Los niños que nacieron ciegos y padecían una rara forma de trastorno ocular ahora pueden ver gracias a un avance “notable” en la terapia genética. ¿De qué se trata?
Investigadores del Moorfields Eye Hospital de Londres, la empresa de biotecnología MeiraGTx y el University College demostraron que su terapia es segura y eficaz para mejorar la visión y retrasar el deterioro de la retina en pacientes jóvenes nacidos con “LCA-AIPL1”.
Este trastorno genético, que hasta ahora no tenía tratamiento y afecta entre dos y tres de cada 10 millones de recién nacidos, provoca graves discapacidades visuales y ceguera legal.
A su vez, esto provoca que los niños afectados experimenten típicamente un desarrollo retrasado e interrumpido en áreas como el comportamiento, la comunicación y la movilidad.
Sin embargo, después de probar el nuevo procedimiento, los niños que antes solo podían jugar con artículos mediante el tacto, ahora pueden correr con seguridad, reconocer imágenes e incluso conducir go karts.
“Es una mejora absolutamente transformadora”, comentó a Newsweek el autor del artículo y oftalmólogo de Moorfields, Michel Michaelides.
LCA (amaurosis congénita de Leber) es el nombre que se le da a una familia de trastornos oculares hereditarios que afectan la retina, la capa en la parte posterior del globo ocular que contiene células “fotorreceptoras” sensibles a la luz.
Estos trastornos se observan en aproximadamente dos o tres de cada 100,000 nacimientos. Existen muchos tipos de LCA y estos varían según cuáles de los genes involucrados en el desarrollo y la función de la retina estén afectados.
LAS TERAPIAS GENÉTICAS USAN VIRUS PARA SU FUNCIONAMIENTO
Actualmente, la única forma tratable de LCA es la que implica una mutación en el gen que codifica RPE65, una proteína involucrada en el “ciclo visual” que traduce los fotones de luz en señales eléctricas que el cerebro puede luego interpretar.
En concreto, la proteína ayuda a renovar pigmentos especiales en las células fotorreceptoras para que puedan volver a utilizarse. Sin ella, no se puede mantener la visión. Los niños ciegos con LCA-RPE65 tienden a tener mala visión nocturna desde el nacimiento y visión diurna reducida.
En 2017 la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA) aprobó Luxturna, una terapia génica para el tratamiento de la LCA asociada a RPE65. Las terapias génicas funcionan utilizando un virus para instalar una copia nueva y saludable de un gen defectuoso en las células de un paciente para ayudar a abordar el problema subyacente.
Sin embargo, las mutaciones del gen RPE65 solo son la causa de alrededor del ocho por ciento de los casos de LCA, y se encuentran en el extremo relativamente más leve del espectro, no solo en términos de gravedad, sino también de velocidad de aparición y progresión. Debido a esto último, los pacientes con LCA asociada al gen RPE65 pueden recibir tratamiento desde el diagnóstico hasta los 30 o incluso 40 años.
NO MÁS NIÑOS CIEGOS
En el nuevo estudio, los investigadores se han centrado en uno de los tipos de LCA más raros (y hasta ahora intratables), que afecta al gen AIPL1, que es esencial tanto para el desarrollo como para el funcionamiento de las células fotorreceptoras. Este tipo de LCA tiene efectos mucho más graves, afirmó Michaelides.
“No pueden moverse en la oscuridad. No tienen visión periférica. Su visión central es prácticamente nula. Pueden saber si una luz está encendida o apagada: si les apuntas con una luz brillante, es posible que miren hacia ella”, explicó.
Y agregó: “Y luego, un número menor de niños con AIPL1 pueden ser capaces de discernir un objeto grande muy de cerca o si está en movimiento”.
Los signos de problemas de AIPL1 en los recién nacidos pueden incluir movimientos oculares errantes, casi temblorosos; incapacidad para fijar la mirada en algo, incluidos sus padres; y problemas para dormir debido a la incapacidad de sintonizar los ciclos día/noche que normalmente establecen los ritmos circadianos de nuestro cuerpo.
A diferencia de la enfermedad de Parkinson asociada a la proteína RPE65, la LCA asociada a la proteína AIPL1 tiene una ventana de oportunidad muy pequeña para el tratamiento. Después de los cuatro años de edad, el tejido retiniano funcional limitado se degenera, lo que conduce a una ceguera total e irreversible.
En un estudio publicado en la revista The Lancet, Michaelides y sus colegas describen cómo probaron su nueva terapia genética en cuatro niños: trataron un ojo en cada uno y dejaron el otro sin tratar para que sirviera como control a modo de comparación.
El procedimiento quirúrgico consiste en retirar temporalmente el humor vítreo que llena el ojo para acceder a la retina. Luego se inyecta una solución que contiene el vector viral debajo de la retina para que el virus pueda empezar a trabajar instalando el nuevo código genético en las células fotorreceptoras.
ESPERAN LA APROBACIÓN DEL TRATAMIENTO PARA SU USO GENERALIZADO
La cirugía, explican los investigadores, tarda solo una hora en completarse y los primeros signos de mejoría visual pueden notarse en cuestión de semanas. Al hacer un seguimiento de los niños tres o cuatro años después del procedimiento, los investigadores descubrieron que la visión en los ojos no tratados se había deteriorado notablemente, mientras que en todos los ojos tratados se había observado una mejora significativa en la visión.
“Pasan de ‘apenas puedo percibir la luz’ a ‘puedo registrar la visión en un gráfico'”, explicó Michaelides.
De hecho, apuntó, si imaginamos una tabla optométrica clásica, los pacientes de prueba terminaron siendo capaces de distinguir la primera fila (es decir, tenían una visión de 20/200, o podían ver a seis metros lo que una persona con agudeza visual normal [“visión 20/20”] podía ver a 60 metros).
Desde que completaron su estudio inicial, los investigadores han tratado a siete niños ciegos con AIPL1-LCA; en estos casos, la terapia genética se aplicó en ambos ojos.
En conjunto, todos los niños han experimentado una mejora en su visión gracias al tratamiento; uno de ellos incluso ha alcanzado una visión de 20/80. Se trata de una tasa de éxito que parece sorprender incluso al propio Michaelides.
“El hecho es que los 11 se benefician. No son, digamos, cuatro de los 11, sino todos. Es realmente notable. Sería difícil de creer si no fuera cierto”, dijo el oftalmólogo.
Los investigadores ahora están hablando con varias agencias reguladoras en el Reino Unido, Europa y Estados Unidos, incluida la FDA, para lograr la aprobación del tratamiento para su uso generalizado, un proceso que esperan completar en uno o dos años. N
(Publicado en cooperación con Newsweek. Published in cooperation with Newsweek)