Comience cerca del Aeropuerto Internacional de Los Ángeles y diríjase hacia el este sobre la autopista libre de Santa Mónica, uno de los caminos más ajetreados del mundo, conduciendo a la par de lujosos V-6, furgonetas altamente contaminantes y sedanes híbridos, todos ellos arrastrándose por la megalópolis de Los Ángeles, resplandeciendo bajo el famoso sol omnipresente del sureste estadounidense. Tome la autopista libre por los suburbios y sus bloques con céspedes bien cuidados y mansiones modernas, generosamente salpicados con restaurantes de cadena y parques industriales. Luego, diríjase hacia el norte, hacia la carretera interestatal I-15 a través de las accidentadas montañas de San Gabriel, hasta llegar a la tierra plana y seca en el otro lado.
Aquí, en lugar de locales de Jamba Juice, usted encontrará actos de los llamados Joshua Tree. Los únicos seres vivientes contra los que usted podría chocar son los borregos cimarrones y los conejos cola de algodón, y, en cuanto el sol se pone, cada estrella en el cielo brilla con una claridad digna de un rayo láser. Esto es el desierto de Mojave, parte de las zonas desérticas interconectadas de California que, en combinación, conforman el área de tierra virgen más grande de los 48 estados meridionales de Estados Unidos. También está a punto de alojar los proyectos de energía renovable más grandes del mundo.
Trece de ellos ya han sido construidos o están en construcción. Tenemos la granja solar Desert Sunlight, que está en construcción justo a un lado del Parque Nacional Joshua Tree; sus celdas fotovoltaicas cubrirán más de 1618 hectáreas de terrenos públicos administrados por la Oficina de Administración de Tierras (BLM, por sus siglas en inglés), que es un organismo federal. En 2015, cuando sea terminada (si las cosas van según lo planeado), se espera que desarrolle un poder nominal de 550 megavatios, convirtiéndose en la granja solar más poderosa del planeta. También tenemos el Proyecto McCoy de Energía Solar, en medio del desierto de Mojave. Cuando esté terminado, será incluso más grande y más poderoso que Desert Sunlight, cubriendo 3116 hectáreas de tierra de BLM y 190 hectáreas de terrenos privados, alcanzando una capacidad de producción de electricidad de 750 megavatios.
También están las granjas de energía eólica. Estas producen menos energía que sus hermanas solares y requieren mucho más espacio. La Instalación de Energía Eólica de Ocotillo, por ejemplo, cubre 5032 hectáreas en el límite del Parque Estatal Desértico de Anza-Borrego, cerca de la frontera con México, y produce 315 megavatios de electricidad.
Estos proyectos son tan grandes que producen sus propias ecologías y economías. “No hablamos de un proyecto pequeño, hablamos de una ciudad del tamaño de San Francisco”, señala David Lamfrom, que dirige el Programa del Desierto de California, perteneciente a la Asociación de Conservación de Parques Nacionales (NPCA, por sus siglas en inglés). “Uno simplemente establece una ciudad en medio de las partes más agrestes de Estados Unidos.”
Y estas nuevas granjas de energía solar y eólica (llamémosles ciudades, ya que no se parecen a ninguna granja que usted haya visto) habrán de multiplicarse en los años por venir. Se espera que la necesidad de energía limpia aumente drásticamente en la próxima década, particularmente ahora que Estados Unidos y China anunciaron un acuerdo histórico para reducir las emisiones de gases de invernadero en sus respectivos países. El núcleo del pacto lo constituyen dos conjuntos de compromisos: Estados Unidos reducirá sus emisiones de gases de 26 a 28 por ciento para 2025, a partir de la base inicial de 2005, mientras que China ha aceptado establecer un máximo de emisiones para 2030 y comprometerse después a reducir sus emisiones de gases.
En gran medida, estos gestos son simbólicos. Como lo señalan muchos expertos en leyes climáticas, realmente no existe ningún mecanismo para impulsar el cumplimiento de ningún compromiso. Además, los objetivos impuestos no bastan para cambiar el curso del clima. Sin embargo, el impacto geopolítico es inmenso. China y Estados Unidos son los dos mayores emisores de gases de invernadero del mundo, y, hasta la fecha, ha habido una especie de enfrentamiento en el que ambos países esperaban que el otro se comprometiera a cambiar antes de hacerlo ellos. Mientras tanto, las conversaciones internacionales para disminuir las emisiones de gases de carbono se han estancado, sin que Estados Unidos o China participen.
