del mundo. Bagdad produjo el primer documento literario del planeta. No
quiero que terminemos perdiéndonos”.
Insiste en que, pese a la adversidad, los
iraquíes siguen escribiendo. El año pasado, “Frankenstein en Bagdad”, novela de
Ahmed Saadawi, ganó el Premio Internacional de Ficción Árabe en Abu Dabi, el
equivalente árabe del premio Booker. “Frankenstein en Bagdad” es una versión
moderna, en tiempos de guerra, de la fantasía de horror que escribiera Mary
Shelley en 1818, con una trama centrada en un personaje que cose partes
corporales de víctimas de explosiones ocurridas por toda Bagdad. El monstruo
así creado cobra vida e inicia una espantosa campaña de venganza contra los
responsables de esas muertes. Una reseña declaró que la novela reflejaba “el
sentir general de impotencia frente a la violencia en Irak”.
Se han realizado intentos –algunos
exitosos- para conectar a los artistas iraquíes con el mundo exterior. Tamara
Chalabi, hija del ex viceprimer ministro Ahmed Chalabi, llevó a un grupo de
artistas iraquíes a la Bienal de Venecia en 2012. ¿Por qué no convertir Bagdad
en una “Ciudad de la Literatura”?
Según Christopher Merrill, director del
Programa Internacional de Escritores, la idea de que Bagdad se sumara a la
iniciativa UNESCO adquirió forma en 2012, cuando visitaba Irak. “Bagdad iba a
ser la Capital Cultural Árabe de 2013 y se me ocurrió que sería una buena forma
de culminar el año de celebraciones”, comentó Merrill.
Sugirió a Sadek que enviara el expediente
de Bagdad a UNESCO y entre tanto, él mismo comenzó a entrevistarse con
diplomáticos estadounidenses y funcionarios iraquíes para hablarles de los
beneficios. “El viceministro [iraquí] se entusiasmó muchísimo –‘Tengo mil ideas
en la cabeza’, me dijo- porque le pareció no solo una buena forma de acabar con
las divisiones sectarias y reconstruir la infraestructura literaria de la ciudad,
sino de reconectar a los iraquíes con el mundo”, recuerda Merrill.
Sadek y su equipo intentaron enviar la
solicitud en la primavera, pero no lograron reunir a tiempo el respaldo
requerido de otras ciudades. Aunque podrán volver a presentar su petición el
próximo año, el revés ha dejado al iraquí y sus compatriotas aun más aislados
de la comunidad de autores. “Queríamos hacer algo para salvar al sistema
cultural bagdadí”, lamenta. “Aún nos queda mucho; una nueva generación de
autores. No podemos permanecer aislados, perdidos en la traducción. Nos amenaza
una división étnica. ¿Qué quedará de nuestra sociedad?”.
Merrill dijo que UNESCO necesita
expandirse, pues las otras ciudades del listado son “urbes de primer mundo,
predominantemente de habla inglesa… La red necesita más ciudades de África,
Medio Oriente y Sudamérica. La escritura nació en Bagdad y durante gran parte
de su historia, esa ciudad ha sido el centro de la literatura árabe”, añadió.
“Esta es nuestra oportunidad”, insistió
Sadek, agregando que él y su equipo reiniciarán el laborioso proceso de
solicitud. “Si perdemos nuestro sentido de identidad y unidad, Irak se habrá
perdido”. Recoge entonces sus libros y se dirige hacia la calle al-Mutanabbi.