La sociedad del escándalo como pilar de posmodernidad ha cambiado paradigmas realmente denigrantes para las comunidades del siglo XXI. La manipulación sustituye a la escolástica. El control de comportamientos se profundizó en las emociones y en lo efímero, a cambio se aniquiló el pensamiento. Ello se aprecia en la inseguridad de la persona, se abonó mediante ambientes de violencia, surgió una impotencia de poder hacer algo; por un lado, la extorción, por el otro, amenazas desde el poder político. Hoy la didáctica de la manipulación son las mentiras hasta la petulancia de “otros datos”. Desde las alboradas del salón tesorería del palacio de Tenochtitlan se inocula manipulación de una transformación y su edificio. Por supuesto que el silencio, el abrupto, el cambio de tema en la discusión son también herramientas de su plan. Sembrar agresión y miedo ha sido una ruta exitosa.
En ese esquema, las sentencias de la Inquisición hoy son el método de la tómbola. Su resultante contiene daños similares y lamentables. El actual gobierno de coalición utiliza este azar como “criterio” democrático. El azar hace las veces de las hogueras inquisitoriales, ha quedado testimonio en una página dolorosa de la vida nacional.
Prueba: el futuro de profesionales del Derecho en el ejercicio de impartir justicia fue la leña verde con fuego envenenado. Judicaturas que se atrevieron atender amparos sobre temas como, Lozoya, reformas: eléctrica, electoral, judicial, etcétera, despertaron la ira. A profesionales de la Justicia y el Derecho los pusieron en “la hoguera” en vivo y en cadena nacional, sin presunción de inocencia, sin pruebas de corrupción, sin derecho de audiencia.
La democracia no concede títulos nobiliarios, ni celebra los académicos. Da su lugar a las experiencias y especialidades profesionales, detesta las simulaciones y repudia títulos espurios pues mancillan el honor de los grados. El patrimonio de las y los mexicanos son las instituciones, todo daño a ellas daña a la sociedad. Las instituciones son el edificio del Estado Democrático de Derecho, se sostienen merced a la contribución de la sociedad, no es instrumento de ocurrencias.
La manipulación deja en estado de indefensión al mismo “pueblo bueno”. El ejercicio del poder político suma capacidades, impulsos, experiencias, profesionalidades, virtudes… La verdadera política asume diálogo sobre despotismo, imposiciones, exclusiones… Mientras los actores de poder político se pelean con fantasmas del pasado, han dejado el campo libre a la transgresión que tiene tomadas carreteras, caminos, ciudades, donde está el ciudadano. Ello ha impulsado una subcultura gramatical, “levantar, derecho de piso, extorsión, decapitado, asesinatos, asaltos …” En la esquina de enfrente una oposición sin liderazgos, pero muy atentos a las gerencias de la franquicia del financiamiento público y el esquilmo de aquellas pocas posiciones de poder que lograron.
Moralmente portar el “outfit” guinda es un cumplimiento irracional de no saber ni qué, ni por qué, ni para qué, ni con qué… Éticamente portar el chaleco guinda es tener el convencimiento claro de la política de una entidad de interés público, en consecuencia, gubernamental, es una decisión personal comprometida. Debiera ser autocrítica y matraz de política.
Desde la moral se erigen legisladores a la orden, muestran un poder sin poder, con anemia de un encuentro civilizado de facultades. La representación popular debe ser un contrapeso y un defensor de los Derechos Humanos. Un poder ejecutivo que cumpla y haga cumplir el Estado Constitucional Democrático de Derecho. Un poder judicial que imparta justicia a partir de la experiencia maravillosa del DERECHO.
Prueba: eligieron a la misma titular de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, sin tomar en cuenta idoneidades, experiencias, facultades, capacidades. Además, públicamente no fue bien evaluada por el mismo legislador. Amén de ser adjetivada por organismos y expertos en el tema como no apta.
Señal clara que los entresijos de la convocatoria para elegir jueces, magistrados y ministros tiene su viacrucis minado, además, la cereza del pastel, ¡LA TÓMBOLA! Donde el azar cubre todo tipo de cualidades y capacidades, a mi juicio beneficiarían a la Patria y empoderarían a la jefa del ejecutivo federal.
Vivimos la experiencia inédita de la información y la comunicación a 360 grados, en donde no hay, hasta el momento, una pedagogía de las pantallas, una suerte de “staff” para depurar, cernir, el mundo mediático donde el algoritmo es eje de la tecnología, la ciencia, los talentos, se abocan a la creación de App (diminutivo de “application” inglés) evangelio de la sociedad de la información y la comunicación. Ecuación de la nueva economía.
La tómbola en “streaming” es espectáculo. Los valores de la democracia NO PUEDE SER compra de voluntades. La tómbola es un formato imaginario de historias de ferias muy divertido, “… enmudeció el palenque, la Caponera, Lorenzo Benavides, jolgorio, glotonería…”
El verdadero reto es un futuro ético, no seguir riñendo con el fantasma de Palenque.