El crecimiento de la población, la falta de mantenimiento, el hundimiento de la ciudad y las lluvias atípicas son factores que juegan en contra del drenaje profundo de Ciudad de México, que hoy depende de un solo hombre, Julio César Cu Cámara, el único buzo de las aguas negras capitalinas.
HAY SOLO UNA PERSONA que puede sumergirse en las aguas negras del drenaje profundo. Un hombre que revisa alcantarillas, túneles, que repara tuberías o piezas de las más de 100 plantas de bombeo de la capital del país y que retira kilos de basura para evitar que calles y avenidas se inunden. Su nombre es Julio César Cu Cámara, el único buzo del drenaje profundo de Ciudad de México.
Este 1 de agosto cumplió 35 años de sumergirse en esa agua espesa y negra adonde llegan todo tipo de desechos humanos, animales, hospitalarios e industriales. Y su oficio, único en el mundo, podría extinguirse pronto, cuando el cuasi sexagenario decida por fin jubilarse.
En 1983, Julio César ingresó en el Sistema de Aguas de la Ciudad de México que contaba con seis buzos industriales. Luego, unos de ellos se jubilaron y otros se cambiaron de área. ¿El motivo? El riesgo que esta labor supone: el simple contacto de la piel con las aguas negras puede provocar una infección letal. Los nuevos buzos que se han integrado al equipo no se han animado aún a sumergirse en los hediondos torrentes, sea por miedo o por repugnancia. Otra razón es el bajo sueldo: por realizar esta profesión Julio César percibe 11,000 pesos por quincena.
Mas el trabajo que realiza es vital para CDMX: manualmente, debe sacar basura que evita el taponamiento de las plantas de bombeo encargadas de expulsar el agua que se desecha en los hogares y que se acumula por la lluvia. Al drenaje profundo llegan aproximadamente 20,000 toneladas de basura al año y cerca de 800,000 toneladas de excremento diario.
De acuerdo con Ramón Aguirre, director general del Sistema de Aguas de la Ciudad de México (Sacmex), “el drenaje profundo está muy saturado, trabaja a su máxima capacidad y se ve rebasado para los 22 millones de habitantes que hay en la zona metropolitana”.
Cuando Cu Cámara se sumerge en las aguas del drenaje capitalino hay una oscuridad total —ninguna lámpara funciona allá abajo—. La nata de suciedad es tan densa que no hay luz que la penetre; por esta razón trabaja a ciegas, tocando y retirando lo que hay a su paso. Todo depende, dice, de su instinto y sentido del tacto.
En el drenaje profundo ha encontrado de todo: refrigeradores, estufas, sillones, colchones, televisiones; partes de automóviles (en una ocasión sacó la carrocería casi completa de un Volkswagen); cascajo, varillas, puertas; cientos de envases, latas y bolsas de plástico; animales muertos como caballos, vacas, perros, gatos, cerdos, también armas. Y cuerpos humanos.
“Cuando encuentro un cuerpo siento tristeza, pero también alivio de que se lo voy a entregar a su familia. Siempre es deprimente encontrar niños, bebés, pero al menos sabemos que pueden enterrarlos, que la familia ya tiene el cuerpo”, cuenta en entrevista con Newsweek en Español.
En los últimos tres años ha notado que el número de cuerpos o partes que encuentra en las profundidades ha aumentado: en los primeros años de buzo no halló ninguno, pero ahora cada vez hay más. Cómo reconoce un cuerpo si no lo puede ver, lo explica así: “Sientes un brazo, una pierna, la cabeza, vas reconociendo e imaginando la forma, no sé”.
Tratando de evocar esos momentos de azoro, agrega: “Mis compañeros dicen que los mismos muertos te piden ayuda, te llaman para que los rescates, es algo que no se puede entender, los tocas y sientes algo especial, diferente”.
A este buzo del drenaje profundo también lo han llamado para apoyar a los bomberos, al Escuadrón de Rescate y Urgencias Médicas (ERUM), a la Cruz Roja —y ha viajado a otros estados cuando hay huracanes—. “A veces la Procuraduría capitalina nos pide apoyo para entrar en alguna presa y rescatar cuerpos, solo apoyamos, ellos son los expertos y se dedican a eso, pero contribuir a que la gente sepa de su familiar siempre es bueno”, dice con orgullo.
