Destruir los enormes alijos sirios de gas sarín, gas mostaza, VX y otros agentes químicos no será fácil, ni barato. Y el presidente Bashar Hafez al-Assad no será quien corra con los gastos.
¿Cuánto va a costar? Los cálculos van desde varios cientos de miles de dólares a US $1 000 millones o más, muchísimo más. Es difícil ponerle precio porque la operación propuesta no tiene precedentes. No solo hay una restricción de tiempo sino que también será la primera vez en que se deshagan de agentes tóxicos en una zona de guerra activa.
La labor será efectuada por empleados de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAC), una agencia con oficinas en La Haya que, como lo dice un alto diplomático de la ONU, es “una organización encantadora y adormilada que súbitamente ha tenido que despertar”, la cual nunca antes ha intentado algo tan complejo.
Un grupo de 14 funcionarios de Naciones Unidas y 19 inspectores de la OPAQ aterrizaron en Damasco esta semana y comenzaron a “destruir” cosas. En realidad, como lo explicó otro diplomático, la labor de esta semana fue una “exhibición” motivada por los sirios para asegurarles a los extranjeros que Damasco sí cooperará en el futuro, y no un verdadero comienzo del proceso de desmantelamiento. En un informe al Consejo de Seguridad esta semana, Ban Ki-moon, secretario general de la ONU, calculó que el personal conjunto de funcionarios de la ONU y la OPAQ crecerá a 100 miembros, sin contar las consideraciones de seguridad inesperadas.
E incluso cuando se haya completado, el desmantelamiento del equipo de producción, mezclado y llenado, el cual supuestamente comenzó esta semana, es solo la primera y más fácil etapa. La planeación de la parte más difícil, quitarle a Siria todos los alijos de químicos tóxicos, no ha comenzado.
Mientras tanto, el director general de la OPAQ, Ahmet Uzumcu, de Turquía, estableció un fondo fiduciario la semana pasada, con la esperanza de que los países ricos contribuyan. Como él explicó, el presupuesto habitual de la agencia no alcanza para cubrir el costo de la operación siria, incluso en los cálculos más bajos. Por separado, Ban estableció otro fondo fiduciario en la ONU. También asignó —de un presupuesto de la ONU para emergencias— US $2 millones para las etapas iniciales de la operación.
Estados Unidos ya ha dado US $2 millones de financiamiento inicial para la operación de la OPAQ en Siria. “Queremos que esta misión tenga éxito de una manera transparente y efectiva y tan rápido como sea posible”, dijo Margo H. Squire, portavoz del Departamento de Estado, añadiendo: “Estamos preparados para dar más apoyo conforme avance el proceso”. Mucho, mucho más, con toda probabilidad.
Aun cuando la mayoría de las demás naciones espera que EE UU pague la mayoría de los costos, no está del todo solo. Poco después de que los ministros del exterior de los 15 miembros del Consejo de Seguridad votaron unánimemente para aprobar el plan de desintoxicación sirio, el secretario exterior británico, William Hague, prometió una contribución de US $3 millones para esta acción. Suiza prometió otro millón, y Alemania añadió US $2.7 millones. Otros hicieron promesas similares.
Según el ambicioso programa de la resolución de la ONU, el 28 de octubre la OPAQ informará al Consejo de Seguridad su plan de trabajo. Pero nadie en el consejo espera que se le ponga un precio a la operación en esos informes. “Es demasiado prematuro”, dijo Agshin Mehdiyev, embajador de Azerbaiyán ante la ONU, país que ha asumido la presidencia rotatoria del consejo esta semana.
Hasta ahora, el cálculo oficial más acreditado ha provenido ni más ni menos que del mismísimo Assad. “Se necesita muchísimo dinero”, dijo Assad a Fox News el mes pasado. “Se necesita alrededor de un mil millones [de dólares]. Es muy perjudicial para el medio ambiente. Si la administración estadounidense está lista para pagar este dinero y asumir la responsabilidad de llevar los materiales tóxicos a Estados Unidos, ¿por qué no lo hacen?”.
Recapitulando, Assad no dijo “Háganme el favor”. Él dijo: “Paguen mi cuenta”.
Tampoco es disparatado su cálculo de US $1 000 millones. Philipp Bleek, un ex funcionario del Pentágono a cargo de desmantelar armas de destrucción masiva y que ahora trabaja en el Instituto Monterrey de estudios internacionales en California, señala que EE UU gastará por lo menos US $35 000 millones para deshacerse de un poco más de 30 000 toneladas métricas de sus propios agentes químicos.
Siria declaró que el tamaño de su arsenal es de 1 000 toneladas métricas; según las fuentes, en su mayoría son agentes sin mezclar (los cuales, casualmente, son más fáciles de destruir que las municiones químicas ya hechas armas).
Entonces, si Siria desmantela sus armas venenosas bajo circunstancias similares, el costo de hecho sumaría aproximadamente US $1 000 millones. Excepto, por supuesto, que las circunstancias son diferentes, y ciertamente así deben serlo.
Por un lado, la parte más costosa y compleja de la operación será la etapa final, la destrucción efectiva de los agentes almacenados a lo largo y ancho del país. Siria no tiene la instalación adecuada para destruir estos químicos, lo cual significa que esta tendrá que construirse, y su costo podría aproximarse a los US $1 000 millones. Por otra, la seguridad no solo complicará las cosas sino que también aumentará los costos. Aun cuando se cree que el ejército de Assad controla los sitios donde están almacenados los agentes químicos, los rebeldes sostienen posiciones cercanas, en algunos casos solo unos cientos de metros de distancia. Podrían necesitarse miles de soldados extranjeros, probablemente proveídos y financiados por la ONU, para proteger a los inspectores de la OPAQ a cargo de supervisar la destrucción.
Hay otra opción: retirar el material a destruir de Siria y destruirlo en otro sitio. Aun cuando la convención química prohíbe pasar toxinas por fronteras nacionales, “nada está descartado” en el caso de Siria, dijo Michael Luhan, portavoz de la OPAQ.
Según Bleek, los químicos podrían ser llevados a la base naval rusa en el oeste de Siria, luego transportados a territorio ruso, donde seis instalaciones de incineración ya están operando. Sin embargo, transportar semejante material nocivo con seguridad es muy costoso. También requerirá de muchísima persuasión política, ya que el embajador de Rusia ante la ONU, Vitaly Churkin, me dijo que Moscú se opone fuertemente a dicho plan.
Las armas venenosas de Assad también podrían ser enviadas a un país vecino, Jordania con mayor probabilidad. Pero ello significa no solo pagarle a Jordania una suma considerable por su cooperación, sino también construir un costoso incinerador allí.
Por supuesto, esto parecerá un dinero bien gastado, pero gastado de todas formas.