Cuando se nace para el arte, aún cuando los caminos alejen al creador de ese fin hay fuerzas encargadas de encauzarlo en la ruta correcta. Tal es el caso de Jesús Palacios y Carlos Luévano, ganadores de la Bienal de Dibujo y Pintura Enrique Guzmán del Instituto Cultural de Aguascalientes (ICA).
Jesús Palacios, el hijo de El Jardín del Arte
“No sé si el destino ya lo tenemos marcado, pero de hecho sólo llegué a estudiar a nivel técnico la carrera de Arquitectura y por accidente me enteré de la escuela de La Esmeralda y me mandaron por sugerencia… fui, hice un examen y me quedé”, recuerda el artista.
Después de 32 años de dedicarse de lleno a la creación plástica, Jesús Palacios asegura que vive de su arte. A través de ella sacó a sus hijos adelante en sus estudios y vive modestamente, pero bien.
Ante una sociedad con la convicción de que la gente dedicada el arte se muere de hambre, él tuvo la certeza plena de mantenerse creando y, a la par, mantener a su familia.
“Yo creo que todo esfuerzo tiene su recompensa. Para mí, esto (pintar) es una necesidad; entonces yo dije: si hay artistas que viven de esto, ¿por qué yo no podría vivir de esto?… El artista también debe vivir decorosamente, como cualquier otro profesionista, y poder vivir de esto es tratar de ser uno honesto con su trabajo”, afirma.
Su tránsito en la creación se dio de manera natural, espontánea. Originalmente se enfocó en matices muy académicos, con el fin de dominar las técnicas; incursionó en el arte figurativo y en este momento está en la búsqueda de las emociones a través de
las formas, color, luz, atmósferas.
“En un principio la prueba es que uno domine el oficio, algo muy académico, muy real, pero llega el momento en que siente uno que ya lo domina”, asegura.
Para Jesús, los premios y las becas son esenciales en el desarrollo profesional de los artistas porque para generar ciertas colecciones requieren de recursos para invertir en el material y no es fácil obtenerlos del mismo trabajo. Estas convocatorias también abren la posibilidad de experimentar otros procesos creativos.
Vender arte es difícil en cualquier parte, aunque cada artista encuentra sus propias vías para colocar sus creaciones. En el caso de Jesús, esa vía ha sido El Jardín del Arte, ubicado cada fin de semana en el Jardín de El Encino y que le ha dado un currículum con más de 40 exposiciones individuales en Aguascalientes, otros estados del país e incluso Estados Unidos, Argentina y Corea del Sur.
Más allá de la venta, desde hace 29 años este espacio da a los artistas locales la posibilidad de mostrar su arte a cualquier persona, ya sean especialistas, gente que acostumbra asistir a galerías o quien nunca ha entrado a una.
Carlos Luévano, la transfiguración de su madre
La pintura ha sido su principal forma de expresión más allá de su timidez personal, aunque quizá en un principio no imaginó que termina ría desarrollándola de manera profesional. “Incursioné en un taller de grabado un tanto de manera fortuita porque yo trabajaba de mesero en un restaurante que está allá por el Picacho y la señora que me contrataba me dejaba siempre en López Mateos y ahí había un tallercito”, recuerda Carlos.
El taller era de gráfica, arte que aprendió, practicó y se enganchó de ella, trabajando de la mano de los impresores con los que aprendió infinidad de cosas y expresiones.
“Desde ahí me gustó mucho, todas las texturas, los colores. El hecho de que no depende nada más de ti que quede bien la pieza, eso me gusta mucho porque puedes tener mucha técnica o puedes ser muy hábil, pero si no sabes imprimir, la pieza no es nada”, comenta.
Inicialmente, sus creaciones eran trabajos muy propios, abstractos, internos; muchos de ellos terminaron como dibujos rotos y últimamente ha buscado temas que le interesa mucho compartir, como la problemática de sustentabilidad.
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