Pero ahora, la frase “China no está haciendo nada” está fuera de la mesa, señala Ethan Elkind, director adjunto del Programa de Cambio Climático y Negocios de las Facultades de Leyes de la Universidad de California Berkeley/UCLA. “El hecho de que China se haya comprometido a esto pone todo el esfuerzo mundial en una nueva marcha [hacia la reducción de las emisiones de gases].”
Durante años, California ha estado en el timón de esta embarcación particular. Este estado ha establecido una combinación muy exitosa de políticas de topes y comercio (autorizando “topes” a la cantidad de emisiones de gases y creando un mercado de “comercio” de créditos de carbono) en el plano industrial, e incentivos para que empresas y propietarios instalen sus propias celdas solares en sus tejados. Estos y otros esfuerzos han hecho que California no solo cumpla, sino que exceda sus objetivos de energía renovable.
“La ciencia parece indicar que en los próximos 10 años deberemos obtener aproximadamente un tercio de nuestra energía de fuentes renovables”, dice Elkind. Actualmente, mientras que Estados Unidos obtiene aproximadamente 10 por ciento de su energía de fuentes renovables (el sol, el viento y el agua), California obtiene ya 22.53 por ciento y está en camino a lograr 40 por ciento para 2020 prácticamente sin ningún esfuerzo.
El desarrollo de energía limpia avanza en forma rápida y furiosa en California. Hace cinco años, cuando se propuso la idea de convertir el desierto en la zona cero de la energía solar, “hubo una fiebre del oro”, dice Lamfrom. “Las personas simplemente empezaron a escoger lugares en los mapas”.
El ritmo (y el lugar) del desarrollo han sido un tema espinoso para muchos ecologistas, quienes afirman que, aunque la tecnología verde es grandiosa, los proyectos que se han desarrollado hasta la fecha han pasado por alto la ecología local. Por ejemplo, a principios de este mes, Associated Press informó que la granja solar de Ivanpah Lake de BrightSource, justo en el norte de Mojave, cerca de la frontera con Nevada, atraía y mataba 28 000 aves cada mes, de acuerdo con los cálculos realizados por el Centro para la Diversidad Biológica (BrightSource dice que la cantidad está más cerca de 1000). Según AP, los trabajadores llaman “serpentinas” a las aves que “vuelan a través de los rayos solares concentrados de la planta, debido a la estela de humo que producen [cuando] se encienden en el aire”.
Antes de que se construyera la granja solar, Lamfrom de NPCA declaró a CBS Los Ángeles, “estamos a favor del concepto del proyecto de Ivanpah. No estamos a favor de la ubicación”. Lamfrom declaró a Newsweekque NPCA apoya la energía renovable, pero desea garantizar que la prensa y el público no sean engañados por la aparente bondad de proyectos que, en realidad, son perjudiciales para el ambiente, a pesar de lo que afirma la industria.
Por otra parte, las grandes empresas de energía renovable dirán que les encantaría proporcionar más energía limpia, pero se encuentran obstaculizadas porla limitación para desarrollarse en aquellos lugares donde la luz del sol y el viento son más abundantes: las regiones desérticas. Y como señala en su sitio web el organismo de Protección Ambiental de Estados Unidos, uno de los mayores obstáculos para alcanzar los objetivos de energía renovable consiste en obtener los permisos necesarios para construir.
Navegar este tortuoso sendero entre la energía limpia y el desarrollo limpio podría volverse un poco más fácil con el Plan de Conservación de Energía Renovable del Desierto (DRECP, por sus siglas en inglés). Un borrador recientemente publicado tiene 8000 páginas de extensión y es el resultado de un esfuerzo de cinco años realizado por varios organismos (federales y estatales) para analizar 9 105 426 de hectáreas de terrenos públicos y privados en el desierto de California y definir los sitios donde pueden construir las compañías de energía. Este plan deberá preparar el terreno para el desarrollo (presumiblemente ecológico) de más de 20 000 megavatios de energía renovable para 2040, que abarcará aproximadamente 809 371 de hectáreas.
