En el marco del 8 de marzo quisiera hablar del inmenso tejido de mujeres extraordinarias que me han dejado huella y, sin duda, me han transformado a lo largo de la vida. Mujeres extraordinarias en lo ordinario porque es ahí, en lo aparentemente ordinario, donde las mujeres, a través del tiempo, hemos encontrado la manera de abrirnos camino, tomar la palabra, resistir, hacer presencia y hacernos cuerpo.
Empezaré por hablar de las mujeres de mi familia. Vengo de una genealogía de mujeres que pudieron estudiar y ejercer sus profesiones. Aprendí, principalmente de mi madre y mi abuela, el gusto y la pasión por la lectura y el aprendizaje. Siempre fui una niña inquieta que tuvo la oportunidad de desarrollarse, sin que la educaran, haciendo diferencia entre mis dos hermanos menores y yo por el hecho de ser hombres y yo mujer.
Sin embargo, poco a poco fui reconociendo que vivía en un mundo jerárquico en el que había diferencias y desigualdades estructurales que cruzaban todos los ámbitos de la vida. Que todas y todos estamos atravesados por creencias normalizadas y naturalizadas que no podemos reconocer fácilmente. Roles, estereotipos, preconcepciones y mandatos de género rígidos y violentos que ponen en un lugar de inferioridad a las mujeres y todo lo que tradicionalmente se ha considerado como lo femenino y de superioridad, lo relacionado con el mundo de los hombres y lo masculino.
Me rebelaba desde entonces a ser atrapada por medio de creencias y costumbres arraigadas que querían definir mi manera de ser, hacer y actuar. Mucho tiempo después supe que ese mundo tenía un nombre y una historia, un conjunto de condiciones de posibilidad que permitían su existencia y reproducción: sistema patriarcal.
LAS MUJERES EXTRAORDINARIAS QUE ME ACOMPAÑARON EN LA VIDA
Gracias a muchas de las mujeres extraordinarias con quienes tuve contacto en mi infancia y juventud conocí a Rosario Castellanos, Sor Juana, Marcela Serrano, Gioconda Belli y Marcela Lagarde con su maravilloso libro Los cautiverios de las mujeres. Ellas y muchas más mujeres extraordinarias se convirtieron en acompañantes generosas que, aunque no conocía en persona, caminaban conmigo ayudándome a nombrar, preguntar y comprender lo que vivía y observaba.
Al terminar la carrera de Ciencias Políticas y Administración Pública, en la Universidad Iberoamericana, tuve la fortuna de trabajar con un grupo de mujeres educadoras extraordinarias que enriquecieron mi vida y mi manera de pensar. Eso me transformó de manera importante.
Una de las premisas de su propuesta consistía en recuperar y revalorar los saberes de las mujeres en términos de cuidados y hacer una formación con el método Montessori, adaptándolo a la realidad y contexto de la comunidad en la que lo implementaban. Entre otras cosas, elaboraban el material didáctico, con materiales de reúso, que transformaban y embellecían.
Una de las cosas que encontré como constante fueron las experiencias de abuso sexual en la infancia y la violencia hacia las mujeres. Eso me tocaba de manera particular como mujer y, al mismo tiempo, pude reconocer cuestiones que tienen que ver con los privilegios, es decir, hay que pensar las violencias ubicadas en cierta realidad, territorio y contexto. Ser conscientes de que, todavía hoy, la realidad de algunas mujeres no es la realidad de la mayoría.
LA VERDAD SE DESVANECE ANTE LAS MUJERES EXTRAORDINARIAS
Ellas, entre otras, me ayudaron a mirar más allá de la ceguera del privilegio. En ese sentido, pude constatar que el trabajo colaborativo, colectivo y horizontal nos permite tener una mirada más amplia y dinámica en la que la verdad, con mayúsculas como un concepto único e incuestionable, se desvanece y muestra la violencia que provoca su imposición.
Por el contrario, la escucha, el diálogo y la hospitalidad del encuentro es una vía de reconciliación, acuerdo, entendimiento y respeto. Es a partir de la diferencia que nos reconocemos. En las voces de las otras, de los otros, nos encontramos y transformamos. No somos constructos sociales cerrados y estáticos. No somos, estamos siendo, en gerundio. Entonces, ¿cómo reconocer la diferencia como riqueza y no como amenaza o pretexto para el sometimiento y la dominación?
Silvia Federici nos dice con mucha claridad: “Las diferencias no son el problema, el problema es la jerarquía que hace que las diferencias se vuelvan una fuente de discriminación, de devaluación y de subordinación”.
