Con la atención volcada en los rehenes occidentales, el Estado Islámico aprovecha para capturar miles más.
James Foley y Steven Sotloff, reporteros estadounidenses; David Haines y Alan Henning, trabajadores humanitarios británicos: víctimas que serán recordadas por sus horripilantes muertes a manos del Estado Islámico (EI), grupo extremista que, hace dos años, también hizo desaparecer al reportero británico John Cantlie.
Sin embargo, nadie conoce los nombres de 49 soldados, empleados consulares, diplomáticos turcos –y dos niños- retenidos por el EI en Mosul, Irak el pasado junio; un incidente apenas difundido por la prensa occidental y que terminó en una inexplicable liberación, ya que el EI aún conserva cautivos a más de cien turcos.
Abdullah al-Khalil, Raad Mohammed al-Azaoui, Ahmed Khaled al-Dlimi y Maitham al-Chibani han recibido incluso menos atención que los turcos desaparecidos, tal vez por tratarse de un puñado de iraquíes y sirios entre los miles secuestrados por el EI y cuyo destino es desconocido.
Los brutales asesinatos de rehenes estadounidenses y británicos son un atisbo de los crímenes de guerra perpetrados por grupos armados de Siria e Irak, según organizaciones pro derechos humanos, pero se conocen pocos detalles de los casos de sirios, iraquíes y libaneses secuestrados por islamistas. A decir de reporteros locales, en mayo 2013 dos autos raptaron a al-Khalil, importante abogado sirio, afuera de su oficina en la ciudad nororiental de Raqqah; al-Chibani, periodista iraquí, fue detenido en Al-Diwaniya, en el sur de Bagdad; al-Dlimi fue capturado en Tikrit, bastión suní en Irak; y el camarógrafo al-Azaoui fue secuestrado en Samarra, en el norte de Bagdad, junto con otros 20 civiles iraquíes.
El EI anunció que decapitaría al abogado porque se negaba a trabajar para ellos, pero no se sabe si llevó a cabo su amenaza. Es posible que los otros rehenes desaparecidos estén en una situación similar: unirse a la causa o sufrir una muerte ignominiosa.
Esas son algunas instantáneas de vidas olvidadas, aunque tal vez haya miles de rehenes que, como ellos, viven en condiciones horrendas a manos del EI u otros grupos; víctimas de comunidades étnicas y religiosas como los yazidí, los cristianos asirios y los chiitas turkmenos. Pero también policías, periodistas, niños, soldados del régimen sirio y aldeanos que se encontraban en el lugar equivocado en el momento equivocado.
“Algunos, simplemente, desaparecen”, dice Neil Sammonds, investigador de Amnistía Internacional especializado en Líbano, Siria e Irak. “Algunos son secuestrados por dinero; otros, acusados de cometer actos religiosos prohibidos; y otros más, simplemente porque eran blanco de esos grupos”.
Menciona el caso “olvidado” de 186 niños kurdos que el EI capturó en mayo en Kobani, en el norte de Irak. El incidente no fue muy difundido por la prensa occidental porque ocurrió al mismo tiempo que el grupo islamista Boko Haram secuestraba a más de 200 niñas en Nigeria. Al parecer, los editores consideraron que tratándose de desapariciones masivas, los estadounidenses solo podían digerir una espeluznante noticia a la vez.
Algunos niños kurdos lograron escapar, como Mustafa Hassan, quien fue entrevistado por The Guardian. “Nos preguntaron si queríamos unirnos al EI”, dijo, recordando las palizas que recibieron de manos de los soldados, algunos chechenos y de otras nacionalidades.
Nada se sabe del destino que corrieron los otros compañeros de Mustafa. No obstante, un informe de Amnistía afirma que el EI flagela a los niños encerrados en sus centros de detención. En cierta ocasión, un angustiado padre tuvo que escuchar “los alaridos de dolor de su hijo mientras los secuestradores del EI lo torturaban en la habitación contigua”, señala el informe.
“No son los únicos casos”, agrega Sammonds. “Hay desde trabajadores migrantes hasta familias comunes. No son solo [ricos] empresarios raptados para obtener grandes cantidades de dinero”. A veces, dice, se trata de secuestros oportunistas para utilizar a los prisioneros en intercambios o como ventaja política.
“Hay infinidad de secuestros de los que nadie habla”, acusa Donatella Rovera, importante asesora de respuesta en crisis para Amnistía Internacional en el norte de Irak e investigadora de crímenes del EI.
Un asesor occidental de seguridad, que participó en las negociaciones de Sotloff y habló a condición de permanecer anónimo, dice que es imposible conocer la cantidad exacta de cautivos del grupo islamista. “No hay una cifra cuantitativa de rehenes, pues no existe una base de datos ni guardan registros. Eso se debe a que las condiciones en el frente son muy volátiles y cambian casi cada hora”, dice. “Corren muchos rumores”.
Lo que se sabe es que en algunas apartadas regiones de Siria, donde opera el EI, es frecuente que extremistas y milicias secuestren a los lugareños para hacerse con pequeñas sumas de dinero.