EN PUERTA, DRENAJE METROPOLITANO
El crecimiento de la población, la falta de mantenimiento de las redes de drenaje, el hundimiento de la ciudad y hasta el cambio climático que ha traído lluvias atípicas son factores que no juegan a favor del drenaje profundo, coinciden ingenieros especializados en el sistema hidráulico de Ciudad de México.
El drenaje profundo, en su momento, fue la obra más grande construida en la ciudad. Era un túnel de 68 kilómetros que iba de la zona norte del Valle de México hasta el estado de Hidalgo. Fue inaugurado el 9 de junio de 1975 por el entonces presidente de México, Luis Echeverría, quien echó a andar las compuertas que permitieron el ingreso de las aguas de lluvia, relata Roberto Flores, ingeniero que tiene más de 50 años de laborar en obras del drenaje profundo.
Para su construcción se utilizaron 40,000 toneladas de acero y se excavaron 3.5 millones de metros cúbicos de tierra y piedra, equivalentes a 3.5 veces la Pirámide del Sol; y laboraron en él 11,500 trabajadores, según las notas publicadas en los diarios de aquella época.
En un principio, relata el ingeniero Flores, el drenaje solo fue planificado para desalojar agua de lluvia e iba a descansar para su mantenimiento en época de estiaje, pero ante el aumento de la población se decidió que las aguas de industrias y viviendas se enviaran también al túnel del drenaje. En ese entonces no se tuvo la visión de aprovechar el agua de lluvia.
Actualmente se construye el Túnel Emisor Oriente (TEO), obra que se inició como un proyecto de emergencia en 2008 durante la administración del entonces presidente Felipe Calderón. Se tenía proyectado concluirlo en 2013, con una inversión de alrededor de 11,000 millones de pesos. Sin embargo, la obra lleva casi una década de construcción. Se prevé que esté finalizada este año: el costo de lo invertido se elevó a 20,167 millones 949,000 pesos.
Este sistema arranca en el Río de los Remedios y concluye en Hidalgo, en la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales de Atotonilco, la más grande de Latinoamérica, que tiene capacidad para tratar 12 por ciento del agua residual que se genera en el país.
La Comisión Nacional del Agua (Conagua) ha informado que el retraso del Túnel Emisor Oriente se debió a que, cuando se firmó el convenio para construirlo, el contrato no tenía un proyecto ejecutivo, no se había dimensionado el alcance real y lo que se iba a encontrar durante la perforación.
“Se han presentado acontecimientos naturales que no fueron previstos en la ingeniería básica, ni en el proyecto ejecutivo, que ocasionaron ajustar los términos y condiciones originales del contrato a la realidad que prevalece en la obra”, ha argumentado.
De acuerdo con Roberto Flores, el TEO permitirá contar con una salida complementaria y alterna al Emisor Central que reducirá el riesgo de inundaciones —llamadas ahora encharcamientos—, tanto en Ciudad de México y su zona conurbada. En temporada de lluvias, funcionará de manera simultánea con el actual drenaje profundo, y en otras temporadas del año lo hará alternadamente para facilitar su mantenimiento.
“Se han tenido lluvias atípicas y no hay drenaje que pueda desalojar de forma inmediata el agua cuando es intensa y mucho menos cuando los mexicanos tiramos mucha basura en la calle, al drenaje, pero sin duda ayudará mucho a la ciudad”, señala el ingeniero Flores.
Ramón Aguirre asegura por su parte que esta temporada de lluvias será la última en la que habrá un sistema de drenaje limitado, ya que una vez terminado el Túnel Emisor Oriente se podrán desalojar 150,000 litros de agua por segundo. Esta es una infraestructura para atender lluvias incluso de gran magnitud.
“La nueva administración no va a encontrar el problema que nosotros tuvimos hace seis años. El hecho de que se tenga un drenaje metropolitano completo es una gran ayuda porque es la base para resolver lo demás, hallarán un esquema de solución mucho más claro para continuar trabajando”, dice en entrevista el director general del Sistema de Aguas de CDMX.
Y precisa: “El problema queda ahora circunscrito a la capacidad que tengan las colonias y ciudades de mandar el agua a ese sistema y ahí hay mucha tarea por hacer, aún hay muchas necesidades por atender”.