Para poder sostener financieramente estos proyectos, me involucré en actividades de procuración de fondos. Tomé diversos cursos y talleres en perspectiva de género y derechos humanos que me permitieron entender la construcción del sistema sexo-género y adentrarme en las entrañas del sistema patriarcal y capitalista.
LA REALIDAD TIENE UN SINFÍN DE MATICES
Algunos años más tarde ingresé a trabajar en la Fiscalía General de la República, en el Refugio Especializado para Víctimas de Trata de Personas y Violencia Extrema. Este fue otro momento importante en mi trayectoria. Me ayudó a cuestionarme de manera más profunda muchas de las ideas que tenía hasta ese momento. Me di cuenta cuenta de que la realidad tiene muchos más matices de los que podemos mirar a simple vista y que llegar a conclusiones lineales y simples no nos ayuda aproximarnos a problemas complejos. Que mantener una permanente actitud de asombro nos ayuda a no anquilosarnos y a descubrirnos siempre distintas, en cambio y con permanente capacidad de transformación.
Para eso hay que permitirse ser afectada, es decir, descolocada del lugar en el que miramos para observar y sentir desde distintas posiciones. Esto no siempre es fácil. A veces es doloroso; sin embargo, una vez que se transita por la incomodidad del desconcierto nos descubrimos liberadas y más ligeras.
Trabajando en el Refugio para Mujeres Víctimas de Trata y Violencia Extrema conocí a la maestra Pilar Sánchez, ya que una de mis labores consistía en establecer vínculos de colaboración con otras organizaciones. Me encontré con una mujer brillante, ética, profesional, con una calidez humana fuera de lo común: una mujer extraordinaria que, de manera generosa, compartía sus saberes tejiendo redes que abrían camino a la vida, en sentido amplio.
Quedé maravillada con el trabajo que se hacía en Espacio Mujeres para una Vida Digna Libre de Violencia, asociación civil fundada y dirigida por ella. Yo sabía que podían recibir a las mujeres que requerían de su atención en el momento en el que lo necesitaran, que la atención sería especializada, con calidad y calidez, que había detrás de su trabajo un modelo de atención sólido conducido por un grupo de mujeres comprometidas y preparadas liderado por una mujer congruente y generosa.
CONOCER Y CONVIVIR CON MUJERES EXTRAORDINARIAS Y EXCEPCIONALES
A la par, pude incursionar en el mundo de la producción de documentales en temas de derechos humanos, cumpliendo así uno de mis sueños de infancia. Desde pequeña me imaginaba viajando para entrevistar gente, conocer y descubrir realidades diferentes a las mías. Al momento he participado en la codirección y coproducción de varias piezas documentales: La mujer revelada, La ruta de la trata, Mujeres reveladas; violencia en el noviazgo adolescente y Vida plena, entre otros.
En 2018 tuve la fortuna de ser invitada a colaborar como directora ejecutiva en Espacio Mujeres, una institución que hoy tiene 15 años trabajando a favor de los derechos de las niñas y las mujeres. Cuenta con un modelo de atención especializado, con perspectiva de género feminista, enfoque de derechos humanos e interseccional. Hasta el momento se han atendido de manera profesional a más de 32,000 mujeres, niñas, niños y adolescentes. Los tres espacios de atención son: Centro Externo, Refugio y Casa de Transición.
A lo largo de estos años he podido conocer y convivir con mujeres extraordinarias y he podido constatar los resultados del trabajo feminista colectivo. He aprendido y experimentado el significado de la sororidad como un camino que se construye con hechos y voluntades. Ese camino requiere de pensamiento crítico y desmontaje de creencias patriarcales y capitalistas arraigadas en el machismo y el individualismo.
HACERLE FRENTE A LAS VIOLENCIAS MACHISTAS
También he visto cómo una mujer que tiene que dejar su hogar para salir con lo puesto y salvaguardar su vida e integridad, puede resignificar su vida. Ella puede hacer frente a las violencias machistas que buscan cerrarle las puertas. He tenido la fortuna de conocer a mujeres extraordinarias, valientes e inteligentes. Mujeres que logran salir del ciclo de la violencia en el que estaban aprisionadas. Ella han logrado elaborar proyectos de vida que les permiten asumirse como ciudadanas y sujetas de derechos. Como mujeres con capacidad de agencia y autonomía.
