Los niños ucranianos deciden sanar sus heridas con cantos en medio de la destrucción que ha dejado la guerra. La profesora de piano Oksana Shevchenko señala un montón de metal retorcido y cemento. Esto es todo lo que queda de la escuela donde trabajó durante 30 años, pulverizada durante la ocupación rusa de Borodianka, suburbio al noroeste de Kiev.
“Un terreno baldío quemado en lugar del sitio donde los niños estudiaban. Es el exterminio de la cultura y de los ucranianos por los invasores rusos”, lanza Shevchenko, de 53 años.
A una hora en coche de Kiev, Borodianka, una ciudad que contaba con 14.000 habitantes antes de la invasión rusa lanzada el 24 de febrero, lleva las profundas cicatrices del intento fallido de Moscú de tomar la capital ucraniana.
Con la mayoría de edificios reducidos a escombros o dañados, la calle principal es un testimonio conmovedor de la devastación.
Según funcionarios del ayuntamiento, 12 edificios residenciales fueron arrasados y 24 dañados. Más de 400 hogares se vieron afectados.
Tras la destrucción de sus edificios, la policía, la fiscalía, la oficina de correos y el ayuntamiento comparten ahora el espacio de una escuela que escapó a los bombardeos.
HAY NIÑOS QUE QUIEREN REGRESAR
Shevchenko también imparte clases de música allí para los niños que regresaron después de la liberación de Borodianka, el 1 de abril. Cantan el himno de Ucrania acompañados por un piano.
“Nos volvemos a reunir y volvemos a crear. Fue doloroso cuando nos quitaron esto”, explica dentro de un aula pequeña, llena de instrumentos musicales, sillas, bancos y cajas.
“Cuando pierdes tu profesión favorita y los niños sus actividades preferidas es estresante“, detalla.
La escuela de música, que según Shevchenko tenía 160 alumnos antes de la guerra, se benefició de varias donaciones de oenegés y de particulares ucranianos y extranjeros.
Un grupo de rock metal les ofreció recientemente un teclado, una batería y una guitarra.
“Hay niños que quieren regresar, algunos profesores también. Por nuestra cuenta, y con la ayuda de organizaciones benéficas y personas benévolas, comenzamos a renovar nuestros suministros”, explica Shevchenko.
LA MÚSICA SANA
Diana Kovtun, de 15 años, canta como solista una canción popular ucraniana. Dejó Borodianka el primer día de la guerra, pero regresó.
“Antes me preguntaba si debía ir a trabajar o estudiar al extranjero. Ahora estoy segura de que quiero estudiar aquí en Ucrania. Quiero vivir aquí”, dice.
La profesora de guitarra Tetiana Kryvosheienko también volvió para dar clases. Su labio tiembla y apenas aguanta las lágrimas cuando cuenta su fuga de Borodianka.
“Para evitar cruzarnos con rusos, caminamos 10 kilómetros de noche a través de los campos hasta el pueblo vecino, Zagaltsi“, detalla a la AFP. “Los niños lloraban. Les dolían las manos porque los arrastrábamos”, recuerda.
Luego viajó hasta el oeste de Ucrania antes de regresar a Borodianka a principios de mayo.
“La música sana porque te ayuda a desconectarte de tus problemas. Y los niños me pedían que retomara mis clases, incluso los que están en el extranjero”, explica Kryvoshenko.
Más de 150 personas murieron en Borodianka durante la ofensiva rusa, entre ellas ocho niños.
Según el alcalde interino Gueorgui Ierko, cuya oficina improvisada también se encuentra en la escuela, en la actualidad quedan unas 9.000 personas en la ciudad.
Casi la mitad de ellos no tienen hogar.
“La guerra terminará y la vida continuará. La gente regresó y deben vivir en condiciones normales. Estamos trabajando duro para lograrlo”, concluye. N