A la fecha se han identificado 44 sitios con frecuentes inundaciones por lluvia en toda la ciudad, donde falta construir infraestructura, detalla Aguirre.
Gustavo A. Madero es la delegación que cuenta con más colonias susceptibles a inundarse. La demarcación de Coyoacán es la segunda más afectada, le siguen Venustiano Carranza e Iztapalapa.
“Tenemos problemas graves de norte a sur, en la calzada Ignacio Zaragoza, en Circuito Interior, Indios Verdes, en Calzada de las Bombas”, señala.
Una administración no puede acabar con todos los problemas, pero con el Túnel Emisor Oriente funcionando al 100 por ciento de su capacidad, se podrá invertir en otros proyectos, pensar, tal vez, en un plan a 50 años.
DE ALTO RIESGO Y APASIONANTE
El Túnel Emisor Oriente es una obra que podría suponer “un respiro” para el único buzo de la CDMX, quien dos o cuatro veces al mes entra en las aguas negras para revisar el drenaje. En época de lluvias como la actual, el trabajo de Julio César Cu Cámara se incrementa, por lo que tiene que estar disponible las 24 horas del día. Puede permanecer sumergido entre 20 minutos hasta máximo cinco horas —es el tiempo permitido para bucear, respirar aire comprimido por más tiempo es peligroso.
Cuando Julio César entró por primera vez en el drenaje profundo tenía 23 años. Lo recuerda así: “Fue algo desagradable trabajar entre basura, al estar a ciegas sentí miedo porque no sabía lo que me podía encontrar abajo, si me atoraba, si se rompía el traje, tenía varios temores”.
Pero al paso del tiempo, pese al peligro que entraña ser buzo en aguas negras, el mexicano afirma que su profesión lo apasiona. La adrenalina y los nervios que siente antes de sumergirse varios metros bajo tierra son igual de intensos que hace más de tres décadas que se inició en esta profesión.
Ya estando allá abajo solo hay calma, silencio, tranquilidad. Como no se ve nada prefiere cerrar los ojos para no forzar la vista intentando mirar algo. Trata de visualizar con sus manos enfundadas en unos guantes cómo es la bomba o el tubo que tiene que arreglar o lo que obstruye su funcionamiento.
El equipo que usa es de buceo industrial; se utiliza en plataformas petroleras de Noruega, es de una sola pieza y de hule (de unos seis milímetros de espesor), es completamente hermético y por eso no percibe el olor del agua pestilente. “Quienes se quedan arriba, ellos sí huelen todo, pobrecitos”, comenta.
Su traje de buzo de neopreno térmico pesa casi 70 kilos y tiene un costo de 5,000 dólares —unos 96,000 pesos—. Puede durar entre seis y siete años, pero muchas veces por lo corrosivo del agua se desgasta más rápido. Y es que abajo puede encontrar jeringas, clavos, varillas o vidrios que provocan que su traje se rasgue. Si eso ocurre, debe salir de inmediato para no estar expuesto a miles de bacterias. Ya le ha pasado algunas veces, pero nunca le ha ocurrido nada. “Mi esposa dice que soy inmune”, dice riendo.
A veces echa mano de una canastilla para subir los objetos que encuentra, y cuando son muy pesados y grandes requiere de una grúa.
El casco amarillo que acompaña su traje de buzo pesa cerca de diez kilos y está conectado a una vía de aire que controla el oxígeno que le llega. Le llaman “cordón umbilical” y también es la conexión que tiene con sus compañeros que se quedan arriba, así ellos pueden saber a qué profundidad se encuentra Julio César. El casco tiene audífonos y micrófono y por ahí se pueden comunicar. Él puede sumergirse hasta 50 metros.
Julio César dice que nunca ha tenido alguna experiencia sobrenatural ni que tampoco lo han asustado, pero cuenta que uno de sus compañeros que ya se jubiló y era buzo como él hablaba con la muerte. “Decía que la sentía a un lado de él y que se ponía a platicar con ella siempre que bajaba, yo nunca la he sentido”, confiesa.
