En el corazón de la bulliciosa Ciudad de México, en Paseo de la Reforma 742, se encuentra un refugio verde dedicado a la agricultura. El Huerto Tlatelolco alberga decenas de hortalizas, plantas aromáticas, insectos, árboles frutales, un banco de semillas, hierbas medicinales, un pequeño invernadero y una acuaponía —una integración de dos métodos de cultivo—. La fertilidad de sus tierras y el trabajo constante de casi 11 años han convertido este lugar, ubicado en pleno Tlatelolco, en un edén seguro para los residentes y visitantes de la capital mexicana.
La historia del Huerto Tlatelolco se remonta a hace varios años, cuando la organización Cultiva Ciudad decidió convertir una zona abandonada en un espacio comunitario dedicado a la agricultura urbana y la sostenibilidad. Con esfuerzo y dedicación transformaron un terreno baldío en un oasis verde, un pulmón dentro de esta urbe fundada como asentamiento lacustre en un pequeño islote.
De 1,650 metros cuadrados, desde 2012 ocupa el área donde antes estaba la Torre Oaxaca, un edificio de 24 pisos construido en 1962 para uso residencial, pero que fue demolido en la década de 1990. Era considerado un inmueble de arquitectura moderna; sus fachadas estaban cubiertas con paneles de marcolita, los cuales fueron reemplazados por elementos prefabricados posteriormente. De acuerdo con el sitio Edificios de México, durante el terremoto de 1985 su estructura resultó dañada en los pisos superiores, y tras varios intentos de repararlo y ante la falta de recursos, se decidió demoler la torre.
EL HUERTO TLATELOLCO ES UN DESCANSO VISUAL
Bajo grandes construcciones habitables, rodeado por una gran niebla denominada esmog y una temperatura aproximada de 25 a 30 grados centígrados, Huerto Tlatelolco ofrece un descanso visual entre cientos de obras grises, tránsito vehicular y humano y olores fétidos resultado de un mal manejo de aguas residuales y desechos sólidos, según medios internacionales como Vice. Sin embargo, al ingresar por una reja metálica que tiene pegado en la puerta “jale el listón”, uno es invadido por el aroma a flores, cantos de aves, parcelas de cultivo perfectamente ordenadas, abejas, el murmullo del agua y la sonrisa de Gabriela Vargas, directora del lugar.
Sentada en una banca de madera a los pies de un árbol de guayaba, Gabriela reposa después de un día de actividades. Vestida con sombrero rojo estilo bucket, camisa verde y blusa blanca, afirma ser sembradora urbana desde hace 23 años. Todo comenzó en la escuela de su hija. Antes de dedicar su vida al medioambiente y, con ello, crear ciudades más felices, era fotógrafa free lance, término usado para describir a las personas que ofrecen sus servicios profesionales o productos de manera independiente.
“Terminé trabajando en cine, televisión, producción y dirección de arte. Agradezco esa formación porque te vuelve hábil en distintas áreas. Sembrar un huerto en la ventana de mi departamento cambió mi vida y carrera profesional. Siempre tuve una gran conexión con las plantas; el bosque es mi lugar ideal”, narra en entrevista con Newsweek en Español.
LA INICIATIVA DE LA AGRICULTURA URBANA
Así, Vargas comenzó una nueva pasión. En algún punto de su existencia encontró un curso de agricultura urbana; llevó a casa un huacal y un par de lechugas para después ser colocadas en una jardinera que tenía en la ventana de su sala, donde recibían las mínimas horas de sol suficientes para producir algo de alimento.
“Comencé a hacer proyectos en las escuelas, primero en la institución de mi hija. Después se fue dando poner huertos en casas; en 2006 tuve la oportunidad de iniciar la organización Sembradores Urbanos, junto a otras dos colaboradoras, en un espacio público en la Colonia Roma, ahora conocido como Huerto Romita. A nivel nacional fue el primer espacio enfocado en la agricultura urbana donde se daban talleres abiertos y actividades comunitarias como cocinar los productos que cosechábamos”, agrega.