“No hablamos de rehenes que obliguen a Catar a soltar millones de dólares”, comenta un activista sirio de Homs, apodado El 47, “sino de cualquier despistado que se detenga a fumar frente al hospital de las afueras de Raqqah. De pronto llega el EI y el tipo desaparece; después, la familia recibe la nota de rescate por 500 dólares para evitar que lo maten”.
Una siria capturada por el EI dijo a El 47 que vio “docenas de rehenes” y entre los que aguardaban su destino, 39 servidoras domésticas que fueron secuestradas cuando trataban de huir de la invasión del EI en el verano de 2013.
“Entre los rehenes también hay reporteros iraquíes, así como periodistas y activistas sirios, pero es difícil saber si siguen con vida”, informa Peter Bouckaert, director de emergencias de Human Rights Watch. “Suelen mantener juntos a los rehenes extranjeros, de modo que sabemos quiénes han sobrevivido. Así, por ejemplo, sabemos que Austin Tice [reportero del Washington Post secuestrado en agosto, en Siria] no era parte de ese grupo. Sin embargo, como iraquíes y sirios se encuentran por separado, es difícil saber qué ha sido de ellos”.
Según Robert Mahoney, del Comité de Protección de Reporteros, en Siria han desaparecido unos 20 periodistas nacionales, casi todos capturados por el grupo islamista. “Pareciera que el EI tiene la política de frenar la cobertura noticiosa independiente en las áreas que controla”, dice.
No obstante, grupos pro derechos humanos hacen una clara distinción entre las detenciones –en las que puede haber algún tipo de proceso legal- y los secuestros, motivados casi siempre por dinero.
La lista de rehenes también incluye trabajadores humanitarios occidentales, pero la mayor parte de las ONG se niega a revelar cuántos integrantes operan en la región y cuántos de ellos han desaparecido. ACTED, organización francesa de caridad para la que trabajaba David Haines, se abstuvo de comentar sobre otros rehenes capturados junto con él.
Rovera señala que se percató de los secuestros desde el verano de 2012, cuando “algunas personas comenzaron a desaparecer y sus familias recibían notas de rescate por 1000 dólares o un [rifle] Kalashnikov”. Dice que el EI no es el único grupo que realiza secuestros. “Estoy trabajando en Irak, donde las milicias chiitas piden entre 50 y 100 000 dólares [por los suníes] que secuestran y, de cualquier manera, asesinan después de recibir el dinero”, revela.
Añade que otros grupos armados –como las facciones del Ejército Libre Sirio (FSA) y al-Nusra, asociado de Al-Qaeda en Siria- también son responsables. “Hay que considerar que [Sotloff y Foley] no fueron capturados por el EI”, dice, “sino por otros grupos que después los entregaron al Estado Islámico”.
“Conozco el caso de un sirio que el EI secuestró hace meses y jamás regresó. Por fin, un día, su esposa recibió un mensaje: ‘Debes iniciar una nueva vida. Está muerto’. Nadie lo conocía. No era famoso, popular ni rico. ¿Por qué se lo llevaron? No se sabe”.
Rovera prosigue: “El EI no es el principal secuestrador de la región. En esencia, esa responsabilidad recae en los llamados ‘grupos islámicos’ que componen al FSA. El patrón de secuestros surgió mucho antes que el EI”.
Un exrehén occidental liberado el verano pasado recuerda su traslado a una prisión del interior de Siria. “Había varios prisioneros sirios, personas encerradas por crímenes morales como beber o fumar”, dice. “Estábamos cerca de otros rehenes, pero no puedo dar detalles”.
En ocasiones, los gobiernos imponen el silencio mediático. El régimen turco prohibió que se divulgara cualquier información sobre los diplomáticos secuestrados, con el argumento de que ponía en riesgo sus vidas.
Tal vez esa no sea la única razón por la que el gobierno turco quería silenciar el asunto. La invasión de su consulado en Mosul fue similar a lo ocurrido en 1979, cuando manifestantes iraníes capturaron diplomáticos en Teherán y recordó también el ataque contra el consulado estadounidense en Bengasi, Libia donde perdió la vida el embajador Chris Stevens; por ello, la prensa turca ha criticado fuertemente al régimen que, supuestamente, fue alertado de posibles secuestros en Mosul e ignoró las advertencias de seguridad.
Muammer Tasdelen, cuyo cuñado, Hakan y joven sobrino se encontraban entre los rehenes, no tuvo temor de manifestarse abiertamente. “Es hora de que el gobierno turco tome cartas en el asunto y recupere a nuestra gente”, dijo a un portal noticioso nacional, donde acusó al régimen de negligencia. “Debió saber que esto iba a suceder. El EI no llegó del espacio exterior. Tenía que haber evacuado, oportunamente, el consulado”.
¿Acaso las autoridades turcas ignoraron las advertencias? Hoy establecido en Erbil, el gobernador de Mosul, Atheel al-Nujaifi afirma que, cuando el EI se disponía a tomar la ciudad se comunicó con el ministro del Interior del Gobierno Regional de Kurdistán instándolo a que hiciera algo para proteger a la población. Mas las autoridades turcas lo ignoraron.
