Vicente Rojo es como un antes y un después en la historia del diseño en México. Así lo considera el diseñador mexicano Alejandro Magallanes. La carrera profesional, artística y de gestión cultural de Rojo es tan basta que queda claro que fue un pilar en el sector cultural de México durante el siglo pasado.
Creador de la editorial Era y de colecciones para el Fondo de Cultura Económica. Trabajó con Fernando Benítez y se hizo cargo del trabajo de diseño de México en la Cultura, también diseñó la revistas Vuelta y Plural. Participó en la Revista de la Universidad bajo la dirección del poeta Jaime García Terrés, a quien el propio Vicente Rojo definiría como el responsable de sus épocas prodigiosas.
Se considera como parte de la generación de artistas plásticos llamados de la Ruptura. Sin embargo, durante su discurso de entrada en el Colegio Nacional (1994), Vicente Rojo observó este nombre como no afortunado. El artista consideraba a este grupo como artistas de “apertura, de una búsqueda de nuevos cauces expresivos, de otros lenguajes visuales”, no de ruptura.
Definitivamente, el artista Vicente Rojo fue un buscador incansable de nuevas formas visuales. Su hijo, Vicente Rojo Cama, recuerda, en entrevista con Newsweek en Español, que su padre se definía como un “pintor geométrico abstracto”.
En sus pinturas pueden reconocerse círculos, triángulos, cuadrados. También una comunicación profunda con su quehacer de diseñador al incorporar tipografía a sus creaciones como en su serie Negaciones, creada durante los primeros años de la década de 1970, donde la letra T, en su continua repetición, va creando ritmos geométricos.
¿CÓMO TRABAJABA? ¿A QUIÉNES ADMIRABA?
Hemos esbozado brevemente (demasiado) un poco de la trayectoria de Vicente Rojo, pero ¿cómo trabajaba?, ¿a quiénes admiraba?, ¿qué deseaba producir? Lo íntimo nos puede revelar un mar, muchas veces revuelto y enérgico, sobre lo que busca un productor de imágenes y materialidades como lo fue este artista.
Explicado por sí mismo, Vicente Rojo se anunció en su discurso de entrada en el Colegio Nacional como alguien que deseaba colaborar a que la cultura de lo esencial se sobrepusiera a la banalidad.
“Me sentiría feliz si hubiera aportado a este proyecto un grano de arena, o quizás algo mejor, una piedrita en algún zapato”, dijo el artista.
En 1965, en el Museo de Arte Moderno se abrió el primer concurso de Salón Esso. Este lo ganó Lilia Carrillo en la categoría de pintura, y uno de los jueces fue Rufino Tamayo. Este hecho marcó un precedente sobre el cambio plástico que se estaba gestando en el arte mexicano. Al dejar atrás la estética muralista, el abstraccionismo fue ganando lugar para insertar al país en los lenguajes internacionales que acontecían en aquel momento.
Vicente Rojo caminó de la mano de esta generación y admiraba profundamente a Lilia Carrillo. Su hijo, Vicente Rojo Cama, recuerda cómo esta generación dejó atrás la figuración por el papel de la geometría, la mancha y la experimentación de materiales.
“MI PADRE TIENE MUY POCA OBRA FIGURATIVA”
El conocimiento sobre el panorama artístico por parte de Vicente Rojo era internacional. “Mi padre tiene muy poca obra figurativa, al igual que todos los de esta generación. En resumen, sus influencias pictóricas serían la escuela catalana, de Francia, Marcel Duchamp y Jean Dubuffet, y de los estadounidenses Jasper Johns, Robert Rauschenberg”, relata su hijo.
Para el artista era esencial tener un conocimiento experiencial no solo de la plástica, sino de las demás disciplinas artísticas. Era un amante de la fotografía a través del lente de Manuel y Lola Álvarez Bravo. Incluso, su hijo recuerda el año sabático que tomaron en Europa para visitar museos, galerías e iglesias.
Su hijo recobra de su memoria: “Él, alguna vez, llegó a comentar en público que consideraba muy importante que cualquier artista estuviera al tanto de todas las demás disciplinas que le rodearan… para enriquecer la propia disciplina”.
La forma en que Vicente Rojo se mantenía al tanto sobre la música era a través de su hijo, mientras trabajaba en su taller: “De repente, cuando yo oía música a todo volumen, mi madre me decía que le bajara. Entonces yo cerraba la puerta de mi cuarto. Sin embargo, mi padre la abría junto con la de su estudio para escuchar lo mismo que yo estaba oyendo”.
ESCUCHAR UN BUEN BOLERO
Para tomar, un vaso con agua y hielo. ¿Qué escuchar? Encender la radio hasta encontrar un buen bolero, o tal vez, oír lo que sonaba desde el cuarto de su hijo. El taller lleno de trapos donde limpiaba pinceles y creaba texturas.
“Toda mi infancia y hasta que me salí de casa de mis padres vi todos los fines de semana a mi padre pintando desde muy temprano y hasta que anochecía”, recuerda Rojo hijo.
Entre frascos y tapitas Vicente Rojo combinaba sus colores, no tenía la clásica paleta de colores. Trabajaba con acrílico, una sustancia que, a diferencia del óleo, seca muy rápido. Lo que le permitía experimentar y terminar sus obras más prontamente. Además, el uso de este tipo de materiales significó en su época una afrenta a los modos tradicionales académicos de producción de arte por una actitud más experimental.
Alejandro Magallanes, en tanto, recuerda las manos presurosas y hábiles del maestro en su estudio en Coyoacán: “Me tocó ver a Vicente Rojo hacer unos recortes de papeles con las manos a una velocidad extraordinaria. Y después concentrarse en las superficies de sus pinturas, donde se aplicaba todas las texturas que salían de esto”.
TRABAJAR OTROS CAMINOS ESTÉTICOS
Estas remembranzas congenian con las de su hijo, quien nos relata que las últimas creaciones de Vicente Rojo tenían un espíritu muy matérico al utilizar corchos, polvo de mármol u otros materiales para darles texturas más variadas para trabajar otros caminos estéticos. También a algunos les ponía resinas plásticas para generarles más niveles.
Los últimos meses, antes de fallecer, pasó sus días de trabajo en su taller en Morelos. Ahí tenía más espacio y luminosidad. El maestro Rojo jamás abandonó la disciplina creativa. Receloso de que lo observaran trabajar, solo a quienes consideraba más íntimos les permitía verlo en su ejercicio creativo.
Vicente Rojo dio pocas entrevistas durante su vida. Como menciona en su discurso de ingreso en el Colegio Nacional, consideraba que su forma de comunicar era a través de la materia y no de la palabra.
Su disciplina creativa hizo que hasta los últimos meses de su vida siguiese siendo un prolífico artista. “Ese es uno de los recuerdos más vívidos que tengo de él: siempre con un pincel en la mano”, concluye Vicente Rojo hijo. N
(Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek)