Una cámara, diez cámaras, cien cámaras: una fotografía, diez fotografías, cien fotografías. En un mundo donde los dos bandos de la guerra de la producción son la oferta y la demanda, tanto materialista como ideológica, existen chispazos de organicidad luminosa entre tantas masas y mayoreos de innovaciones. Uno de ellos es la fotografía química.
El bombardeo informático ha orillado a que el registro de imágenes sucumba al digitalismo, el cual funge como una herramienta que facilita la toma de fotografías y acelera el proceso de publicación, distribución y mediatización.
Sin embargo, el instrumento analógico no representa lentitud, caducidad, ni conservadurismo. Representa una rebeldía contra la manufactura de imágenes que ha menospreciado la captura del tiempo en una pequeña máquina que cambió a la sociedad moderna para siempre y otorgó la capacidad de llevar pedazos de tiempo y luz impregnados en celuloide.
En un principio, la fotografía era un proceso natural intervenido por el hombre a través del uso de químicos específicos, de la luz y la sensibilidad de fibra celulosa que puede ser encontrada en diversos elementos de la naturaleza, como la madera. Ahora ha sido reemplazada por códigos matemáticos interpretados por una computadora.
Una fotografía analógica es la reacción química orgánica de la luz impregnada en halogenuros de plata. Una fotografía digital es lo que una máquina entiende por color y luminosidad con base en cómo la hemos programado. Es decir, la primera de ellas cumple una función más fidedigna a la realidad por el simple hecho de ser somática.
LA MAGIA DE LA ATEMPORALIDAD
Asimismo, otra de las cualidades fundamentales del registro analógico es la atemporalidad. El tiempo funciona de forma lineal, no puede retroceder, avanzar o pausarse. No obstante, la fotografía ofrece esa posibilidad. Una fotografía es la única forma que hemos descubierto de, por así decirlo, viajar en el tiempo, pues pertenece tanto al pasado como al presente y al futuro.
En el ahora, la fotografía existe solo por un instante y es el momento en que el disparador abre la cortinilla del obturador y deja entrar una cantidad mínima de luz por cierto tiempo. Cuando la luz impacta contra el negativo, el registro forma parte del presente. Posteriormente, esos milisegundos forman parte del pasado y así será para siempre. En cuanto a su cualidad futurística, es la primera de todas. La preconcepción de una imagen, la idea de capturar una foto, aún no ha llegado y la alcanzaremos cuando apretemos el botón de la cámara.
La fotografía digital no puede mentir sobre su temporalidad. Forma parte de un punto en la cronología moderna y se extiende solo hacia el frente, ya que antes de 1975 era imposible que existiera una de ellas. Pero la disciplina química puede engañarnos sobre su proyección: ¿cuántas veces no se ha escuchado la frase “esa foto pudo haber sido tomada hace 50 años o ahora mismo”?
UN RECUERDO DEL PASO DEL TIEMPO
Este atributo solo puede ser aunado al proceso natural del registro, la cualidad de melancolía y nostalgia. Porque, al final, la fotografía fue creada como una terquedad por quedarse en donde ya no éramos aceptados, por llevarnos un recuerdo del paso del tiempo y la crueldad de la fugacidad. Algo que su hermana digital podría regalarnos de forma mediocre, pues no se adueña de la luz que se manifiesta en tiempo, sino de información que se expresa en cifras y códigos.
En entrevista con Newsweek en Español, Fernando Aceves, icónico fotógrafo mexicano de la escena musical desde 1991, comenta que el cambio para él fue rotundo y tajante. En el año 2002 dejó a un lado las diapositivas, el revelador y el cuarto oscuro, inmerso en las nuevas posibilidades que ofrecía el futuro de la imagen.
“Cambié de un día para otro”, expresa. “Me arrepiento de haberlo hecho de esa manera porque la tecnología no tenía la suficiente madurez, pero tenía necesidades de trabajo que me hicieron tomar esa decisión, como la inmediatez. Los clientes ya no te esperaban a que hicieras todo el proceso de revelar. Pero mi cambio debió haber sido gradual”.
Aceves argumenta que ahora trabaja “formato digital con filosofía analógica”. Es decir, “no pienso que tengo una tarjeta de memoria con mucha capacidad, sino que tengo un rollo de 36 exposiciones y, por lo tanto, debo de controlar la manera de trabajar: pensar la imagen antes de tomarla, mirar la imagen antes de capturarla. Y creo que en eso separamos a la fotografía analógica de la digital”.
