Sin duda la caducidad a la que se orilló a las ideologías, la pérdida de la confianza en los partidos políticos como mediadores entre la sociedad y el Estado, el imperio de lo efímero, la falta de compromisos sociales e individuales, entre muchas cosas que forman parte de nuevo horizonte colectivo nos piden un referente para la reflexión seria, racional, inteligente, incluido lo emocional. En efecto el mundo cambia, pero no siempre es el cambio esperado, esos cambios se nos van de la mano, la ideología de izquierda ha sido muy afectada en las transfiguraciones sociales y políticas.
Luis Villoro Toranso nos dejó una herencia lucida, en ella una prueba: Los retos de la sociedad por venir. (Fondo de Cultura Económica, México, 2007, 226 pp.) En ese discurso deja empeños de su virtud objetiva que la filosofía mexicana puede ser comprometida y liberadora, dentro de sus alcances reflexivos nos anima para no perder el sentido de lo colectivo, pues al propio tiempo, la filosofía, es rigurosa y profunda.
Los retos de la sociedad por venir, contiene su clara teoría de la justicia. La lectura al propio tiempo que nos cultiva nos convoca a entender la injusticia como exclusión. Desde luego una pedagogía llena de contenido, de manera lúdica nos permite entender la justicia a partir de que no está, desde su ausencia: la injusticia. Así hacer filosofía desde nuestra circunstancia, congruente con nuestra realidad.
Mi Padre el Profesor Ruelas Escalante fue lector fascinado de Villoro, me decía que su virtud fue no caer en un relativismo cognoscitivo -con ello aseguraba mi padre- nos deja su noción realista de la verdad. El texto Los Retos de la sociedad por venir, nos demuestra que las diferencias axiológicas y culturales son históricas y variables, no implican un relativismo moral, sino el reto permanente de buscar consensos con los demás por medio del diálogo.
Villoro Toranso, establece una discusión amplia, inteligente, lucida, con dos modelos de justicia: el teleológico, de Aristóteles, y el deontológico, de Rawls. Sobre la exclusión injusta, Luis Villoro se refiere a la injusticia como negación del bien común o como incumplimiento de normas universales. Reflexiona en su texto una propuesta seria de una democracia comunitaria que sustituya a la democracia representativa liberal que existe actualmente en México. Con ello deja en claro su coincidencia con el proyecto político nacional presentado por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, al inicio del siglo XXI. Afirma: ser de izquierda no consiste en sostener un conjunto de creencias, menos aún en abrazar una doctrina ideológica, sino que consiste en una elección de vida.
La discusión que sostiene Villoro es fortalecer el reto de una oposición de izquierda que no se convierta luego en gobierno de derecha. No le faltó razón ni ejemplos. Desde sus gafas vio a muchos políticos de izquierda gritar enfurecidos por defender a los pobres, como el mejor de sus negocios. El pensamiento del pueblo no se equivoca: pensar como Carlos Marx para tratar de vivir como Carlos Slim. Ejemplos hay muchos, políticos de izquierda que con un texto de Lenin en la mano izquierda cobran en partidas de presupuestos generosos, amén de prebendas conquistadas con la absurda idea de que la política son negociaciones, nunca aceptan que lo han y seguirán haciendo como intereses personales.
Regreso a Villoro, para él, la democracia comunitaria no es la que han intentado consolidar los principales grupos políticos nacionales. No es una democracia de partidos y votos depositados en urnas, sino una democracia directa, de asambleas, de decisiones tomadas por consenso. La propuesta que pone en el debate es que son los pueblos, los gremios, los barrios, etc., los que se deben organizar en esta modalidad democrática sin tener que responder a una estructura estatal que los domine.
En el capítulo llamado Del Estado homogéneo al Estado plural, establece que no debemos plantearnos por ahora la desaparición del Estado nación, sino más bien su reforma. Con ello toca otro de los temas más urgentes de nuestras asignaturas: reformar al legislador, para que atienda las reglas como la base de la convivencia humanista y solidaria, deja abierta la puerta para que los partidos políticos den el primer paso, proponer ciudadanas y ciudadanos capacitados para transformar la realidad política, pero para bien. Empero, no aclara si el Estado nación reformado debería renunciar a ofrecer seguridad, salud, educación, promover el empleo a sus habitantes… me imagino que considera que todo esto podría ser ofrecido por las propias comunidades o por asociaciones de ayuda mutua.
Villoro no es ni utopista ni revolucionario. Aconseja: estar abiertos a tomar distintas vías, pero nunca dogmatismo, ni idolatría, ni violencia. Hay que evitar convertirse en el dominador del que antes nos dominaba.
Esta defensa del poder liberador de la razón es uno de los legados más valiosos de su obra.