“Es impensable que los turcos no se percataran del peligro”, escribe Amberin Zaman, reportera turca del sitio al-Monitor. “Y sin embargo, no se sintieron lo suficientemente amenazados para evacuar el consulado”. Tanju Bilgic, vocero del ministerio del Exterior turco, no respondió nuestras peticiones de una explicación.
Al-Nujaifi dijo que recibía informes sobre el estado de los rehenes turcos, quienes permanecían confinados en casas seguras de Mosul aunque estaban en continuo movimiento. Sin embargo, reconoció que no trataba directamente con el EI. “Tienen más rehenes”, agregó. “Iraquíes, exfuncionarios del partido Ba’ath y otros”.
Otra crisis de rehenes ha desatado una tormenta política en Líbano, donde las familias de los desaparecidos han enfurecido ante la falta de respuesta gubernamental. En agosto, 29 soldados libaneses fueron secuestrados luego de un enfrentamiento entre combatiente sirios y fuerzas libanesas en la población fronteriza de Arsal. Concluida la batalla, los sirios arrastraron a sus rehenes hasta una aislada región montañosa de las cercanías. Según la prensa libanesa, los secuestradores eran miembros del EI y al-Nusra. Hasta ahora han liberado a cuatro militares y otros dos han sido decapitados, el suní Ali Sayeed y el chiita Abbas Medlej. En días recientes, al-Nusra ejecutó de un tiro a un tercer rehén, Mohamad Hamieh.
El mes pasado, el EI hizo una declaración anunciando que estaba valorando el destino del soldado libanés Mohammed Hamieh, de 22 años. Las madres de los militares, frustradas por lo que consideran la indolencia del gobierno de Líbano, han organizado un plantón en el centro de Beirut donde duermen y viven en carpas, y amenazan con permanecer hasta que todos los rehenes sean liberados.
“Hay prisioneros islamistas en la cárcel”, dice Amena, madre de uno de los cautivos, Hussein Mahmoud Ammar (23 años) originario de Aandqet, Líbano. “¿Por qué el gobierno no acepta un intercambio?”.
“Nuestros hijos protegen el país”, agregó. “No he podido comer ni dormir desde que se fue. Es una parte de mí que he perdido. Cualquier madre sabe qué se siente. Supe que el EI lo tenía 10 días después del secuestro, pero [el gobierno libanés] no quiso decírmelo porque quedaría devastada”.
“Es posible satisfacer las demandas de los secuestradores”, afirma el jeque Ousama Zakaria, imán de la mezquita de Akkar, quien prometió abandonar el plantón hasta que el último soldado fuera liberado. “[Los secuestradores yihadistas] quieren intercambiarlos por prisioneros islámicos de las cárceles libanesas. Hezbolá negoció exitosamente el cambio de detenidos con Israel. ¿Por qué se rehúsan a negociar la liberación de islamistas?”.
Por su parte, el gobierno libanés dice que ha estado combatiendo a los islamistas. “Pero si no recuperamos esos soldados –si no los rescatamos- estaremos en serios problemas”, reconoció un prominente funcionario del gobierno de Líbano, en una declaración anónima. “Tenemos que traerlos a casa. Es una regla básica de la guerra. No podemos dejar a ningún hombre atrás”.
Lama Fakih, investigadora de Human Rights Watch en Siria y Líbano, señala que han ocurrido secuestros de civiles que la prensa no ha divulgado. “Se ha observado una tendencia de individuos que, simplemente, desaparecen y sus familias tienen que arreglárselas por su cuenta para averiguar su paradero”, apunta. “A veces no piden rescate, así que nadie sabe de qué se trata”.
“Y si los matan, a menudo no devuelven el cuerpo ni dejan rastro alguno”, agrega, acerca de una sexagenaria madre que salió en busca de su hijo desaparecido. “Es desgarrador. Iba continuamente a la estación de Policía de las afueras de Douma para preguntar por él y al final se enteró de que había muerto en detención”, prosigue Fakih. “Ahora trata de descubrir quiénes fueron sus asesinos y dónde se encuentra sepultado. Es una tragedia”.
¿Cuáles son las perspectivas para esos rehenes olvidados? Amnistía y otras organizaciones piden a los Estados con influencia en la región –sobre todo Turquía y Catar- que aseguren la liberación de los desaparecidos y el castigo de los secuestradores, pero es dudoso que el EI y otros grupos se dejen intimidar. Y dado que el presidente Barack Obama ya ha anunciado su estrategia militar anti-EI, el grupo se pondrá a la defensiva y reclutará más combatientes para responder al ataque de la coalición estadounidense. Según la ONG británica Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, más de 6000 yihadistas se han unido al EI desde que iniciaran los ataques aéreos del mes pasado.
“El secuestro es su método para reunir fondos”, dice El 47. “No olvidemos que el EI no puede llamar a Bank of America para solicitar un giro bancario. El secuestro es su fuente de capital, una actividad que tiene mucho sentido”.
@janinedigi