La mayoría de las partes interesadas del desierto de California se muestran cautelosamente optimistas de que el DRECP será una mejora sobre el statu quo. Pero Lamfrom afirma que, aunque el DRECP “es el primer intento de planificación verdaderamente en el nivel del terreno… existen algunos proyectos que socavan el propósito del plan”. Uno de los que señala es el proyecto Soda Mountain Solar, propuesto por Bechtel Corporation (la compañía de construcción e ingeniería civil más grande de Estados Unidos), que se construiría justo a un lado de la Reserva Nacional de Mojave.
“Es un juego de manos”, dice Lamfrom. “Por una parte, estamos haciendo esta gran labor, pero por el otro, es simplemente la misma situación.”
Además de ser un importante corredor de flora y fauna (el Servicio de Parques Nacionales, por ejemplo, afirma que cualquier desarrollo tendrá un impacto importante en la tortuga del desierto, los borregos cimarrones y el mirlo de cabeza amarilla, entre otras especies), es probable que el proyecto también afecte a los seres humanos que viven en la zona. “Tenemos a estas comunidades que han desarrollado sus vidas y su futuro básicamente alrededor de las personas que visitan el área“, señala Lamfrom. Si la tierra se arruina, todo el dinero proveniente del turismo desaparecerá. Dado que el proyecto incluirá 890 hectáreas alrededor de 1.7 millones de placas solares (sin mencionar los kilómetros de nuevas vías de acceso, nuevas subestaciones y más), seguramente cambiará el paisaje drásticamente; la Reserva Nacional de Mojave se ha opuesto a la ubicación, argumentando que dificultará su capacidad de proteger el parque.
La semana pasada, BLM anunció que habían rechazado oficialmente la solicitud de otro desarrollo controvertido, el proyecto Silurian Valley Solar, lo que constituye una gran victoria para los ecologistas. Sin embargo, una propuesta de proyecto de energía eólica que incluye 66 a 133 turbinas de viento (cada una de aproximadamente 450 pies de alto) que ocuparía entre 26 y 62 kilómetros cuadrados en el valle Silurian aún está en juego.
Y aunque esa ciudad de viento se parece más a Pomona que a San Francisco en cuanto a su tamaño, aun así “clavaría un cuchillo en la tierra y en nuestra economía”, dice Susan Sorrells, que desde 1980 han dirigido Shoshone, un reducto desértico de 50 personas en California. Sorrells afirma que un plan de energía renovable mucho más sostenible y ecológicamente sano se centraría en “la energía distribuida en lugar de estas enormes granjas”; en otras palabras, en hallar maneras de instalar placas solares y otras tecnologías de energía renovable en las residencias individuales y en las ciudades de la costa de California, las cuales absorben toda la energía que se obtiene en el desierto.
Y algunos expertos están de acuerdo. “Es más barato tener una gran mole para lograr que toda la energía provenga de una sola fuente”, dice Elkin. “Sin embargo, las ventajas de tener energía solar más distribuida, del tipo que se obtiene al colocar placas solares en el tejado, son que es posible generar energía muy cerca del sitio donde se usa. Es más eficiente”. De acuerdo con este experto, es probable que vayamos hacia una combinación de “microrredes” que conectarían a los vecindarios con granjas solares locales de pequeño tamaño.
Sin embargo, hasta entonces, lograr las reducciones en las emisiones de gases en la medida en la que se ha acordado entre Estados Unidos y China “no va a ocurrir sin cierto desarrollo de energía renovable a gran escala”, dice Helen O’Shea, directora del Proyecto Occidental de Energía Renovable del Consejo para la Defensa de los Recursos Nacionales.
Y Michael Gerrard, director del Centro Sabin para las Leyes del Cambio Climático de la Universidad de Columbia, dice que si los ecologistas siguen luchando contra eso, será porque los árboles les impiden ver el bosque. “Estamos enfrentando una extinción en masa”, dice. “La única vía para solucionar ese problema tiene que ver con un gran incremento en la producción de energía renovable. Por desgracia, la construcción de muchas nuevas instalaciones de energía renovable ha disminuido su velocidad o ha sido detenida debido a sus efectos adversos sobre ciertas especies. Pienso que ya no podemos darnos el lujo de hacer eso”.