Las condiciones de posibilidad de la violencia hacia las mujeres son, al mismo tiempo, singulares y colectivas, con causas e implicaciones sociales, políticas, económicas y culturales. Para erradicar las violencias contra las mujeres hay que ir a la raíz, es decir, hacer un cambio profundo del paradigma social que las permite y produce. No basta con la voluntad y “echarle ganas” de manera individual, sino tomando en cuenta las violencias estructurales ubicadas en un tiempo, espacio y contextos específicos.
Lenore Walker, investigadora feminista, especialista en el estudio de la violencia doméstica o familiar que conceptualizó el ciclo de la violencia y el síndrome de la mujer maltratada, explica con mucha claridad: “Podemos fortalecer a las adolescentes y a las mujeres con el fin de que sean más resistentes a los efectos provocados por la conducta agresiva ejercida contra ellas. Se puede cambiar las actitudes de los maltratadores con el fin de que dejen de agredir a las mujeres. Sin embargo, si no cambiamos las condiciones sociales que fomentan, facilitan y mantienen todas las formas de violencia contra la mujer, no erradicaremos para siempre la violencia doméstica ni ningún otro tipo de violencia. Por el contrario surgirá de nuevo”.
SABEN QUE NO ESTÁN SOLAS
Hace unos meses por azares del destino me pasó algo extraordinario. Al hacer un trámite bancario para poder acceder al subsidio público que nos permite financiar casi 90 por ciento de las actividades de la organización conocí a una mujer sobreviviente de violencia que había sido atendida en nuestro centro externo ocho años atrás. Ella y sus dos hijas recibieron asesoría jurídica y atención psicológica. Hoy ella trabaja como ejecutiva en una institución bancaria. Es coach de vida. Tiene una pareja con la que tiene una relación de paridad y entendimiento. Sus dos hijas estudian la universidad y viven una vida en la que pueden identificar los signos de violencia. Saben que no están solas. Saben que pueden pedir ayuda, que las redes de sororidad (hermandad entre mujeres) son reales. La sororidad da frutos de vida y bienestar.
A finales de 2020 fui diagnosticada con cáncer de mama. Me realizaron una cirugía conservadora en plena pandemia. Tuve la inmensa fortuna de ser diagnosticada en etapa temprana y recibir el tratamiento oportuno, en el momento adecuado. Esa no es la realidad de la mayor parte de las mujeres en nuestro país. En México, en 2020, el cáncer de mama fue la enfermedad más frecuente (15.3 por ciento). A su vez, fue la primera causa de muerte en mujeres. El estimado fue de 29,929 nuevos casos y 7,931 muertes con una tasa de incidencia de 40.5 y de mortalidad de 10.6 por cada 100,000.
Una de siete tendrá cáncer de mama sin importar edad, hábitos o genética. El 60 por ciento, sino es que un poco más, llegará con una detección tardía de cáncer de mama.
ALZAR LA VOZ PARA SER ESCUCHADAS
Hoy estoy profundamente agradecida con todas las personas que me acompañaron tan generosamente. Agradezco el cariño y profesionalismo del grupo de doctoras que me atendió. En su momento no me pregunté por qué a mí, sino por qué no a mí. Poco a poco la pregunta fue cambiando y luego me pregunté: ¿qué voy a hacer con esto?
Darle sentido a lo que no lo tenía. Reconocer el privilegio que tuve. Ser consciente de todo lo que hay que seguir haciendo, tejiendo y construyendo. Cuestionar la situación de las cosas y alzar la voz para ser escuchadas. Colaborar para hacer que los privilegios de algunas sean el derecho de todas porque en este, como en otros temas. Carol Hanisch lo dijo claramente: lo personal es político. Y también… lo político es personal.
Estudiar la maestría en Saberes sobre subjetividad y violencia, y después la especialidad en Escucha psicoanalítica, posicionamiento ético ante el dolor, en el Colegio de Saberes, A. C. me abrió las puertas a una manera de colocarme y descolocarme que me invita a buscar más preguntas que respuestas inalterables. Me permite disponerme a una escucha abierta y hospitalaria que da cabida a la extranjería de la diferencia. Así podemos escucharnos de manera horizontal, caminar en diagonal para abrir nuevos caminos y encontrarnos en las intersecciones.
En el feminismo he encontrado un hogar en el que puedo discernir, disentir y dialogar. Un espacio en el que resuena y canta mi corazón. Por eso, por los vínculos colaborativos y las amistades entrañables, estaré siempre agradecida. N
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Marilú Rasso, autora de este artículo sobre mujeres extraordinarias, es politóloga, feminista y directora ejecutiva de Espacio Mujeres para una Vida Digna Libre de Violencia, A. C. Los puntos de vista expresados son responsabilidad de la autora.