Estamos en la semana de “pascua”, una palabra de muchos siglos de vida que se trasmitió y trasmite en culturas y lenguas. “Pesah”, en hebreo, explica una celebración judía que recuerda la manumisión de la población israelí en Egipto. De la misma manera en griego “pásja” o “paska”, familiarizado con el latín “pascuum”, “lugar de pastura”, en alusión al fin del ayuno. Del latín “pascha”, que en el uso del lenguaje se hizo “pascua”. Pascua es una manera de imaginar un paso, una transformación. Ese es el “quid” por el que la Iglesia católica evoca la resurrección de Jesucristo. https://definiciona.com/pascua/
En política hay pascua real, los cambios que demanda la ciudadanía, pero también ocurrencias del discurso que profieren una transformación enunciativa, no concretada. Es esencial la coherente interpretación de “transformación”, “cambio”. Vivimos la Pascua electoral que alumbra un cambio desde sus entrañas democráticas, con las campañas se finaliza una etapa en la que se honró el mandato de las urnas, dígase lo que se diga desde el basureo de alborada. Se fragua un nuevo impulso de decisiones el domingo 2 de junio desde el “breve espacio democrático” de la mesa de votación; ahí se dictará o un premio a la decisión 2018 o, el cambio que demande el cuerpo electoral, el que dicten los humores sociales hacia la renovación. El comportamiento de las y los titulares de la credencial para votar, el título más excelso de ciudadanía, a nuevas promociones en demanda de congruencia, de pudor social, de prudencia, como escenario de la Pascua política, una resurrección de la ética democrática. ¡Una decisión ciudadana, de nadie más!
Hay quienes piensan “este arroz ya se coció por mandato de encuestas; éstas venden productos políticos para publicidad y propaganda. Venden el tiempo por venir, les pasa inadvertida la experiencia de un millón y medio de ciudadanas y ciudadanos que hoy se capacitan para ser autoridad en las mesas directiva de casilla; nada les importan cientos de procedimientos electorales, insaculaciones, domicilios de las casillas, observadores, visitantes extranjeros, cadenas de custodia de los paquetes electorales, sistema de resultados preliminares, conteo rápido, mesas para la construcción de la paz, cartulinas con los resultados al final del cómputo y escrutinio de las casillas. Nada les importa el tránsito, esa Pascua democrática de boleta a voto, mucho menos la decisión señalada en las listas nominales de electores con fotografía: ¡VOTÓ! Así de sencillo es el procedimiento democrático, empero tiene tiempo, modo y lugar. Pretender que las encuestas decidan es un comportamiento dictatorial, un despropósito.
Para el oficialismo, esperar el procedimiento en el que la voluntad es testimoniada por elegir es ocioso. Les parece desesperante esperar “los tiempos y procedimientos electorales” para que se otorgue la constancia de mayoría y validez si ya lo anticipan las encuestas, más aún, que se reúna el tribunal electoral del poder judicial de la federación para declarar que la elección es “válida”. ¿O sea cómo?, ¡esperar… que oso! Para qué sirven entonces las elecciones, qué caso tiene cumplir con “el mísero detalle técnico del procedimiento electoral”.
Es importante aclarar el valor y virtud de las ciencias fácticas de la probabilidad, la estadística, la demoscopía, su ciencia está al servicio de frecuencias de comportamientos, eventos que detectan circunstancias que pueden atenderse en la toma de decisiones.
Las campañas electorales nominarán 20,708 cargos de elección popular en el País, se anuncia el tiempo pascual que tendrá una duración constitucional de seis años, período de festividad democrática, empero, tendrá en la analogía católica un Pentecostés, un fin y nuevamente el eterno retorno de elegir, salud óptima de la democracia.
Es por vía de la Pascua política que la democracia otorga la esperanza, merced a la “resurrección” de una ciudadanía informada y deliberativa que no se asusta con “memes”, ni con amenazas, ni regaños promiscuos… en esta Pascua la ciudadanía que se pone toga de dignidad ciudadana y birrete democrático como eje de la vida compartida; la esperanza representa el regreso de la inteligencia al mundo de la política, se trata del éxodo, de la marcha del pueblo por el respeto de su autonomía y libertad de elegir sin manipulaciones, sin amenazas…
Las conquistas constitucionales no dependen de los gobiernos en turno, las políticas de “bienestar y apoyo” para adultos, estudiantes, proyectos productivos… SON GARATÍA DEL ESTADO MEXICANO, no tiene colores, no tiene partido, son del “pueblo” y se PAGAN CON LOS IMPUESTOS de los “aspiracionistas”, sobre todo de clases medias. La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos es celebración de un pacto político, es resurrección permanente de justicia, es la carta que nos hace iguales entre los iguales, obliga a gobernantes honrar el principio de legalidad. La acción ciudadana es nacimiento del pueblo como pueblo con garantía de la Constitución que es de todos, PERO NO PERTENECE A NADIE.