La mitología nos dota de extraordinarios relatos. Entre ellas el mito de Narciso; una didáctica sobre el amor propio con muda de vanidad. Permítame hacer evocación de la trama que leímos en la escuela secundaria. Narciso lució una belleza como pocas y cautivaba a las y los demás. Fue hijo de una “ninfa” llamada “Liríope” probablemente hija de uno de los dioses fluviales de Forcea, ciudad de Asia Menor, según lo describe Ovidio en “Las metamorfosis”. Pues el hijo de “Liríope” forjó una personalidad que lo hacía inalcanzable. Uno de los rasgos de esa personalidad fue odiar “con odio jarocho” a las personas que atraídos por su belleza se le acercaban.
Narciso en sus andares se topó con la “ninfa Eco” quien quedó enamorada, sin embargo, en su vanidad la rechazó. Este hecho desató la furia de “Némesis”, deidad de la venganza, pero “Némesis” condujo a Narciso hacia un arroyo en donde se vio en el reflejo del agua, haberse visto lo dejó enamorado de su imagen. Le despertó un gran coraje no ser correspondido por su reflejo. Consumido por la frustración, el joven Narciso se arrojó al agua y puso fin a su vida. Toda una pedagogía de la vanidad que nos enseña la mitología griega.
El ejercicio de liderazgos y gobernantes son un verdadero tema de vanidades y despotismos. Un gran número tienen personalidades narcisistas, lo ha documentado la historia de sus comportamientos e imágenes que dan testimonio. Postular por el poder público es propedéutico del narcicismo en el caso de gobernantes y líderes. Las campañas electorales son pletóricas de muestras y testimonios de amor por su imagen. Una radiografía narrativa nos muestra un hiper activismo político, un discurso que sin empachos miente y vuelve a mentir, ello le despierta habilidad para atender las crisis de populismo, a las políticas públicas nunca se aproximan, de sus virtudes no se puede hablar porque es una hoja vacía, sus conductas son, generalmente, poco éticas. Al mismo tiempo son agresivos y compasivos, muestran empatía y entropía con la realidad dependiendo de la adulación que en ésta encuentren; son desconfiados, cualquier persona o circunstancia la hacen enemiga, adversarios basureados, adjetivados de manera humillante. Sus reacciones son impredecibles, por ello son un peligro para la convivencia. El corto circuito se da entre narcisismo y poder. Los “narcisos” son un peligro para la sociedad y su “polis”.
Un mega espejo de “los narcisos” son las encuestas electorales. Se predicen resultados que animan con sus conductas de amor así mismos. En la locura del narcisismo a los resultados de encuestas le llaman “este arroz ya se coció”, la pregunta es ¿cuál arroz?, no hay arroz en el mundo que supla la voluntad ciudadana que se manifiesta hasta que se hace presente en las urnas; es decir, el “narcicismo” es intransigente, y cancela el derecho de votar de las y los electores. Los 100 millones de registros electorales son cancelados por una “muestra probabilística de 1000 encuestados por vía telefónica”, también pierden la lógica, la coherencia, los valores…, son como una suerte de “Gordolfo gelatino”: se cantan su hermosura.
Con parámetros de una seudo dialéctica nos dicen que los encuestados hipotecaron su voto y no cambiarán el sentido de su elección; pero ¿cuál sentido?, si la muestra fue de 1000 y siempre se desconoce su probabilidad. Misma probabilidad que solo evalúa acontecimientos presentes, es decir, situados en el “ahora”. “El ahora todavía NO” es patrimonio ciudadano, se llama esperanza. Siembran el miedo para desalentar el voto, pretenden confirmar las encuestas de narcisistas.
Manipulación de la ciudadanía, violar las reglas del juego, no respetar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos es ofender la democracia. Las encuestas electorales son instrumentos para la toma de decisiones que optimicen y den calidad a las campañas. No hay ley que les autorice ser materiales de propaganda, publicidad y estrategia política de un producto que no ha llegado a las casillas electorales a ser juzgado por el cuerpo electoral. Sin permitir que las y los ciudadanos hagan la elección. La multiplicación de encuestas es contratada para influir en el electorado, una actitud antidemocrática más. Tengámosles desconfianza. No pueden demostrar validez menos objetividad.
El debate es un ejercicio importante del diálogo político, de la interpretación, del argumento, de saber escuchar, de saber utilizar el lenguaje, sin duda. Toda persona participante termina diciendo que ganó el debate. De los debatientes nadie pierde. Quien pierde es el electorado.
Una actitud democrática es convencer a todas y todos para que salgamos a votar con AUTONOMÍA Y LIBERTAD, eso sí es influir para que el electorado cumpla con su derecho a decidir.
Conciencia moral y derecho son procedimientos de renovación democrática. Conocimiento y lenguaje son antídoto de las encuestas.
¡Las encuestas ponderan al que paga!
¡Vota libre, sin miedo y sin equivocación!