Entre las fotos más icónicas dentro del repertorio del artista mexicano se encuentran los retratos que realizó al músico británico David Bowie en 1997 durante su etapa analógica.
LA IMAGEN PERDIÓ VALOR
—¿Crees que los retratos de Bowie hubieran sido distintos de haberlos tomado con una cámara digital?
—Sí. No sé qué ha pasado, pero ahora es mucho más difícil producir una imagen icónica como en ese entonces. ¿Por qué? No lo sé. Mucho de mi trabajo conocido está hecho en el periodo analógico. Hay una producción en serie de fotos y puede ser que ahora la gente aprecie menos la fotografía por la facilidad con la que se puede hacer, y no necesariamente con una cámara fotográfica.
“Quizá se le perdió valor a la imagen ahora. Quizá si David Bowie hubiese venido en estos años hubieran buscado inmediatamente a alguien con un celular y ni siquiera me hubieran contratado. Los tiempos son otros, son diferentes épocas. Uno debe adecuarse y tratar de hacer imágenes trascendentes”.
El romanticismo que engloba a la captura analógica de imágenes no es vano, pues muchos fotógrafos de la actualidad escogen el proceso químico por sobre el digital, a pesar de que el segundo facilita y acelera el trabajo.
—¿Por qué crees que hay fotógrafos que todavía usan la técnica analógica en tiempos digitales?
—Debemos de cambiar los procesos creativos. Si el sistema marca que se hace una fotografía de determinada manera entonces hay que hacerlo de otra manera. La originalidad marca una diferencia. Sin embargo, no por hacer fotografía analógica tu trabajo va a ser valorado de otra manera. Simplemente son procesos creativos.
“Sé de algunos fotógrafos que nunca abandonaron la etapa analógica, pero la mayoría hacen trabajo de galerías y se dedican más a la rama del arte. Pero en mi caso me resultaría muy caro y me quitaría mucho tiempo, tiempo que ahora invierto en tomarlas y producirlas”.
UNA EXPERIENCIA COSTOSA
Fernando Aceves no se arrepiente de haber reemplazado la fotografía química por la digital, ya que hubiera representado la terquedad de darle la espalda a los avances tecnológicos: “Es como quien compra un disco en acetato: es toda una experiencia, pero es costosa. Hay que invertir en rollos fotográficos y estamos hablando de que en el mercado están en más de 200 pesos, así como la inversión en químicos”.
Una de las razones por las cuales muchos fotógrafos terminaron por mudarse al ámbito digital fue por el repunte de precios en materiales para la fotografía analógica, como rollos, papel para ampliación, químicos y demás instrumentos.
Andrés Azamar, fotógrafo y cofundador del laboratorio Foto Hércules, ubicado en la Ciudad de México, comparte cómo es tener un negocio dirigido hacia la fotografía analógica en pleno auge de la tecnología y la innovación de cámaras.
“Creo que es un homenaje a la historia de la fotografía y a toda la gente que se ha dedicado a que toda esta parte analógica siga viva. También es darle lugar a una disciplina que desapareció un tiempo, darle un espacio a la creación de la fotografía a través de su parte más humana y minuciosa. Así como generar una comunidad, porque estos procesos no los puedes hacer solo”.
SE POPULARIZA DE NUEVO
—¿Qué tan rentable es tener este tipo de negocio?
—Es medianamente rentable con un poco de la escasez de materiales y los problemas de importación y exportación que ahora enfrentamos. Pero en la Ciudad de México es muy rentable porque el mercado está creciendo mucho y se está popularizando de nuevo.
Al final, la fotografía análoga representa un sacrificio tanto monetario, como de paciencia y dedicación, a un arte que se ha ido esfumando poco a poco, pero que ahora retoma un segundo vuelo. Ya sea por los procesos creativos, una añoranza por el pasado o la mera pasión por la imagen, la etapa química podría estar presente por muchos años sin importar las nuevas modalidades que surjan.
Porque, como seres visuales y nostálgicos, siempre hemos de buscar la forma de llenar las maletas con recuerdos y momentos para cuando los necesitemos más adelante en el camino del tiempo. Ya lo dijo el legendario fotógrafo Nikos Economopoulos: “Uno no se puede esconder de su propia cámara”. N