El Huerto Romita tenía 80 metros cuadrados de área y duró seis años. Según la entrevistada, en 2009 se inició el Huerto Ródano (Vivero Urbano Reforma), de 400 metros cuadrados, ubicado en Circuito Interior y Mariano Escobedo. Torre Reforma, Fundación Dondé y Reforestamos México patrocinaron el proyecto y se inició un huerto y vivero de producción de árboles. El espacio fue muy productivo: se obtuvieron más de 8,000 árboles frutales, y en la parte de composta se procesaban desechos locales.
ENTRE CASCAJO Y MONTAÑAS DE ASFALTO SE CREÓ HUERTO TLATELOLCO
Años más tarde, en septiembre de 2012, surgió Huerto Tlatelolco. Su antecesor fue el huerto en Paseo de la Reforma en el Jardín Ródano, un proyecto que duró tres años. De esta manera, la nueva zona verde se llevó a cabo en alianza con las autoridades de la alcaldía Cuauhtémoc. Sin embargo, la visión de ahora dista mucho de cuando llegaron al terreno por primera vez. La mitad estaba llena de cascajo y montañas de asfalto que estaban bajo la dirección de Obras Públicas y, la otra, de árboles frutales.
“Aquí se volvió un lugar de almacenamiento, todo era un desastre. Tomé una granada de uno de los árboles, la probé e inmediatamente vi el potencial. Fue un gran esfuerzo para lograr el retiro de material, de entrada, utilizamos más de 120 camiones de cascajo. Poco a poco fuimos restaurando, armando las camas de cultivo y preparando el suelo donde estamos cultivando”, relata mientras apunta con sus manos cómo fue naciendo cada cosa en aquel tesoro verde en medio de la urbe, donde la naturaleza y contaminación se entrelazan; la sostenibilidad y alimentación saludable se promueven, y donde la magia de la tierra se hace presente en cada rincón.
EL HUERTO TLATELOLCO ES UNO DE LOS MÁS GRANDES EN LA CIUDAD DE MÉXICO
Según refiere el sitio de arquitectura ArchDaily, Huerto Tlatelolco es uno de los más grandes plantíos en la Ciudad de México. Hace unos años, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) publicó un estudio sobre las metrópolis que más están haciendo agricultura urbana en América Latina, entre ellas, la capital mexicana ocupa el segundo puesto. Incluso en 2017 la CDMX estrenó la Ley de Huertos Urbanos, un documento cuyo objetivo es la mitigación ambiental y seguridad alimentaria a través de la creación, mantenimiento y aprovechamiento de áreas verdes, utilizando prácticas agroecológicas sustentables, sin hacer uso de transgénicos.
De acuerdo con cifras oficiales, la capital cuenta con más de 200 azoteas verdes hasta ahora. Considerada como una urbe con gran afluencia de agricultura periurbana, entre sus tantos huertos destacan Árbol Chiquito, Centro Verde Azcapotzalco, Chula Verdura, Al Natural, Siembra Merced, Cultivo de Autor y Tlatelolco.
Gabriela Vargas retoma el diálogo y dice que Huerto Tlatelolco ha sido un proyecto de investigación por parte de distintos estudiantes de diversas carreras, pero en especial, la arquitecta Karina Schwartzman estuvo participando los primeros cinco años, quien realizó una tesina en arquitectura bioclimática.
“Midió la temperatura en la época de calor y resolvió que podemos llegar a tener hasta 9.5 grados de diferencia entre la puerta y el centro del huerto. Es evidencia tangible de cómo estos espacios, donde el suelo está vivo, sí están cumpliendo la función de volver a aterrizar el carbono que está en exceso en la atmósfera. Tienen un impacto benéfico para estas islas de calor”, comparte con alegría.
UN JARDÍN BOTÁNICO LISTO PARA COMER
Las islas de calor se producen en aquellas zonas urbanas que experimentan temperaturas más altas que las zonas circundantes. La causa principal son la acumulación de estructuras como edificios, aceras o asfaltos que absorben más calor y lo liberan más lentamente. Actualmente aquel nicho sustentable tiene más de 118 variedades de plantas comestibles, “es como un jardín botánico listo para comer”, vacila.
—¿Qué productos encontramos aquí?
