Sobre las campañas políticas, no preguntamos ¿qué les faltó?, ¿por qué es difícil dosificarlas?, ¿cómo entender sus planteamientos? Lo primero que nos contestamos es que NO hay discurso, o se pierde en la publicidad y la propaganda que afectan sólo a las emociones y a los sentimientos. En efecto, pero el problema es mayor, es estructural. Es lamentable que no tengamos los asideros intelectuales, necesarios en una sociedad democrática, para hacer empatía entre discursos e interpretaciones. Somos deficitarios del cómo someterlos a la crítica. En una revisión rápida de los planes y programas de estudios, se comprueba que la ética política no ocupa espacio curricular en las escuelas de todos los niveles; si acaso encontramos nociones. Fuera de programa, los maestros “motu proprio” ponen en consideración ideas desde la ética, para el análisis de problemas determinados. La Ética Política queda diluida en la asignatura de Filosofía Política. Un descuido peligroso que reduce el conocimiento de la materia. Nada más estrecho. No puede haber un pueblo democrático sin una educación para la democracia.
La ética debe aplicarse a la vida personal y colectiva de los pueblos. Ética es una suerte de estética de las personas. Como lo señala Juliana González en el prólogo de “El Éthos del Filósofo” [seminario de metafísica, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México, 2002]. “Ethos” es una palabra con muy diversos sentidos. En su etimología es carácter, en el sentido de tipologías peculiares, sello propio, marca distintiva; es modo y manera de ser, forma de existir, cualidad de estar en el mundo de la vida. “Ethos” es disponerse ante la realidad; es la actitud que los seres humanos tenemos ante sí mismos. Del mismo modo es guarida, refugio, morada, es decir, incluye las cualidades del ámbito en que las personas buscan su propia fuerza y su fortaleza, la cultura es su mejor ejemplo. Ética corresponde a la humanización misma de la existencia individual y colectiva. Es una ciencia sobre el comportamiento humano tanto social como individual, la meta de cualquier ética es el respeto de la dignidad inalienable de toda y cada persona humana.
Entonces la ética política debe llegar a ser parte significativa de su producción teórica y práctica. Esta es razón suficiente para que quede considerada en los programas docentes. La instrucción pública de los mexicanos debe contener una dosis adecuada de formación ética, para así poder construir una sociedad democrática. Cada formación profesional tendrá sus propias consideraciones de conformidad a los temas que trata; la intensidad deberá corresponder con el perfil profesional que formen nuestras escuelas y universidades.
Para constituirnos en una sociedad democrática, no basta cumplir con el procedimiento electoral, es importante, pero sólo el primer paso, la democracia “como forma de vida” reclama mejores actitudes y comportamientos, es decir, una nueva definición, una nueva interpretación de la ética política. Para ello debemos inventar nuevas formas de entender los valores individuales y colectivos, se requiere la modificación del esquema curricular de la educación. El problema no es difícil, pero de inicio requiere voluntad y amor por México, comprometernos es la clave; sabemos que nuestro problema no es político, si así fuera ya estaría resuelto con el procedimiento electoral. El problema es educativo y cultural. Debemos, todos sin excepción:
Enriquecer, como inversión auténtica, la literatura pertinente sobre la temática de la ética política y mejores bibliografías en general en los centros educativos, públicos y privados. Abrir un diálogo ciudadano que fomente la participación democrática. Dar paso a las experiencias acumuladas de otros países. Crear una pedagogía del debate que sepa atender la deliberación como método de los consensos, que el debate no sea un “reality show”. Abrir los conductos y canales apropiados y pertinentes para debatir los procesos de toma de decisiones de políticas públicas. Fomentar círculos y células de lectura y discusión ética de asuntos concretos. Crear foros deliberativos en todas las instancias de la vida social para tratar temas de nuestra democracia. Explorar nuevas propuestas metodológicas y didácticas para la formación política en general y de la ética política en particular de profesionales y ciudadanos todos.
Construir la cultura del debate. En fin, educar para pensar la democracia. Preocuparnos por la educación que se sustente en la ética política, garante de la convivencia democrática, una iniciativa de urgente resolución sobre el lugar de la ética política para el desarrollo de la sociedad. Que sea reveladora de vías teóricas y prácticas para la participación política; que sea el entendimiento y la comprensión de las formas de convivencia; que la ética política guíe la crítica y la legitimación de la política, que se asuma como detonadora de la conciencia política y al mismo tiempo como motivadora del sentido de los sujetos políticos y de sus potencialidades de participación. Una revolución del carácter de la sociedad.