Una de las veces que más miedo tuvo fue cuando se desbordó el Canal de la Compañía, en Valle de Chalco. Mientras soldados intentaban taponar la fisura con costales, pedazos de madera y cemento, él tuvo que poner unos tubos para desviar el agua. “Era mucha la presión del agua que entraba, me podía arrastrar y, además, no podía meter el tubo, tardamos dos días en lograrlo”, cuenta. Y dice que, en otra ocasión, “destapamos una bomba, comenzó a andar y sentí cómo me jaló, fue feo”.
El temblor del pasado 19 de septiembre le tocó adentró del socavón que se abrió en la calle de Humboldt, cerca de Paseo de la Reforma. “Estaba checando la tubería cuando sentí el temblor, volteé hacia arriba y vi cómo se movían los edificios; se sintió muy fuerte, si se caían los edificios nos sepultaban vivos, es de las pocas veces que de verdad sentí miedo”, narra.
Uno de sus compañeros, también buzo, que entró a destapar un ducto hace años, falleció, pues cuando removió el tapón la corriente lo arrastró a pesar de que estaba amarrado. “Cuando pasó eso mi esposa quería que yo dejara el trabajo. A ella, a mis hijos, a mi familia, nunca les ha gustado lo que hago por lo peligroso que es, pero le digo que a mí me gusta, me apasiona y que de eso comemos”.
Cuando sale a la superficie a Julio César lo esperan sus compañeros con cubetazos de agua con jabón y cloro para quitarle el olor a caño que desprende, y todas las adherencias de plástico que se pegan a su traje y casco. Desinfectan bien todo, lo ayudan a quitarse el traje y entonces se fuma un cigarro.
¿MÁS BUZOS O ROBOTS?
A Julio César, de 57 años, le gustaría que se tomara en serio la idea de preparar más buzos, pues no le agradaría que cuando decida jubilarse su oficio se acabe.
Ahora solo ubica a una persona interesada en bajar a la superficie: Jesús Adolfo Hernández Almeida, quien ha mostrado interés por aprender lo que hace como buzo del drenaje profundo. En el equipo de Julio César, Chucho está por cumplir apenas cinco meses y es al único que perfila para poder sumergirse en el drenaje capitalino cuando él decida retirarse.
“Si me gustaría mucho aprender, tomar cursos de buceo en agua normal y que luego me preparen para las aguas negras. Ahorita me meto con agua que me llega hasta el pecho bajo supervisión”, comenta el aprendiz.
“A Chucho veo que le gusta, espero que siga, ya que a veces se cambian de área, se van por los malos salarios, porque no es un trabajo común, es riesgoso, pero no me gustaría que esto se acabara conmigo”, reitera Cu Cámara.
Cuenta que llegó a tener acercamientos con el otrora jefe de Gobierno Miguel Ángel Mancera, quien tenía un proyecto para preparar a más buzos, pero después no supo que pasó. Y que el exjefe de gobierno capitalino, Marcelo Ebrard, lo apoyó con nuevo equipo de buceo.
“Siento que algunas administraciones no le han dado la importancia que merece este oficio, deben pensar: ‘Ay, un buzo, ¡ah qué bueno!’, pero hasta ahí. Ojalá que Claudia Sheinbaum nos apoye a preparar a más buzos, no es algo que se pueda hacer de la noche a la mañana”, afirma.
Estudiantes e investigadores de la UNAM y el IPN se han acercado para intentar robotizar algunas de las tareas que realiza Julio César e introducir luz al drenaje, pero hasta el momento no se han tenido resultados positivos.
Para Ramón Aguirre, director general del Sacmex, el trabajo del buzo de aguas negras no se puede robotizar, ya que no es un trabajo mecánico. Por ello reconoce la importancia de la labor que hace Julio César y, en su opinión, no hay tanto problema en capacitar a otro buzo que pueda sustituirlo.
La próxima jefa de Gobierno de Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, prometió en su campaña dar mantenimiento mayor al drenaje profundo a partir de nuevas tecnologías, así como a la infraestructura de presas y lagunas de regulación.
Para Adrián Pedrozo Acuña, coordinador de Hidráulica del Instituto de Ingeniería de la UNAM, esta nueva administración viene con la idea de tomar decisiones con base en la evidencia científica, lo cual es muy positivo.
Es necesario adaptar el sistema de drenaje de Ciudad de México y del país a las condiciones actuales, ya que las zonas que hoy están expuestas a lluvias fuertes, con el avance del cambio climático, en el futuro tendrán precipitaciones todavía más intensas.
