Cada vez que tomamos una decisión personal o social realmente es muy difícil saber el qué previo al fallo. El interés personal lo acota los límites que la circunstancia acompaña a la decisión; el interés social está asociado con la participación y la deliberación del YO con el NOSOTROS, sujetar el interés personal en beneficio del interés colectivo. Para ello debe contribuir el modo de gobernar para hacer coincidir valores, educación, enseñanza, cultura, en una frase, hábitos deseables capaces de diseñar una vida compartida virtuosa. No es así, al menos por ahora, los gobiernos se rindieron ante la posmodernidad, hicieron suya la posverdad. No es fácil que el famoso “interés colectivo” sea identificable, no han podido los gobiernos, que defienden un programa que no estuvo presente en las campañas, ¿cuál interés colectivo? es interés de quiénes gobiernan. Las entidades de interés público se distraen en sus intereses partidos, de manera que tampoco muestran ese interés de todas y todos, tan retórico. La universidad, en plural, cerebro de la sociedad ha logrado señalar el interés general, a qué problemas se refiere, esquemas de soluciones sin “like”.
Para aderezar el interés general se acompaña de un estimulante demagógico “pueblo”, famoso mito, la parábola, el todo y el nada, concepto etéreo, pero que no pierde su hechizo demagógico. A ese pueblo mágico, encantador, dueño y majestad del mundo político, se le miente, engaña, burla…; a nombre del él se hacen las guerras, él pone los muertos, a su nombre de dibuja la geometría política, “izquierda, centro derecho”, y cada una con sus ramificaciones; la primera “es progresista”, no se deja manipular por las religiones…, el ala centro es anodina, “camaleónica”, se acomoda con facilidad…, la derecha “es reaccionaria, conservadora…”, no significan nada ni aportan nada, pena para lo geómetras. Empero en la administración de la hacienda pública se empatan, los recursos “del pueblo” que no son de ellos los transforman en iguales.
Los políticos, hay excepciones, padecen el mal de Shakira “ciegos, sordos y mudos”. No se dan cuenta, a pesar de que se regodean con sus “baños de pueblo”, que la sociedad es plural, diversa, complicada, problemática, con un sentido latente de conflicto, en ella, operan intereses individuales y grupales que conviven, que hacen una vida social en medio de la confrontación de intereses, buscan que las decisiones les sean lo más favorables a sus intereses particulares y, en algunos casos, a los colectivos.
A los políticos, se les olvida con facilidad que la democracia es un conjunto de reglas e instituciones para un procedimiento de toma de decisiones cuyo valor intenta un trato igual para todas y todos a partir de una Carta Magna que hace el pacto político. Las leyes son la garantía única que la sociedad tiene para lograr equilibrio, alzar la voz, manifestar la necesidad para que las Políticas Pública reivindiquen lo necesario, voz y poder que solo se conceden los gobernantes. Cuando los gobiernos funcionan bien, que son coherentes, lucidos, virtuosos, propician y estimulan a los emprendedores, mismos que ayudan a las administraciones, NO “son reaccionarios”, dixit mañanero. Las personas necesitan hacerse oír y obtener satisfacciones. Se trata de una relación democrática que ampara gobernantes y gobernados en la que se dé un diálogo cordial para que las decisiones sean consensadas y la satisfacción abarque lo más posible a la comunidad. Una dinámica que debe regular la relación y el poder, las posibilidades para su corrección o mejora, decir, cuidar el patrimonio de la nación. El Estado de Derecho, constitucional y democrático, existe, pero pueden más “mis chicharrones truenan”, de quien desde un atril con casulla de “progresista” ordena, manda, instruye, condena, salva, perdona, condona, sin liturgia jurídica, sin el derecho a ser vencido en juicio, ¡él es el juicio!
Lo que padecemos es contrariamente a “un sistema democrático para la toma de decisiones” aguantamos un modo posverdad de gobernantes que derriten en narrativas los problemas y conflictos manipulando al “pueblo” para ver si les cuaja su ambición desmedida de autorrealización política y seguir en el poder a toda costa. Si el fentanilo, la piedra, la cocaína, la mariguana, los psicotrópicos ayudan, ¡pues son aliados!, ¡Bienvenidos!, cuando son grandes adversarios a los que se debe atacar a fondo.
Para los políticos gobernantes apoyar, empoderar, reforzar la función pública profesionalizada, es decir, dotarla de protección ante sus mandantes políticos para garantizar su independencia, es un deber, una vocación. Incrementar el papel de los expertos no en el qué de la política, pero sí en el cómo llevar a efecto ese qué. Abandonar una visión moralista y simplificadora de la política y, en su lugar, promover la difusión de un conocimiento ampliado de las cuestiones en juego y de sus componentes, incluidos los grupos de interés que actúan sobre la adopción de decisiones.