“Es una pausa, una reflexión, para ver atrás y hacia delante. Para sentar las bases de una cultura que no puede ser solo un bombardeo constante de información o la banalización de la arquitectura reducida a una colección infinita de imágenes”.
Así describe Miquel Adrià, fundador de Arquine, los 25 años que ha recorrido con esta revista a través de diversos países, arquitectos, textos y experiencias que han edificado lo que hoy en día representa el medio.
El primer número fue publicado en 1997, cuando Adrià definió el propósito de la revista bajo una visión de que cada decisión de lo que publicaran sería un “manifiesto” de lo que querían ser.
El proyecto empezó en México, en un momento donde “no había espacios críticos con la constancia que se requiere para que un medio se pueda convertir en un espacio de reflexión”, comparte Andrea Griborio, directora ejecutiva de Arquine.
La también directora del festival de arquitectura Metrópoli indica que el objetivo de la revista, tras 25 años, fue, es y será edificar la cultura de la arquitectura en México.
“Nadie sabe las claves del éxito, pero creo que, si pudiéramos relacionar, una sería la constancia y tener al lector como el eje de todo lo que publicamos. Si algo hemos conservado es la idea de que el lector es lo más importante y que nuestras publicaciones lo privilegien”, señala Griborio en entrevista con Newsweek en Español.
“Quizás esa sea la clave del éxito: saber que los más importantes son quienes nos leen”, añade.
EL RETO DE ENCONTRAR LECTORES
—¿Cuáles son los retos a los que se ha enfrentado la revista?
—Precisamente, encontrar lectores. Realmente saber que, detrás del papel que hacemos, puede haber alguien interesado. Ese es el objetivo final, lo hacemos para que llegue a la gente y venimos con nuevas generaciones más inmediatas y que acceden a la información al alcance del teléfono móvil, cosa que no pasaba hace 25 años.
Griborio argumenta que es fundamental aprender cómo crecer junto a esta digitalización de la información para seguir transmitiendo la cultura arquitectónica.
“Eso no sucede cuando muere un medio y aparece otro. Más bien hay que entender a esos distintos públicos y cómo consumen la información hoy en día en estos formatos”, indica.
—¿Qué tan complicado ha sido mantener una revista impresa a través de la digitalización?
—Hubo momentos donde existió la amenaza sobre que lo digital reemplazara al papel. Pero nos fuimos dando cuenta de que una cosa no hace que la otra muera. Básicamente lo que está sucediendo hoy es que cada plataforma y medios se consumen de forma diferente. Nuestra revista tiene contenidos más curados y que no necesariamente dependen de la inmediatez.
“Las revistas terminan siendo no solo un objeto de colección, sino de contenidos de información y, más importante aún, de reflexión. Nos dan la oportunidad de sumergirnos para entender ciertos temas o abordar ciertas problemáticas”.
La arquitecta mexicana concreta que, durante la pandemia, cuando las tiendas se encontraban cerradas y no había manera de comprar la revista, luego de pasar por cierta resiliencia el medio repensó cómo la revista podría también migrar al formato digital.
LA ARQUITECTURA ES EDUCACIÓN
—¿Crees que el público siente que la revista es un artículo de colección porque hay una visión errónea sobre que los edificios son objetos de admiración en lugar de interacción?
—Sí, claro. Por eso, parte de lo que hacemos en los festivales de arquitectura, incluido Mextrópoli, es tratar de borrar esa idea de que la arquitectura son solo algunos objetos seleccionados de colección. La arquitectura es educación, es vivienda colectiva, tiene que ver con la crisis climática, es espacio público.
“A la arquitectura la hemos ido decantando a una cosa meramente estética y formal, pero no es así. El trabajo del arquitecto es trabajar con el entorno social, y ese debería ser nuestro enfoque y nuestra participación”.
—Arquine va más allá de textos educativos y académicos, ¿cómo han definido su dirección editorial?
—De entrada, nos gusta pensar que lo que hacemos es la construcción de la cultura arquitectónica. No simplemente ser un medio de difusión, sino de construcción sobre lo que realmente es la arquitectura, como el entorno que habitamos que va mucho más allá de los edificios.
“Esos son los temas que nos interesan. También para poder construir la idea de que la arquitectura trasciende al objeto ‘edificio'”.
NADA ES CASUALIDAD
—¿Por qué la revista se fundó y se mantuvo en México?
—Miquel viene de Barcelona a México hace muchos años y percibe la necesidad de herramientas que permitan contribuir en el discurso arquitectónico y los espacios de reflexión. Pero me atrevería a ir más allá y creo que México es un país maravilloso en donde las cosas suceden, con grandes arquitectos también: tenía la mesa puesta para que existiera este medio.
“Así fue como se pudo compartir, agrupar y conocer la arquitectura que se estaba haciendo en México. No es casual que sea aquí donde se pudo consolidar un proyecto como Arquinedurante estos 25 años”.
—Cuando miras hacía atrás, los escalones recorridos por la revista, ¿qué ha sido Arquine a lo largo de este camino?
—Un proyecto referente, un proyecto que realmente ha sabido construir y liderar la arquitectura desde México no solo a través de la revista, sino desde otros espacios que nos han permitido generar la reflexión y el pensamiento sobre muchos temas de arquitectura.
“También, hoy en día tenemos más de 200 libros de arquitectura de varios países. Hemos publicado 100 números de manera trimestral sin falta y hemos gestado una comunidad de más de medio millón de seguidores en nuestras plataformas. Otra de las cosas que hemos identificado es la importancia de la construcción de conocimiento, por lo que hemos generado diversos cursos y seminarios para compartir esta cultura”.
Para conmemorar sus 25 años, Arquine publica su edición número 100 con cinco capítulos estructurados que tocan temas como la educación, la vivienda colectiva, el espacio público, el territorio y la crisis climática. N