—Varios tipos de lechuga, acelgas, jitomate, espinacas, calabazas, maíz. Cada año sembramos nuestra milpa. Flores comestibles, hierbas aromáticas, frutos como guayaba, olivos, zanahorias, duraznos, granadas, macadamia, aguacates, manzanas, ciruelas, entre otros alimentos. Huerto Tlatelolco fue desarrollado por la organización Cultiva Ciudad, aquí uno de nuestros objetivos principales es educar. Tenemos un equipo núcleo de cinco personas, la mayoría de ellos llegó porque hicieron su servicio social o fueron becarios del programa de Jóvenes Construyendo el Futuro.
—¿Cómo logra ser funcional sin que haya pérdidas?
—Aplicamos los principios de la agricultura sintrópica (una práctica que reivindica respetar e imitar la naturaleza). Este suelo en el cual están sembradas las plantas está constantemente siendo nutrido por abonos. Uno de nuestros programas más exitosos es el de Composta Comunitaria, en el que participan más de 80 familias, la mayoría de ellas de Tlatelolco. Lo que hacemos es recibir sus residuos orgánicos. Al final de mes se suman los kilos de desechos que trajeron, estas cifras se transforman en puntos, y esos a su vez se pueden intercambiar por cosecha, semillas, plantas; es una economía circular.
“Una parte de la cosecha se vende en un mercado vivo, también se destina a algunos restaurantes que nos apoyan. Económicamente, Cultiva Ciudad funciona como un modelo híbrido. Por un lado, somos una empresa, y por otro, como asociación civil, tenemos una plataforma por donde la gente nos puede apoyar”.
APROVECHAR LOS TERRENOS BALDÍOS
En un recorrido por el huerto, transitado por Newsweek en Español, Gabriela resalta la importancia de la agricultura urbana como una excelente alternativa para aprovechar terrenos baldíos, conectarnos con la tierra, aprender a cultivar y promover la integración social. Ahora, buscan generar los recursos necesarios para construir una cocina al aire libre donde se preparen los alimentos recién cosechados.
“En cuanto al tema de las semillas, es muy simple: quien controla las semillas controla la alimentación. Hay bancos de semillas congeladas que están, me parece en Groenlandia, a 30 metros bajo tierra. Generar estos bancos es muy importante. Existen empresas patentándolas, congelando, acaparando y limitando a los campesinos; algo terrible”, dice señalando con su dedo el reservorio de más de 200 variedades de plantas, disponible en un salón de madera al fondo del huerto.
Caminando por el terreno, cerca de un tablero de actividades, se encuentra una acuaponía, que consiste en la integración de dos métodos de cultivos: la acuacultura, que involucra el cultivo de especies acuáticas, y la hidroponía, para la producción de cultivos vegetales con base en soluciones nutritivas. De esta manera, en un recipiente mediano, los peces producen desechos orgánicos que después sirven como nutrientes para plantas. Así, tanto la flora como la fauna se benefician mutuamente partiendo del principio de reciclaje de agua.
LOS HUERTOS URBANOS Y EL AGUA
A tenor de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader), principalmente se cultiva: albahaca, lechugas, morrones y tomates; y las especies más utilizadas son: carpa común, tilapia del Nilo, trucha arcoíris y camarón de agua dulce. Aunque esta simbiosis ayuda en gran medida al medioambiente, una desventaja de los huertos urbanos es el uso de agua.
Según Fernanda Ruiz, coordinadora de actividades en Huerto Tlatelolco y bióloga de profesión, este líquido vital representa un elemento muy importante para todos los cultivos y, por ello, la forma de racionalizarlo debe ser prioritario. De iniciar un pequeño huerto en casa, es mejor optar por hortalizas de fácil cuidado y que requieran poca agua. En demarcaciones como Iztapalapa, donde el agua es un medio de opresión para la ciudadanía, es complicado convencer a las personas tener una zona verde.
“Muchas veces hay escasez, al final esto ocurre en ciudades. Algunos piensan que están desperdiciando el agua, pero es un beneficio para todos: contrarrestar el cambio climático. Además, existen otras alternativas ante estas dificultades, por ejemplo, usar ollitas de barro u otras ecotecnologías para suministrar adecuadamente el agua y no desperdiciarla; o con el tema de las lluvias, podemos recolectar el agua y regar nuestro huerto”, concluye Ruiz. N