Sin duda, vivimos momentos decisivos para la vida compartida. La sociedad de la comunicación, la saturación de datos, la información a 360 grados y a la velocidad de la luz, 300,000 kilómetros por segundo. Una de las escenas del cambio es la cultura, ésta nunca ha pedido ser selectiva, aristocrática, confusa…, por el contrario, la cultura se acoge a los límites morales de la humildad. Los cambios de los contenidos de los discursos, las narrativas, las creaciones, la estética… se deberán amoldar a las nuevas demandas y circunstancias de la sociedad. De la sofisticación sinfónica a los narcocorridos marcan, por ejemplo, un puente de identidades culturales. Lo importante, creo, es que se cuiden las estructuras de las modalidades de las expresiones culturales, que los demás respetemos las modalidades de sus culturas y que ellos respeten las de los Otros; la cultura es un conjunto de diversidades que pueden dialogar de manera civilizada.
En la misma frecuencia está la ética. Las virtudes mostradas en las conductas morales. Adela Cortina ha impulsado nuevas y disruptivas formas de la ética, sin embargo, todas concentradas en sus bases conceptuales; es decir, para una nueva ética, que es urgente e impostergable, debemos reconocer la ética que padecemos, revisarla como punto de partida de los cambios de costumbres y carácter que demanda el siglo XXI. La comunicación que llega por todos lados impacta a las personas, a las familias, a los grupos sociales, en fin, a la sociedad en su conjunto, con ello han cambiado los valores, que demandan la edificación de virtudes de la sociedad “vídens” que supere la transición de lo analógico a lo digital. Estaremos de acuerdo que las ideologías se vieron infectadas de la cibernética, que demanda una ciber-ética que modifique el modo en que nos comportamos, derivado de la revolución tecnológica, la sociedad hiperconectada, la trasmisión indiscriminada de imágenes, el mundo de las pantallas…, superar esta revolución de la luz.
Uno de los impactos más sentidos ha sido “las redes” impulsadoras del cambio de lo local a lo global. Debemos reconocer que éstas circunstancias de la sociedad de la información y la comunicación modifican el pensamiento personal y colectivo. Las ideologías cayeron de bruces, las uniformidades “camino real” de “los normales” fueron vencidos por “los excepcionales”, la pluralidad se abrazó a las culturas. Prueba de ello es que el Estado político se resiste a cambiar su código de ética, esa abstracción de la vieja narrativa del “Pueblo” que pretende mucho y no dice nada.
En el ojo del huracán de los escenarios se producen los cambios casi instantáneos. Veamos los signos, la “violencia política contra la mujer en razón de género”, las reivindicaciones y visibilización de la comunidad “LGBTI+”, la paridad de género, los nuevos horarios y formatos laborales, el ocio como un nicho de mercado, los cambios de paradigmas de tiempo y espacio, la sofisticación de la publicidad y la propaganda… constituye la realidad que ha reformado los símbolos éticos imperantes, las añejas formas de la revolución del sonido que no son operables para la sociedad de la luz. La razón es simple, la comunicación logró nuevos esquemas de lo simultáneo y de lo sucesivo que no entallan con las personas, las culturas y las circunstancias. En consecuencia, se fragua nuevas formas de quehacer político, nuevas narrativas, actualización de las costumbres…, todo ello con un pensamiento deconstruido por la diversidad y la circunstancia, por la tecnología y la ciencia. La filosofía de esta época será un pensamiento que no discrimine a nadie, que valore todas las expresiones políticas y religiosas. Una celebración en todas las esferas “del mundo de la vida”, en el eje la ética.
El cambio de actitud con una nueva mentalidad será la clave de la adecuación “al modo” siglo XXI. La educación y la enseñanza en la construcción de una nueva pedagogía que enseñe a convivir con las tecnologías, la ciencia, el pensamiento, el nuevo ser humano. La información y la comunicación en este encuentro podrá cambiar las deformaciones en la relación con los medios de comunicación. El faro prometido será cambiar los fines de la sociedad, la teleología de los medios de comunicación, la solución, subrayadamente será ética, es la fórmula para terminar con las confusiones, los abusos de poder, la simulación, las manipulaciones…
El carácter de los nuevos protagonistas deberá ser la prudencia, los proyectos, una política que tenga en su centro a la persona y no las haciendas institucionales, las políticas públicas… Los valores que definen a la sociedad de hoy solo demandan redefiniciones de la vida compartida como antesala de la reinvención de la ética personal y social. En las redefiniciones de la circunstancia del siglo XXI está el cambio, es la única y auténtica transformación. Vigorizando los valores nos dará la arquitectura para cambiar “el mundo de la vida”.