Si el clima está cambiando quiere decir que todo nuestro diseño hidráulico tiene que ser revisado para asegurar su operación en los años que vienen, y esta es la norma para la ingeniería hidráulica nacional y mundial, indica Pedrozo.
Así lo plantea: “La invitación es usar otras alternativas para la infraestructura hidráulica, tanto para el drenaje profundo como para la red de abastecimiento de agua potable. El dinero que se requiere para rehabilitar y acondicionar toda la infraestructura en CDMX es mucho”, señala en entrevista.
De acuerdo con Pedrozo, urge pensar de modo diferente. Antes, de manera tradicional, la ingeniería pensaba en tuberías y construcciones, pero ahora lo debe hacer de forma alternativa: captar el agua de lluvia, reinyectar de agua al acuífero, diseños urbanos más sensibles al agua, usar sistemas urbanos de drenaje sostenible, conocida como infraestructura verde, y lagunas de retención de agua, por ejemplo.
“Ya no hay presupuesto que nos alcance para obras faraónicas, tenemos que habilitar los servicios regenerativos de agua, monitorear la lluvia, los puntos críticos del drenaje profundo y mapear las zonas donde hay más fugas de agua potable y empezar ahí con la rehabilitación de las tuberías con ductos de polietileno que son más flexibles y pueden resistir más los hundimientos de la ciudad”, asegura.
URGEN NUEVAS SOLUCIONES
De lo que llueve al año únicamente 16 por ciento se infiltra al acuífero o llega a los ríos, lo demás se evapora o se pierde en el drenaje. Aprovechar de mejor manera los recursos que la misma naturaleza brinda no solo recargarían el acuífero generando agua a los habitantes, también se evitarían los hundimientos que promueven las inundaciones.
Y es que las redes de distribución y drenaje han sido seriamente dañadas por los hundimientos que sufre la ciudad, lo que ha promovido la pérdida de su pendiente e, incluso, su fractura en diversos puntos, lo que incrementa las posibilidades de inundación —en especial durante la temporada de lluvias, además de que se contaminan las redes de agua potable.
“El hundimiento en Ciudad de México ya no permite desalojar el agua por efecto de gravedad. Como resultado de los hundimientos, el sistema de desagüe se mueve y el agua que debería irse por sus tuberías, queda estancada; por ello es necesario bombear el agua para sacarla del Valle de México”, explica el ingeniero Roberto Flores.
Los túneles del drenaje profundo del nuevo Emisor Oriente, por ejemplo, fueron perforados bajo la capa arcillosa de la ciudad, fuera de la zona de hundimiento, para que esto no pase, detalla.
De acuerdo con el coordinador de Hidráulica del Instituto de Ingeniería de la UNAM, el “monstruo” del drenaje profundo es muy útil, es un sistema que sí funciona, pero debido a la ubicación geográfica y a que CDMX está sobre lo que era un lago siempre será propensa a las inundaciones, por lo que se tiene que dar mantenimiento y modernizar la tubería porque la población sigue creciendo.
“Uno de los grandes errores que se cometió con el drenaje fue que el agua de lluvia se mezclara con todos los desechos sanitarios, pensar en cambiarlo ahora ya no conviene porque tardaría mucho tiempo y requeriría de un gran presupuesto; lo que sí se puede hacer son adecuaciones en algunas zonas con mayor problema de abastecimiento de agua potable, habrá zonas en las que sí valdría la pena invertir para separar el agua de lluvia”, sostiene Pedrozo Acuña.
Además, indica, el monitoreo en tiempo real puede lograr un gran cambio en materia de prevención, saber cuánta agua llega al Sistema Cutzamala, a los pozos, y que esa información esté abierta al público también podría transparentar el tema del agua que mucha falta nos hace.
Para los expertos en ingeniería hidráulica, es positivo que ya se empleen robots que supervisen “la salud” de las tuberías y recorran con cámaras el drenaje, son un gran apoyo para todo ese ejército que trabaja en el Sistema de Aguas de Ciudad de México y que hace que llegue agua potable a los hogares y, a su vez, guíe los desechos de nuestros excusados, pero aún no hay quien pueda sustituir el trabajo del único buzo del drenaje profundo, quien afirma que ya se cansa, pero quiere trabajar “hasta que el cuerpo aguante”.