Sexto Piso publicó recientemente Belleza Neurótica. Un extranjero observa Japón, de Morris Berman. La obra, traducida al castellano por Pablo Duarte, fue publicada en inglés en el año 2015.
Morris Berman es un autor reconocido por sus dos brillantes y polémicas trilogías: la primera, sobre la historia del cuerpo y la conciencia; y la segunda, y sobre la decadencia de Estados Unidos. Además, ha publicado tres novelas, un libro de poesías y un par de compilaciones de sus ensayos. Sus libros han sido traducidos al español, portugués, holandés, coreano, chino y japonés y han merecido una enorme cantidad de reseñas en revistas culturales y académicas. Dos de sus libros fueron reseñados en el New York Times.
Belleza Neurótica es parte de la obra mayor de Berman. Más aún, es la continuación de sus dos trilogías. Mientras la primera de sus trilogías es la historia del cuerpo, el espíritu, las emociones, la locura, los temores de una civilización, BN es la narración de la historia de estos fenómenos, pero en otra civilización: la japonesa.
Sin embargo, BN es también la continuación de la trilogía sobre Estados Unidos. Porque explica cómo, la civilización japonesa, llegó a ser lo que es hoy, en buena medida por su vínculo con los americanos.
Si no se comprende la historia y la morfología cultural de Estados Unidos, tampoco se comprende la naturaleza de la relación entre Norteamérica y Japón.
En numerosas ocasiones, Berman ha sostenido que, más allá de las hegemonías norteamericanas o norteamericanizadas, la mayoría de los pueblos conciben el orden social y natural de manera holista y no individualista. De hecho, considera que la mentalidad occidental–moderna, es “la más rara del mundo”. Y aunque el american way of life influye en algunos de los gustos y comportamientos de la gente de todo el planeta, los pueblos tienden a buscar modelos alternativos de vida (i.e. sistemas monetarios al margen de las monedas nacionales y las divisas internacionales).
En Belleza Neurótica habla de la tensión que producen dos modelos culturales en Japón: el tradicional y el moderno. Y aunque en prácticamente todo el mundo se padece esa tensión, pareciera que es en Japón en donde se vive con mayor dramatismo. La civilización japonesa, que ha adquirido a
lo largo de siglos un refinamiento sin parangón en el arte de imitar conscientemente otras civilizaciones, ha llevado la modernidad a un extremo que Occidente jamás hubiera soñado. El culto a la tecnología, la patología consumista, la adicción al trabajo y el dinero, el ahorro y el hedonismo, encuentran en ese excepcional país de Oriente, su cénit. Pero no todo en Japón es así. De hecho, aún en los restaurantes modernos, en las fábricas y en los gadgets, encontramos rasgos del Japón milenario: el cultivo de la paciencia, la disciplina, la noción de que el espíritu vale más que la materia y el grupo más que el individuo.
Es decir, aún en la modernidad encontramos los rasgos de lo tradicional. Berman también habla del Japón hipermoderno, hipercapitalista. Llaman su atención las respuestas radicales producidas por la velocidad enloquecedora con la cual la nación asiática adoptó los principios de la Revolución Científica. Occidente tardó en asimilarlos trescientos años y Japón lo hizo de la noche a la mañana. Fue así que nos encontramos con: El Rapto de Nanjing, las atrocidades de Manchuria, Pearl Harbor, la alta tasa de suicidios y de bullying en las escuelas, el hikikomori (adultos que se esconden en sus cuartos y que deciden renunciar a la vida en sociedad), karoshi (trabajar hasta el agotamiento y la muerte), el enjo–kosai (la prostitución de jóvenes de clase media para comprar ropa cara y otras banalidades), el nacionalismo de ultra–derecha, el desastre de Fukushima y el grupo de brillantes escritores desde Soseki Natsume hasta Yukio Mishima, de Kenzaburo Oe a Haruki Murakami.
Pero junto a este Japón hay otro, de moderación, de adaptación de las mejores cosas de la modernidad al estilo tradicional. Y esto es lo que más llama la atención del modelo japonés como modelo alternativo a la globalización norteamericana, china, europea y corporativa. Morris Berman comienza el último capítulo de Belleza Neurótica con los treinta años de estancamiento de la economía japonesa. Y nos recuerda que Occidente comenzó su camino hacia lo que se supondría que sería un “crecimiento infinito” hace quinientos años. Sin embargo, el acelerado crecimiento demográfico de las últimas centurias y las limitaciones medioambientales, han demostrado que este objetivo es imposible. Por si esto fuera poco, la captura del sistema monetario internacional por parte de un grupúsculo de financieros globales produce crisis recurrentes.
Berman contrasta lo anterior con el mejor Japón, “el postcapitalista”, el cual no implica liberarse de los principios
básicos del capitalismo, sino de las reglas del capitalismo global. No se trata de un programa utópico, sino de lo que ocurre en la realidad. Es en Japón donde se registra el mayor número de “monedas complementarias alternativas”. Es decir, en donde el espíritu de lo “vernáculo moderno” tiene más fuerza y la economía ha comenzado a activarse al margen de las mediciones tradicionales del PIB.
Gracias a lo anterior, Japón ha logrado que, pese a no crecer, la esperanza de vida aumente y la violencia y el desempleo se reduzcan a niveles sorprendentes. La poderosa cultura japonesa, que enseña a las sociedades a cooperar más allá del lucro, a hacer más con menos, a desdeñar el consumismo, a poner un freno al vértigo de la modernidad mediante la pedagogía de la paciencia y la prudencia, ha comenzado su “des–inserción” de la globalización capitalista. ¿Será éste un camino sólo apto para los japoneses o una parte importante del mundo, con sus variantes regionales, marchará en la misma dirección?